La vuelta al hogar
Toda persona desea un hogar. Miles y miles de refugiados e inmigrantes construyen su hogar lejos de sus países de origen. Reencuentros, pérdidas y esa nostalgia en la mirada que siempre acompaña. Películas como “Las Uvas de la ira” (1940) o “Vete y vive” (2005), nos muestran el largo camino que tienen que recorrer, normalmente lleno de penalidades y con la esperanza de encontrar una oportunidad.
Pero un hogar puede generarse en lugares totalmente insospechados. Un ejemplo candoroso lo vemos en la película de Steven Spielberg “La Terminal” (2004) donde Tom Hanks interpreta a un ciudadano de un pequeño país de Europa, que se ve obligado a permanecer en el aeropuerto, porque estalla una guerra civil en su país de origen. Durante su estancia en la terminal, entra en relación con el personal y logra, con una gran humanidad, crear un “hogar” a su paso. Es bueno recordar que “la vuelta al hogar” es uno de los temas principales de la filmografía de Spielberg: como vemos en “E.T. el extraterrestre” (1982), con esa famosa frase con el dedo hacia el cielo: “Mi casaaa”.
También en el universo de los superhéroes queda claro el derecho fundamental de toda persona (diría ser vivo) a tener un hogar. No son pocas las veces que el Capitán América o Superman salen en defensa del inmigrante.
Además, hoy en día, desde un punto de vista cultural e ideológico, está de moda el incluir personajes latinos, asiáticos o de raza negra; buscando una diversidad racial que muchas veces confunde y distrae. No basta con “cumplir la cuota racial sin más”, la palabra hogar tiene varias dimensiones desde donde puede ser comprendida. Como dice el poeta Mario Benedetti, la vivienda no es sólo un bien inmobiliario, es también una forma de consolidación espiritual.
También, cuando vemos a Jesús de Nazaret representado en el cine (“La Pasión de Cristo”) o en series de T.V. (“The Chosen”) se percibe esa referencia continua a un “hogar” que está más allá, a ese Reino de los Cielos anhelado. Ojalá, en este mundo terrenal, podamos algún día decir, con orgullo y con justicia, que toda persona humana tiene un hogar, un techo donde alojarse y un plato de comida.