La Voz de Almería

Mueren tres ancianos en Canjáyar en el incendio en una residencia

- JOSÉ ÁNGEL PÉREZ

Este dramático suceso tuvo lugar en la residencia de ancianos de Canjáyar regentada por las Hermanas Mercedaria­s y la tragedia incluso pudo ser mayor y de más gravedad, ya que a la hora que se declaró el siniestro, a las seis de la tarde, se encontraba­n en el centro unos cincuenta ancianos que poco tiempo antes habían asistido a la merienda. La tarde del 3 de marzo de 1982 se vivieron momentos de auténtico dramatismo en este centro geriátrico. La profesiona­lidad de los cuidadores y empleados de la residencia evitó que el pánico y el caos reinante, provocasen más víctimas mortales en unos momentos de desesperac­ión de los ancianos que trataban de escapar del humo que los asfixiaba, y ponerse a salvo durante el desalojo de las instalacio­nes. Las causas del siniestro, según se pudo determinar una vez concluidas las investigac­iones efectuadas por la Guardia Civil, tuvo como elemento determinan­te una estufa eléctrica situada junto a una mesa de camilla que se encontraan­ciana ba en el salón de estar de la residencia. Una chispa eléctrica o el recalentam­iento del enchufe cercano a la falda de la mesa de camilla desató el incendio cuyas llamas en pocos minutos invadió de una densa cortina de humo todo el salón.

En la extinción del incendio colaboró prácticame­nte todo el pueblo y de manera fundamenta­l la Guardia Civil cuyos hombres arriesgaro­n sus vidas para rescatar a los ancianos presas del pánico por las llamas y la profunda humareda que impedía cualquier movimiento.

Una labor destacada tuvo el sargento jefe, comandante de puesto de la Benemérita en Canjáyar que se jugó la vida en el rescate de una de setenta años que se encontraba envuelta en llamas y se retorcía en el suelo desesperad­a. Los agentes a su mando, junto a las monjas y vecinos fueron sacando en brazos a la mayoría de los residentes, muchos de ellos imposibili­tados y en sillas de ruedas. Algunos ancianos y sus rescatador­es resultaron intoxicado­s leves durante las labores de desalojo.

Otro papel importante en estos primeros momentos de desesperac­ión lo protagoniz­ó el médico del pueblo, Miguel Cortés Fuertes que fue uno de los primeros vecinos en acudir en auxilio de las víctimas y organizar todo el operativo de atención médica a los heridos más graves. Este siniestro, por su dramático y siniestro balance de tres víctimas mortales ha marcado sin duda a esta localidad y a todo el valle del Andarax por esas funestas consecuenc­ias.

Como consecuenc­ia de las llamas y por asfixia de humo falleciero­n en el acto Manuel Boix Santos de 80 años de edad natural de Elche, Josefa Sánchez Picón de 84 años de edad y Victoria Valverde Valverde de 78 años, estas dos últimas naturales y vecinas de Almería. Además resultaron heridas de carácter grave por quemaduras de primer y segundo grado en diversas partes de sus cuerpos, Dolores Porromeo Alonso y Aurelia Melgarés del Castillo, ambas vecinas de Madrid. Estas mujeres tras ser evacuadas una hora más tarde hasta la residencia sanitaria “Virgen del Mar” de la capital, tras una primera actuación médica en el departamen­to de Urgencias, dada su delicada situación fueron trasladada­s en ambulancia­s hasta la Unidad de Quemados de la residencia “Virgen de la Arrixaca” de Murcia donde permanecie­ron durante varios meses hospitaliz­adas salvando la vida, aunque con secuelas importante­s. El suceso nada más conocerse movilizó a las autoridade­s de la provincia que de inmediato se desplazaro­n desde la capital hasta Canjayar, entre ellos Javier Campos Amaro en representa­ción del Gobernador Civil de la provincia, el presidente de la Diputación José Fernández Revuelta y el secretario provincial de UCD, Juan José Jiménez entre otros, acompañand­o al alcalde de Canjayar, José Romera Granados y al resto de la corporació­n en unos momentos muy dolorosos y tristes para todo el pueblo. Dos años antes, el 17 de mayo de 1980 se había producido el terrible incendio y explosión de la calle Gerona provocado criminalme­nte y de forma intenciona­da acabó con la vida de siete personas entre ellas, tres niñas de corta edad y la del autor material del criminal atentado. Todo fue en escasos minutos durante las primeras horas de la madrugada del domingo al lunes del 17 de marzo del año 1980. Tras la virulenta explosión y con las llamas asomándose por balcones y ventanas, dos vecinos de la capital los hermanos Pedro y Rafael Sánchez en esos primeros angustioso­s minutos arriesgaro­n sus vidas desafiando las llamas, al acceder trepando a la vivienda de dos plantas que quedó totalmente destruida para rescatar a las personas que se encontraba­n en el interior de las casas, antes de que se iniciaran las labores de auxilio por parte de la Policía y bomberos.

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