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RINCONES QUE SUELEN PASAR DESAPERCIB­IDOS

TODO LO QUE APARECE EN LA GUÍAS HAY QUE VERLO, PERO NO SOLO ESO: LA COSTA DA MORTE ESTÁ PLAGADA DE RINCONES POCO CONOCIDOS QUE MERECEN UN ESFUERZO SUPLEMENTA­RIO DEL VIAJERO.

- S. G. RIAL CARBALLO

Las caminatas, además de ayudar a la salud, permiten descubrir lugares de extraordin­ario encanto, sobre todo cuando están bien diseñadas. Desde el Camiño dos Faros hasta las que organizan concellos y entidades, todas son una buena manera de adentrarse en los numerosos aspectos del alma de la Costa da Morte, de su historia y de su paisaje. Son decenas, cientos. La Casa do Camiño, por ejemplo, un impactante pazo abandonado en medio del monte entre Chafarís y Bedán (A Pereiriña, Cee), al lado del que fue un camino real. Un espacio que evoca conjeturas y leyendas, como las que se pueden imaginar al lado de tantas cascadas que no tienen precisamen­te un aparcamien­to al lado. Las de Cambeda, en Vimianzo. El Pozo da Señora, en O Couto, Ponteceso, ligada a la obra pondaliana. Los petroglifo­s, un gran museo de arte rural tan poco conocido, con sorprenden­tes grabados en los montes de Corme, Berdoias-Vimianzo, Dumbría o Laxe. Las Pedras Abaladoira­s, algunas difíciles de encontrar, pero otras, como las santas de Fisterra, no tanto. Las vistas: hay decenas de miradores que quitan más que el hipo y permiten buenos paseos. El Monte da Nave, en Fisterra; O Son, entre Corcubión y Cee; el Alto da Cruz, en Dumbría. El Faro de Vimianzo, y el Neme (visita necesaria a sus aguas verdes), y el Pico de Meda. Y el Cedeira, junto a Rodís, en Cerceda, donde se concentran curiosos penedos: alguno recuerda a la circular Mazafacha del Xalo, en Meirama. Los dos Montes Branco, el del Ponteceso accesible, el de Camariñas con todo el cuidado que precisa su imponente duna, y que no siempre se respeta. Hay otras maneras de ver el mar, gracias a la iniciativa privada: bordear la bahía de Fisterra y parte del Cabo con ventana inferior; submarinis­mo en la misma zona, kayak a los pies de la cascada de O Ézaro. Incluso parapente desde los altos de Razo. Penetrar en furnas en la costa norte de Malpica y la oeste de Carballo. Contemplar la playa de Baldaio, y la laguna, desde el solitario banco de Lema. Ascender al mirador de San Bartolo, en Salto-Vimianzo; al de Santa Marta, en A Laracha, y ver medio Bergantiño­s, con el mar al fondo, e imaginar el otro medio. Serpentear por el enorme paseo de Cabana y su Rego dos Muíños. Ascender sin aliento a la Torre de Brantuas, en Ponteceso, y sentir cómo se mueve. Conocer las ribeiras del Anllóns, las del Grande, de Baio hasta A Ponte do Porto; las del último tramo del Xallas. Los viejos molinos de A Ameixenda, la llanura en la cima de Miñóns, en Dumbría. Bordear la península de Touriñán, penetrar en el jardín centenario del Fernando Blanco de Cee. Ascender y bajar por la Ribeira da Pena, entre Carballo y Cerceda. Moverse todo lo posible, que no es mucho, por el bosque impactante de Daneiro, en Zas. Y, ya puestos, usar las nuevas áreas de autocarava­nas, una vieja demanda tan necesaria, que por fin despega: cinco ya funcionand­o en A Laracha (dos) Ponteceso, Fisterra, Muxía, y en breve, Dumbría. Una buena manera de acercarse a esos lugares que se escapan de los mapas.

 ?? FOTO JOSÉ MANUEL CASAL ?? Pozo da Señora o de Lagares, en O Couto, Ponteceso. Una cascada ligada a leyendas y literatura.
FOTO JOSÉ MANUEL CASAL Pozo da Señora o de Lagares, en O Couto, Ponteceso. Una cascada ligada a leyendas y literatura.

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