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Un apasionado pastiche barroco

● Al frente de su Accademia Bizantina, Ottavio Dantone ofrece uno de los hitos de la ópera barroca grabada, ‘Il Tamerlano’, un pastiche presentado en Verona en el carnaval de 1735

- Pablo J. Vayón

Barroca

VIVALDI: IL TAMERLANO

Solistas. Accademia Bizantina. Ottavio Dantone. Naïve (3 CD).

El maestro del concerto barroco tenía un idilio especial con el teatro. Antonio Vivaldi (1678-1741) es hoy reconocido como el más inf luyente compositor de conciertos con solistas del primer tercio del siglo XVIII. De hecho, consolidó la forma tripartita y el carácter ritornello de sus tiempos extremos, que cualquier aficionado medio es capaz de reconocer en las obras del tiempo, pero el veneciano estaba en realidad obsesionad­o con la ópera. Cuando en 1713 presentó en Vicenza Ottone in Villa, que pasa por ser su primer título lírico, debería de llevar ya algunos años de vinculació­n con los teatros venecianos, especialme­nte con el Sant’Angelo, uno de los más modestos de la ciudad. Al final de su vida, Vivaldi declaró haber escrito más de 90 óperas, aunque muchas de ellas no serían sino pasticcios. De esas 90 obras se conocen 45, de las cuales se conservan en diferentes estados de integridad aproximada­mente la mitad.

El tipo de producción operística de la época favorecía la presentaci­ón de pasticcios, obras que se conformaba­n con aportes de arias de diversos compositor­es (habitualme­nte escritas para otras obras) que luego eran adaptadas, ensamblada­s y engarzadas con recitativo­s en la nueva historia. Haendel produjo muchos pasticcios en sus temporadas londinense­s y Vivaldi los hizo también de forma habitual.

Es el caso del Tamerlano (o Bajazet, que los dos títulos soporta la obra) presentado en Verona en el carnaval de 1735. Vivaldi había desembarca­do en la ciudad tres años antes para la inauguraci­ón de un nuevo teatro construido por iniciativa de la Academia Filarmónic­a de la ciudad, dirigida entonces por el poeta e historiado­r Scipione Maffei, que había trasladado a Verona las inclinacio­nes clásicas de la Academia de la Arcadia de Roma y la reforma del libreto operístico de Apostolo Zeno. Para el nuevo centro estaba previsto poner en música una pastoral de Maffei, La fida ninfa, cuya música se encargó a Giuseppe Maria Orlandini, quien debido a las continuos retrasos en la culminació­n de la obra arquitectó­nica acabó rechazando el encargo, que llegó a Vivaldi.

El veneciano salía así del círculo vicioso de los empresario­s de su ciudad natal para compromete­rse con una institució­n respetable. El éxito de La fida ninfa le permitió a

Vivaldi volver a Verona en años sucesivos. Aunque en 1734 sus proyectos no acabaron siendo elegidos por los filarmónic­os, para el carnaval del año siguiente pudo presentar dos nuevas óperas: Adelaide (partitura perdida) e Il Tamerlano. En ambas, el recurso a la parodia era generoso, aunque si en la primera al parecer la música provenía casi en su totalidad de obras del propio Vivaldi, para la segunda, el compositor utilizó arias propias (de L’Olimpiade, Il Giustino, Semiramide, Teuzzone, Motezuma, Farnace y otras óperas que no han podido ser identifica­das), pero también de tres de los más populares maestros del tiempo, en concreto, Geminiano Giacomelli, Riccardo Broschi y Johann Adolph Hasse.

El libreto de Agostino Piovene había sido escrito para Francesco Gasparini, cuya obra fue representa­da en Venecia en 1711 (y en Verona cuatro años después), pero llegó mucho más lejos, pues fue del que partió Haendel para su obra homónima de 1724, una de las más populares de su catálogo. Vivaldi presentó la obra como de “diversos autores” y escribió ex novo la sinfonía, el cuarteto que cierra el acto II, el coro final y por supuesto los recitativo­s.

Con su Tamerlano para la impresiona­nte Vivaldi Edition de Naïve (este registro hace el volumen 65), Ottavio Dantone y su Accademia Bizantina han dejado uno de los más impactante­s registros de una ópera barroca de la historia del disco. El encendido tono de la interpreta­ción, su enérgica pasión es perfectame­nte compatible con la delicadeza del fraseo y el cuidado de los matices. El elenco responde de forma soberbia por virtuosism­o y expresivid­ad, y conviene citarlo: Bruno Taddia, Filippo Mineccia, Delphine Galou, Sophie Rennert, Marina De Liso y Arianna Vendittell­i. Auténtico festín del mejor canto barroco de hoy.

El encendido tono de la interpreta­ción es compatible con la delicadeza y el detalle

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GIULIA PAPETTI La Accademia Bizantina de Ottavio Dantone.
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