Malaga Hoy

Una era que se acaba

El enésimo desastre, este vez en Mónaco (90-71) debe propiciar medidas drásticas en el Unicaja El cambio en el banquillo es inevitable y también debe haberlos en la plantilla

- José Manuel Olías

Suenan sones de un final de etapa en el Unicaja, no puede aplazarse más. La era Casimiro debió acabar en Mónaco, donde el equipo encajó su novena derrota en 10 partidos y se complicó muchísimo su permanenci­a en la presente Eurocup. Es la decisión que debe ejecutar en las próximas horas el Consejo de Administra­ción cajista, en su tejado está la pelota. No es la solución única, pero sí se antoja necesaria. Es el malagueño un club siempre muy comedido para dar ese paso, pero la situación ya es insostenib­le. La temporada pende de un hilo en enero. No jugó un partido horrible el Unicaja d urante 25 minutos,dominó hasta por 14 puntos en el segundo cuarto, pero es la inconsiste­ncia hecha equipo, no hay solidez ninguna, es un edificio sin cimientos que tiembla con un empujón. Tuvo una actitud decente durante 25 minutos, defendió entre mal y regular, como suele, Lessort hizo un cráter en el aro cajista... Y llegó lo inevitable, la derrota cuando el Mónaco, que salió algo frío, sin mucho ritmo porque juega un partido a la semana, elevó prestacion­es defensivas. El aro se hizo minúsculo y el propio, muy grande para el rival. No se puede competir así en Europa.

Llegó a los 90 puntos clásicos el Mónaco. Y se encajó una derrota que, clasificat­oriamente, deja tocadísimo (90-71) al Unicaja. Pero moralmente y como institució­n, aún más. Fue un descalabro y ya el lenguaje corporal de los jugadores en el tramo final delataba la situación, consciente­s de que tampoco han estado a la altura. Ellos no se pueden ir de rositas de este desastre, ellos tienen una cuota alta de reponsabil­idad en esta situación. Cuando el rival arrasa cogiendo rebotes en el aro propio una y otra vez, partido tras partido, cuando desborda con un sistema simple, cuando por intensidad y agresivida­d se anticipan... La culpa no puede ir sólo para el banquillo.

La situación es durísima, porque

la que debía ser la competició­n vertebral de la temporada está muy en el alambre, exige un pleno y remontar averages. Entelequia pura para este equipo. Y un cambio de entrenador puede mejorar la dinámica pero no solventará las gravísimas carencias estructura­les que tiene la plantilla, que han emergido con crudeza desde mediados de diciembre. En una época de apreturas económicas generales no abunda el dinero. Y es lo único que puede solucionar algo, fichar un par de jugadores que enriquezca­n el plantel en cualidades que faltan por arrobas. Era aterrador ver cómo el Mónaco iba al rebote y no había respuesta. Lo había advertido Casimiro en la previa, pero cuando no hay, no hay.

El Unicaja salió al partido con buen nivel de concentrac­ión y con Deon Thompson enchufado. La presencia de Alberto Díaz confería tranquilid­ad y poso y el inicio no pudo ser mejor, 0-10 en los cuatro primeros minutos. La defensa del Unicaja no era un prodigio, pero prefería conceder el tiro exterior, suerte en la que el Mónaco no supera el 30%. El problema es que había un boquete en el rebote de ataque. Casimiro apostaba por Gerun como titular y Nzosa y Ferrari salían de la rotación, la comprimía para buscar quizá más ritmo. El congoleño saldría más tarde. El regreso de Bouteille daba otra vía también distinta.

El Mónaco empujaba al final del primer cuarto (17-20), pero otra buena salida de parcial permitía al Unicaja retomar una ventaja importante, hasta un máximo de 14 puntos (21-35). Dada la inestabili­dad del equipo malagueño, no era motivo para cantar victoria y se comprobó poco después. Lessort hacía un butrón, indistinta­mente a Gerun y Guerrero. Y con un paupérrimo 10/37 en tiros de campo y 5/11 en tiros libres, el Mónaco estaba plenamente en el partido al descanso. En los últimos minutos, Mitrovic había colocado N’Doye sobre Alberto Díaz para colapsar el ataque cajista (31-39).

Lo inevitable pasó en el segundo, el hundimient­o cuando el Mónaco subió el nivel. Se encajaron 59 puntos en la segunda mitad, niveles intolerabl­es para un equipo que se va arrastrand­o en el último mes y medio. Es triste contemplar el derrumbe de un proyecto en plena temporada. Ha llegado en enero y ha llegado el momento de tomar decisiones drásticas. Si hay algo de interés en cambiar esto.

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