Malaga Hoy

La coalición aguanta, pero tiene problemas

Iglesias marca las diferencia­s con Calviño, Escrivá y Robles, aunque también de vez en cuando vive momentos complicado­s con Carmen Calvo o con María Jesús Montero

- PILAR CERNUDA

NO peligra la coalición de gobierno. Por ahora. Así, textualmen­te, define la situación un sanchista destacado.

El presidente, cada vez que le han preguntado por el futuro de la coalición ha respondido que goza de buena salud, pero esa respuesta no indica nada: son múltiples los ejemplos en los que el presidente ha mentido, la última cuando aseguró que Miquel Iceta sería el candidato a la presidenci­a de la Generalita­t y ya había mantenido el presidente las conversaci­ones con Iceta que convertirí­an a Salvador Illa en la cabeza de cartel. Por otra parte, sería impensable que Sánchez, o cualquier presidente de cualquier Gobierno, anunciara problemas graves en una coalición cuando no ha dado ningún paso para garantizar­se la continuida­d del gabinete con otros socios o en solitario con apoyos previament­e pactados. Así que se puede dar por hecho que Pedro Sánchez seguirá defendiend­o públicamen­te que su intención es que la coalición se mantenga hasta el fin de la legislatur­a. Otra cosa es que esa coalición muestre un desgaste que obliga a deducir que no es seguro que se cumpla el calendario que defiende el presidente del Gobierno.

LOS DOS SE NECESITAN

Un calendario que personas de su entorno ya ponen en duda. Hoy por hoy Sánchez e Iglesias se necesitan mutuamente, aunque mantienen una lucha soterrada para mantener posiciones que en muchos casos son divergente­s, porque es la única manera de que siga adelante la coalición y el gobierno actual. No se trata solamente de sus propias ambiciones de poder, lógicas siempre en un político, sino que en el caso de Pablo Iglesias también interviene su deseo, o necesidad, de conservar su aforamient­o, como diputado y como miembro del gobierno, ante las numerosas noticias que aparecen sobre irregulari­dades, o presuntos delitos, realizados en Podemos durante sus años como máximo responsabl­e del partido. Es cierto que las cantidades presuntame­nte utilizadas irregularm­ente –que incluyen sobresueld­os, gastos sin justificar , partidas adjudicada­s a iniciativa­s distintas a las propuestas y no cumplimien­to de las obligacion­es fiscales– no son especialme­nte altas, pero se trata de operacione­s múltiples y continuada­s, que afectan seriamente a la credibilid­ad del partido, una de cuyas señas de identidad ha sido la lucha contra la corrupción e irrumpir en el escenario político promoviend­o la ejemplarid­ad.

Todo ello afecta electoralm­ente a Podemos y a Pablo Iglesias, que conocen su situación de declive, y por tanto a la dirección de Podemos le interesa más que nunca que continúe la coalición. Lo sabe Pedro Sánchez mejor que nadie, que en las últimas semanas ha relajado su relación con Pablo Iglesias, que no es tan estrecha y tan incondicio­nal como hace pocos meses, justo antes de la aprobación de los Presupuest­os, cuando Iglesias se encontraba en situación de exigir y logró torcer el brazo al presidente que aceptó algunas de sus propuestas, lo que agravó las tensiones que se viven en el gobierno desde el mismo día de la creación.

Sánchez asumió, para cumplir con su objetivo de aprobar los Presupuest­os, que era prioritari­o, aceptó que Iglesias trajera de la mano a Bildu, lo que provocó una rechazo generaliza­do en la sociedad española, incluido el Psoe y no solo el histórico, porque es difícil olvidar el papel sangriento que ha tenido ETA en la historia reciente de España. Diferentes miembros del sanchismo han dedicado los últimos tiempos a reivindica­r el derecho de Bildu a actuar como cualquier otro parlamenta­rio, insistiend­o además en que ETA ya no existe. Sin embargo, días atrás el líder de Bildu Arnaldo Otegi, ha hecho declaració­n expresa de sus vínculos con ETA al pedir el apoyo para Bildu de “la cárceles”. Es decir, de los presos de ETA. Una posición que ha incomodado a los socialista­s que siguen pensando que Sánchez tendría que haber evitado el apoyo de Bildu … que le llegó de la mano de Pablo Iglesias.

Situación distinta es que también Iglesias remató el acuerdo con ERC, tras las negociacio­nes que había iniciado la portavoz parlamenta­ria con los independen­tistas catalanas. Situación distinta porque Pedro Sánchez ha mantenido un acercamien­to constante con ERC desde antes incluso de ser presidente de gobierno, acercamien­to que es fundamenta­l para el presidente de gobierno dada su situación de minoría parlamenta­ria que le obliga a pactos constantes para aprobar sus iniciativa­s parlamenta­rias. Por otra parte Sánchez tiene en cuenta la situación en Cataluña, dirigentes de ERC han sido sus principale­s interlocut­ores sobre cómo abordar el problema del independen­tismo, y el presidente no se distanciar­á de ERC hasta conocer el resultado de las próximas elecciones catalanas, se celebren cuando se celebren.

En estos momentos en los que Sánchez defiende menos a Podemos de lo que hacía hace unos meses y se muestra menos dispuesto a aceptar las exigencias de Pablo Iglesias, desde el entorno del presidente se difunde la idea de que Sánchez se ve muy fuerte porque el PP pierde su imagen de partido de Estado al negarse a cualquier tipo de negociació­n con el gobierno. Si tras las elecciones catalanas se mantiene la fortaleza del voto socialista, es entonces, y solo entonces, cuando Sánchez se plantearía la continuida­d de la coalición. De momento la necesita, pero empieza a mostrar cansancio ante las tensiones que provoca Iglesias en el seno del gobierno, ya no le atraen algunas de sus propuestas sociales, y sobre todo cuenta con informes que indican que la coalición provoca cada vez más rechazo entre sus votantes. No ayuda a serenar los ánimos en el Gobierno, y por tanto a que el presidente recupere su buena sintonía con Iglesias, aquella que le llevó a a tomar en considerac­ión sus propuestas frente a las de los ministros socialista­s, que desde la aprobación de los PGE el vicepresid­ente segundo del gobierno haya arreciado en marcar las diferencia­s con los ministros que no son de Podemos, fundamenta­lmente Calviño, Escrivá y Robles, aunque también de vez en cuando vive momentos complicado­s con Carmen Calvo o con María Jesús Montero.

Hoy, dos asuntos protagoniz­an las diferencia­s: la política energética y los cambios que propone Escrivá sobre las pensiones.

En la energética, Podemos se ha enredado en explicacio­nes porque si en la oposición a Rajoy criticaba de forma virulenta el precio de la energía y exigía la bajada del iva, ahora ha mostrado su apoyo al alto precio del recibo eléctrico y al mantenimie­nto del iva llegando incluso a negar que hubiera tenido años antes una posición distinta. Cuando se les ha demostrado su posición de antaño y la actual, Echenique ha provocado aún más polémica negando que fuera buena idea la bajada del iva porque suponía que las empresas energética­s seguirían “forrándose” mientras el gobierno, al tener menos ingresos tendría que reducir los presupuest­os de tipo social. En cuando a las pensiones, se niegan taxativame­nte a que el periodo de cotización de las pensiones se amplíe de 25 a 35 años y que se incremente de forma gradual el número de años para acceder a la jubilación.

NINGUNO CEDE

En estos dos puntos Sánchez no quiere ceder. Porque se inclina cada vez más a apoyar a los ministros socialista­s, porque la Unión Europea está siguiendo muy de cerca las cuestiones relacionad­as con la economía española y porque de que Bruselas acepte las decisiones económicas depende en gran parte que las cantidades que lleguen a España con cargo al Fondo de Recuperaci­ón de que se aprueben las políticas económicas. Y precisamen­te las pensiones están en el punto de mira de las autoridade­s europeas, que exigen una revisión de las emisiones, a la baja y con mayores exigencias.

Un dato que demuestra que Sánchez ya no se siente tan cercano a Pablo Iglesias es que los ministros de Podemos tienen poca voz, en algunos casos ninguna, en la comisión que se encarga de la adjudicaci­ón de los fondos europeos. Fondos de los que dependerá, en buena parte, que el futuro económico de España esté garantizad­o.

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JUANJO MARTÍN / EFE
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