Lo de la amnistía: hipocresía a chorros

Lo de la amnistía está más sobado que el rosario de una monja de clausura. El PP ha montado y vivido durante meses de la trifulca, el tumulto y la teatralización, a pesar de que según el CIS, la amnistía ocupa el lugar treinta en la preocupación de los ciudadanos. El PP había mordido presa y no soltaba, llevando incluso este asunto interno de España al Parlamento Europeo.

Mientras tanto, el juez proPP, García Castellón, actúa como un justiciero tratando de cazar a Puigdemont, como si este fuera un conejo y el juez tuviera una chistera sin fondo.

Ante las amenazas de Junts de contar “algo”, Feijoo se ha visto en la coyuntura de contarlo él mismo. Por supuesto, minimizando y quitando importancia al hecho de que se vio con los independentistas y que trataron de llegar a acuerdos para que estos le dieran los 7 votos. Es decir, lo mismo que achacan a Pedro Sánchez. El señor Feijoo: hoy blanco y mañana negro.

Lo más jocoso es que este giro de guion ha dejado a un ejército de opinadores y medios conservadores en la estacada. Los que se han subido a la exageración del “esto es terrorismo”, “el Estado está en entredicho”, “la justicia está secuestrada” y otras lindezas, todos esos tertulianos, gente que habla por no callar, que parlotea en todos los foros que han colonizado de la tele, que apabullan con sus consignas diarias, consensuadas con los asesores del PP. Todos han quedado con el culo al aire.

Todos han ido a comprar un gobierno, ¡pues claro! Pero yo quiero pensar que lo mejor de esto es que el fin último sea pacificar de una vez el “conflicto catalán”, porque ya está bien de tener esa espina clavada en las neuronas de los ciudadanos. Está claro que cualquier partido que quiera gobernar a nivel estatal ha de contar con los partidos independentistas y no pasa nada por admitirlo. Tarde o temprano hay que resolverlo con la política.

¡Que se acabe ya la pantomima! No nos molesten más con la amnistía de los santos cojines. Que unos se pongan a gobernar y los otros a hacer oposición, que hay que comer, trabajar y pagar cosas de la vida.