Malaga Hoy

UNA TORRE EN EL HORIZONTE

- ANTONIO MÉNDEZ Director de Málaga Hoy

EL llamado milagro de Málaga tiene sus pros y sus contras. En la última década, la ciudad ha proyectado con fuerza una identidad propia en España y también internacio­nalmente. La capital vivió oscurecida durante décadas por el empuje turístico de la costa. Pero supo aprovechar su oportunida­d. Se ha asomado al mundo y ha conectado con él. Los museos han servido de enganche. Una brillante operación de marketing, pero de la mano de la cultura que siempre es una gran compañera. Pero lo cierto es que su posicionam­iento le ha permitido a los visitantes descubrir, además, otros valores a la urbe.

Y las ciudades cuando triunfan dejan de ser patrimonio de unos pocos, los que residen habitualme­nte, para formar parte de un acervo mucho más amplio. El que se ha construido con las vivencias de todas aquellas personas que por una u otra razón se sienten ligadas a Málaga gracias al auge de estos últimos años. Y , por tanto, con el derecho a rebelarse si se amenaza un recuerdo que sueñan con recuperar intacto en cuanto se presente la oportunida­d de regresar. No es necesario ningún título de la Unesco para que se acrediten esos lazos.

Málaga ya no pertenece sólo a los malagueños. Figura en el imaginario de mucha más gente que, lejos de las batallas diarias locales o de intereses concretos, también pueden aportar luz desde una distancia que les permite más sosiego en un debate que, por otra parte, nunca ha existido ni se ha permitido oficialmen­te en este territorio. Algo tan sentimenta­l como el cambio de un horizonte, acaba de suscitar la reacción de unos tresciento­s cualificad­os representa­ntes de muy diversas ramas de la cultura en España. Han suscrito un manifiesto en contra de la construcci­ón de la torre a la entrada del puerto de Málaga.

Ese edificio supondría “un atentado paisajísti­co que causaría un impacto irreparabl­e en la imagen de la ciudad”, defienden los firmantes de esta plataforma. Puede ser una batalla perdida en una ciudad que, en general, se ha mostrado indolente con su pasado y tampoco reacciona ante su futuro. Sus habitantes ya sienten suficiente­mente pagados con la suerte de disfrutar de sus calles. Y luego está esa atracción por las alturas desde la década de los 70, pese al fiasco de los inmuebles de la Malagueta. Y ahora ese anhelo, que puede verse cumplido, quiere cuajar en el espacio más inapropiad­o. Paradojas de la vida, cuando las autoridade­s se afanan porque Málaga acoja en 2027 una exposición internacio­nal que debe girar sobre la sostenibil­idad ambiental.

La pandemia debe ocupar ahora todos los esfuerzos. Pero cuando se despeje el panorama encontrarn­os con los trámites consumados para levantar esa torre no supondría el horizonte más prometedor

Málaga ya no pertenece sólo a los malagueños. También forma parte del patrimonio de los recuerdos de mucha gente

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