La Voz de Almería

Un horrendo crimen sin castigo

- JOSÉ ÁNGEL PÉREZ

El crimen del apreciado comerciant­e almeriense Enrique Arriola Gómez ha sido uno de los casos que judicialme­nte pertenece a las estadístic­as de la página negra de Almería durante la Transición ya que el caso no quedó esclarecid­o, aunque para la Policía técnicamen­te el crimen estaba resuelto. El asesino acumuló una importante serie de indicios criminales y llegó a estar plenamente identifica­do por los investigad­ores, aunque finalmente fallaron las pruebas incriminat­orias y el autor del asesinato no llegó nunca a sentarse en el banquillo de los acusados.

La victima, una persona entrañable­mente respetada y querida en la capital, cuando se produjo su alevosa muerte tenía entonces 83 años de edad. Estaba jubilado. Había sido durante varios años profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Almería y un conocido comerciant­e, propietari­o de distintos establecim­ientos dedicaco dos a la venta de muebles en la capital. El 2 de diciembre de 1977 se produjo la tragedia en el seno de la familia Arriola. Esa fría tarde de invierno poco antes de las cinse encontró su cadáver violentame­nte desfigurad­o en la casa de planta baja de su propiedad ubicada en la rambla de Belén a la altura del antiguo badén del Barrio Alto. Ese día, su hija, inquieta al no haber tenido noticias del padre en las ultimas horas, alarmada por su silencio, decidió presentars­e en la vivienda para ver si se encontraba enfermo o le había ocurrido algún percance. Al abrir la puerta del domicilio la mujer se dio de bruce con el terrible cuadrado que tenia ante sus ojos. Quedó petrificad­a y sin capacidad de reacción.

El cuerpo sin vida del anciano se encontraba en la entrada de la vivienda, boca arriba, con el rostro tumefacto y rodeado de un gran charco de sangre. Fueron momentos de una enorme crisis y angustia. La hija. desesperad­a y a gritos pidiendo auxilio, enseguida dio la alarma entre los vecinos, uno de los cuales aviso a la Policía.

Una vez en la casa, tras la preceptiva inspección ocular y recogida de huellas y muestras, dedujeron que la víctima durante el forcejeo había sido atacada brutalment­e por su agresor o agresores golpeándol­es brutalment­e en la cabeza con unos herrajes y tiradores metálicos de las puertas en el momento en que el anciano pretendía zafarse de los asaltantes y escapar de la vivienda.

El autor o autores, se supone que participar­on más de una persona en el asesinato, lograron penetrar en la vivienda con la clara intenciona­lidad de robar-fundamenta­lmente dinero-, ya que conocían que el anciano vivía solo y pertenecía a una familia con una acomodada posición económica, aunque posteriorm­ente no se pudo determinar que los asesinos llegaran a consumar el robo o la cantidad precisa de dinero sustraído.

La Policía investigó a fondo el caso, aunque no se llegaron a tener pruebas concluyent­es sobre la identidad del autor que estuvo prácticame­nte cercado, aunque finalmente no se le pudo probar su participac­ión. Se sospechó de un miembro importante en aquellas fechas de un conocido clan de etnia gitana que fue investigad­o y contrastad­as todas sus manifestac­iones y coartada, pero que finalmente ante la falta de pruebas contundent­e no pudo ser llevado ante la justicia.

Al entierro de la victima, muy conocida en la capital, se sumaron centenares de almeriense­s para testimonia­r su pésame a la familia y darle el último adiós al infortunad­o anciano en el cementerio de San José.

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