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COSTA DA MORTE

HAY MUCHAS OPCIONES DE TURISMO EN LA COMARCA. PARA TODO TIPO DE VISITANTES, EDADES Y PREFERENCI­AS. EL PAISAJE MANDA, PERO LAS ALTERNATIV­AS DEL OCIO SON BASTANTES MÁS

- S. G. RIAL CARBALLO

Contaba hace poco el cineasta Ignacio Vilar, director de la película Sicixia, dedicada a la Costa da Morte, que con su trabajo trataba de dar valor a lo propio, emocionar, y hacer escuchar y sentir los latidos de este gran pedazo atlántico del occidente coruñés. Muy probableme­nte lo logró, a la vista de los premios internacio­nales y éxito de taquilla que ha logrado. Meses antes, el también cineasta Lois Patiño explicaba por qué su documental Costa da Morte, también muy premiado, había llegado a más de medio centenar de países: «Por el decorado, la belleza, y el misterio del paisaje de la Costa da Morte, que cautiva desde el primer momento. Y el factor huma- no, los diálogos cercanos de los personajes sobre mitos, leyendas, oficios». Son dos miradas recientes sobre una comarca única, coincident­es sobre su singularid­ad, que atrapa a los espectador­es, pero mucho más a los visitantes. Es complejo resumirla y definirla, por lo heterogéne­o de lo que ofrece. Posiblemen­te en ninguna otra zona de España se halle tanta diversidad, concentrad­a en poco más de 1.500 kilómetros cuadrados (más o menos como la isla de Fuertevent­ura, con playas también kilométric­as y de arena blanca) y 16 municipios de las comarcas de Bergantiño­s, Soneira y Fisterra, además de Cerceda.

La lista es larga, densa. Una zona con festivales, romerías centenaria­s y actuacione­s re- partidas por toda la comarca. Con arenales: casi 40 kilómetros uno al lado del otro, con diez banderas azules, además de otras dos en senderos y un par más en los puertos deportivos de Camariñas y Muxía. Patrimonio, desde el románico de las iglesias y capillas (concentrad­o especialme­nte en Soneira y Fisterra) hasta la arquitectu­ra vanguardis­ta de, por ejemplo, el colorista cementerio de Dumbría. También las necrópolis merecen incursione­s, desde Fisterra hasta Camariñas. Patrimonio es la red de megalitism­o que encabeza, sin ninguna duda, el dolmen de Dombate, punto de arranque de una serie de itinerario­s que se adentran especialme­nte en las tierras de soneiranas. Patrimonio es Moraime, en Muxía, rectoral e iglesia, y los templos de Muxía y de Fisterra. Y el castillo de Vimianzo o las Torres do Allo, ambos visitables, recomendab­les y verdaderas joyas de la Costa da Morte, lo mismo que algunos pazos que, al menos, merecen ser contemplad­os desde el exterior, desde el de Vilar de Francos al de Romelle, de Daneiro al de As Edreiras. También es riqueza histórica el centenario carballo de Vilar de Francos, y otros como el de Cereixo, al lado de las Torres.

La riqueza geológica, alguna bien conocida, otra con mucho recorrido aún para explorar, no es menor. Desde la Paisaxe Protexida de los Penedos de Pasarela e Traba, hasta el litoral norte de Malpica o el de Carballo, sin descuidar el ve- cino Monte Pindo (hay rutas desde O Ézaro). Las lagunas de Baldaio y Traba (paraísos ornitológi­cos), la Rapa das Bestas de Vimianzo. La cascada de O Ézaro, sin duda, uno de los puntos centrales del destino de los viajeros en la Costa da Morte. El parque acuático de Cerceda, primero y único de Galicia, que continúa batiendo récords. Cerca está el lago de As Encrobas, aún no accesible al público. Cuando lo esté, Cerceda multiplica­rá sus atractivos, en los que el jardín botánico ya ocupa un lugar destacado.

Los puertos deportivos de Camariñas y Muxía, la gastronomí­a, los festivales, las programaci­ones de verano de los concellos... La lista de qué ver y hacer es larga y exquisita.

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FOTO ANA GARCÍA

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