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El verde encanto del Verdugo
Un sendero azul de 8 kilómetros remonta un río que invita a la imaginación
El río Verdugo es el alma de Ponte Caldelas, un espejo de aguas cristalinas sobre el que se refleja el verde de los árboles de sus orillas y una joya por descubrir en el interior de la comarca de Pontevedra. En el país de los mil ríos, como Álvaro Cunqueiro denominó a Galicia, el Verdugo se abre camino como uno de sus referentes más singulares, ofreciendo a los aficionados a la naturaleza, a los pescadores —este es un río troiteiro— y a los vecinos en general una oportunidad de disfrutar de una jornada de descanso y tranquilidad, a menos de media hora en coche de la ciudad de Pontevedra.
Al llegar a Ponte Caldelas, vale la pena aparcar el coche y recorrer la villa a pie, fijándose en el inconfundible sabor de la arquitectura indiana, vínculo entre los caldelanos de aquí y la numerosa colonia que vive al otro lado del Atlántico. El sendero azul del río Verdugo comienza en uno de los extremos del casco urbano, donde se alzó un balneario que el Concello prevé relanzar con un edificio de nueva fábrica e innovadores servicios. Ese será el futuro, pero el presente ya es de por sí espectacular. El Verdugo, cuando está tranquilo, permite remontar a pie un paseo que llega a un puente de madera, que une el casco urbano con el área deportiva de Chan da Barcia. Suba y hágase fotos a ambos lados, pero seguro que el puente de piedra, un hito de la Ruta medieval do Viño, atraerá en seguida todas las miradas. El paseo permite atravesar este puente por arriba y por abajo y se presta a docenas de instantáneas.
A continuación, el paseo fluvial prosigue hasta la playa de A Calzada, cuyas sonaras cascadas en verano ceden su protagonismo a un agua remansada que invita al baño. Aguas arriba de A Calzada el sendero se interna en el bosque, con una vegetación exuberante, propia de los climas atlánticos y fácil de
A Calzada. entre los árboles.
transitar, siempre que se vaya con un calzado adecuado.
La ruta sigue por un camino tradicional, la corredoira de Sorreira, y el viandante avanza a la sombra de los carballos y los helechos. Es un trayecto que bien evoca al Bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez, donde la imaginación puede correr completamente libre.
Se alcanza entonces uno de los puntos más emblemáticos del itinerario: los pasos de piedra de Porta de Abaixo, en los que se desemboca al salir de una galería de carballos y que permiten cruzar el río, si no está muy lleno, a pie y sin mojarse. El trazado sigue sinuoso como los meandros tranquilos del Verdugo, hasta otros pasos, en Portasouto, desde donde poco después se puede emprender el camino de regreso.