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Fisterra se vive desde el mar
El litoral amplifica hasta el infinito las opciones de una tierra única
Fisterra es uno de los municipios más pequeños de la Costa da Morte e incluso de Galicia, con sus apenas 30 kilómetros cuadrados. Pero eso desde tierra, porque domina toda la inmensidad del mar y en estos momentos se convierte en un destino más que indicado si lo que se pretende es disfrutar de unas vacaciones o de unos días libres en un emplazamiento abierto, tranquilo, desbordante de naturaleza y con todas las características para hacerlo con seguridad.
Desde el interior de la ría de Corcubión hasta más allá de la playa de O Rostro, toda la costa fisterrana, con sus seis kilómetros de arenales se presta la realización de actividades de lo más variado: desde sentarse a contemplar la infinitud del océano hasta quemar adrenalina con la actividad deportiva más exigente.
La navegación es, desde luego, la mejor alternativa para gozar de una perspectiva completa e impregnarse de toda la esencia que ha guiado la vida de los pescadores locales y de millones de marinos de todo el mundo a través de los siglos. Desde las tranquilas aguas del interior de la ensenada, que incluso los grandes buques utilizan como refugio, hasta los bajos más exigentes hay escenarios para todos los públicos y niveles.
Pero tampoco es imprescindible un barco para sacarle todo el jugo a Fisterra. Unas buenas botas o unas zapatillas cómodas bastan para descubrir rincones inolvidables. Todo el entorno del cabo, al margen de la magia del faro y sus puestas de sol, está serpenteado de senderos para caminar o incluso para moverse en bicicleta si se cuenta con un mínimo de pericia. Desde el pueblo de Sardiñeiro, en el valle que lleva su nombre, hasta el castro de Castromiñán, al borde mismo del Atlántico, cabe todo: la observación de aves, la pesca costera, el submarinismo y prácticamente cualquier deporte acuático, pero también las actividades en familia más relajadas, empezando por el mismo disfrute de las playas, que las hay también de todas las variedades. La calma de A Langosteira o Sardiñeiro contrasta con la bravura de Mar de Fóra y O Rostro, que muestran todo el poder del mar.
Con un poco más de destreza, y siempre apoyándose en profesionales, también hay vías para descender acantilados, nadar entre oquedades rocosas o surfear a lomos del viento.
Lo único que puede faltar son horas para disfrutar de todo.