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CALDAS, VILLA TERMAL
EL MUNICIPIO ES TRADICIÓN BALNEARIA, PERO NO QUIERE VIVIR SOLO DEL PASADO. VECINOS, TURISTAS Y PEREGRINOS QUE RECALAN ESPERAN POR UNAS POZAS.
Caldas de Reis vive del agua. La de un castigado pero resistente río Umia, y la termal de sus dos históricos balnearios, el Dávila y el Acuña. Sitio de paso para muchos peregrinos en su ruta hacia Compostela, el Concello apostó hace varios años por aprovechar el tirón de la vía portuguesa. Caldas no dispone de albergue público, pero sí de iniciativas privadas para acoger a los caminantes. Conocer la carballeira y el parque jardín, sumergirse en el sendero que lleva hasta la cascada de Segade o tomarse un tentempié a orillas del Umia bien merece dedicarle una o dos jornadas.
La oferta se completará antes de que acabe este 2018 con unas pozas o piscinas al aire libre en la finca municipal A Tafona. En ese proyecto lleva batallando varios años el Ayuntamiento, que cree firmemente que contribuirá a la dinamización turística de la localidad y al desarrollo local. No exento de polémica, se inspira en iniciativas como las de Ouren- se. La obra de las pozas y de los vestuarios está avanzada. Resta un tramo de la canalización del agua y todo el ajardinamiento exterior. El lluvioso invierno no ha ayudado, pero Caldas confía en poder estrenar esas piscinas antes de cambiar de año. La gestión de las instalaciones está todavía sin decidir, pero sí se sabe que su uso no será gratuito.
La recuperación y puesta en valor de espacios históricos está detrás de la compra de la finca de Fenosa en Segade, en la parroquia de San Andrés, que alberga las ruinas de la antigua central hidroeléctrica o fábrica de la luz. Aunque el espacio ya merece la pena ahora, la intervención paisajística futura que dirigirá Isabel Aguirre contribuirá a destacar un paraje cuya belleza sigue en pie a pesar de la construcción del embalse del Umia.