Pocos acuden a los servicios de ayuda psicológica que les ofrecen
El presidente del Colegio de Enfermería de Cádiz, Rafael Campos, afirma que “ya se está hablando de otra pandemia de traumas psicológicos entre nuestros sanitarios, y cada vez son mas frecuentes los colegiados que nos llaman solicitando apoyo y ayuda emocional”. Los hospitales de Cádiz y Puerto Real cuentan con un programa para prestar apoyo emocional, a través de las unidades de Salud Mental, a los profesionales que trabajan directamente con los pacientes Covid. El Colegio de Médicos de Cádiz también tiene un programa específico de ayuda para los facultativos. El responsable de Salud Mental del Hospital de Puerto Real, Eulalio Valmisa, explica que lo que ofrecen en su cetro es un apoyo emocional, “pero no porque consideremos que tienen una enfermedad mental, sino para que no se sientan solos, que sepan que hay otros compañeros que quieren ayudarles para que estén en las mejores condiciones para poder atender a los pacientes, y para prevenir una futura enfermedad”. En el hospital Puerta del Mar de Cádiz hay un servicio similar, pero sus responsables reconocen que la demanda de esta ayuda está siendo mucho menor de la que esperaban. “Los profesionales no son conscientes del impacto que esta situación está teniendo en sus vidas y en sus emociones. Piensan que están agobiados, pero que no requieren un apoyo y por eso, habitualmente no van a buscarlo. También hay gente que no se atreve a reconocer que está afectada”, argumenta Valmisa, quien comenta que en su hospital, ha ido más personal de enfermería a solicitar ayuda que los médicos. / P. H. MATEO muy tocados. Por eso, la segunda ola, y mucho más la tercera, los coge ya sin fuerzas. Ellos son, en muchos casos, la puerta de entrada al sistema sanitario, por lo que toda precaución es poca. Eso ha supuesto que, por la naturaleza de su trabajo, se hayan convertido en contactos estrechos de positivos y tuviesen que someterse, en más de una ocasión, a aislamientos domiciliarios o directamente bajas por contagio. “El trabajo lo hacemos como siempre, intentando dar el mejor trato porque para eso estamos y nos encanta nuestra profesión, pero son muchos meses de arrastre y llega un momento en el que necesitamos parar para tomar aire y no podemos. Una ola va detrás de otra y estamos permanentemente en alerta”, dice Quino.
El crecimiento de la pandemia lo vemos en las actualizaciones que cada día ofrece la Consejería de Salud y Familias, pero Aurora Salvador, médico de Urgencias en el Hospital de Puerto Real y una de las personas que atiende el circuito respiratorio, lo ve con sus propios ojos en cada turno. Desde que se estrenó como profesional en 1996 siempre ha trabajado con serenidad, pero ahora reconoce que entra el circuito respiratorio y se pone “como una moto”. También considera que es el peor momento de todos sus años como profesional. En febrero, tenía mucho miedo y mucha incertidumbre porque no sabían nada del virus. “Me hacía gracia cuando entonces hablaban de ‘los expertos’ porque nadie lo era. Serían expertos en otros virus, pero no en este que era un completo desconocido”. Entonces había días que se bloqueaba y otros en los que sentía que sacaba lo mejor de ella. Son los dos extremos de trabajar bajo una presión, hasta entonces inédita.
También fue en ese momento cuando empezaron a sentir una carga emocional de la que no se han librado aún. Afloraba el temor de llevar el virus a casa, de contagiar a la familia, y éste iba creciendo al mismo ritmo que crecían los contagios entre sanitarios. Entonces se vivía una primera ola, que en Andalucía no fue tan cruel como en otros puntos de España, y cuando ésta empezó a controlarse pensó que las medidas funcionaban, que los protocolos que cambiaban continuamente daban resultados y también que tenía mayor seguridad a la hora de atender a los pacientes. Por eso, la segunda oleada fue de enfado. “En verano nos relajamos demasiado. Creo que el turismo contribuyó mucho porque atendí en julio y agosto a mucha gente de otras comunidades y, claro, en septiembre ya estábamos de nuevo en una nueva cresta de la ola”.
La segunda ola llegó cuando el personal aún no se había recuperado de la primera. Muchos profesionales vieron como quedaban anulados sus permisos y vacaciones y como los equipos de protección volvían a ser indispensables en cada paso que daban. “Sentimos mucha frustración por empezar todo de nuevo, por revivir todo lo que habíamos pasado. Es cierto que lo hacemos con más conocimiento y más material, lo que da tranquilidad, pero es inevitable la sensación de derrota, de que no hemos aprendido, de suspenso”, describe Aurora Salvador. Ahora, ni tan siquiera ha habido descanso ni vacaciones, aún no se había doblegado la curva de la segunda ola cuando ya estábamos empapados por la tercera. “Otra vez igual. No aprendemos”. Miedo en la primera, enfado en la segunda y tristeza en la tercera.