“Le decían que olía mal, nadie se sentaba a su lado, le mandaron anónimos, pero en su nuevo IES ha vuelto a ser feliz”
Hace ya más de cuatro años que María tuvo que huir de su pueblo, dejar atrás el territorio de su infancia, a sus compañeros y profesores, para buscar otro lugar donde pudiera ser respetada y querida. Para dejar atrás las noches en vela en las que se refugiaba en el dormitorio paterno, en las que se abrazaba a su madre y le hacía prometer que al día siguiente no le pasaría nada en el instituto. “¿Por qué me tiene que pasar esto a mí, si soy buena?”, le preguntaba entre lloros.
Y aunque en verdad María era -y es- buena, sociable e inteligente, el acoso escolar que sufrió por parte de un grupo de alumnos de su instituto en un pueblo almeriense en primero de ESO le llevó incluso a dejar de ir a clase y a suspender asignaturas, a pesar de que hasta entonces era una niña de notables y sobresalientes. Su familia está convencida de que fue víctima de un claro acoso racista.
“Le decían que olía mal, nadie se sentaba a su lado, la aislaban, le mandaron anónimos amenazantes y hasta llegaron a tirarle un huevo sobre la cabeza cuando se encontraba en el aseo”, cuentan los padres. A pesar de todas estas evidencias la niña y su familia no encontraron entonces el apoyo que necesitaban del IES. “Trataban de minimizar el acoso asegurando que eran cosas de niños, nos manifestaron que no habían podido averiguar quienes eran los que acosaban a nuestra hija, y venían a decirnos, en suma, que la culpable era ella, porque no relacionaba con los demás alumnos”, dice la madre de la adolescente, que hoy tiene 17 años y estudia primero de Bachillerato.
Situación desesperada
Ante la situación de ansiedad, angustia y desesperación en que se encontraba su hija y ante el mínimo apoyo que encontró en el instituto y entre algunos padres de los alumnos que la acosaban, la familia tomó una drástica decisión: cambiar a su hija de instituto, aunque esto supusiera tener que llevarla en coche a diario a otro pueblo situado a más de 20 kilómetros del suyo. De ahí a que los padres plantearan a la Inspección Educativa que no podían permitir que su hija estuviera un día más en el IES y que la única solución que veían era trasladarla a un centro de otro pueblo. “El inspector nos autorizó a hacerlo, aunque no mostró ninguna preocupación por los motivos que nos llevaban a ello; solo parecía interesarle que tuviéramos muy claro que si la cambiábamos de instituto, el transporte escolar correría a nuestro cargo. Lo demás le daba igual”, recuerdan los padres.
Y efectivamente, en el segundo trimestre del prise