‘Pasapalabra’ despide esta semana a un concursante de su pareja
La temporada de la serie de Pablo Díaz y Luis de Lama en Pasapalabra concluye en la semana entrante, según desvela en una promoción Antena 3. Los dos concursantes, la pareja del juego de Roberto Leal, ya forman un historia de por sí, con sus continuos duelos y sus caracteres tan diferentes. Para los millones de espectadores que juegan con ellos a las pruebas del espacio se habían convertido en un dúo complementario y que, como en las miniseries que son realmente buenas, se pone fin a la historia.
Por tanto, uno de los dos expertos participantes dice adiós definitivamente a la silla y sucederán a Nacho, el anterior eliminado de la actual edición de Pasapalabra al cabo de 79 entregas. En mayo regresó a Antena 3 el formato de ITV Studios tras los contratiemos judiciales con los que la productora británica venció en sus reclamaciones a Telecinco.
Con un bote de más de un millón de euros, la actual pareja lleva casi cuatro meses acompañando a los espectadores cada tarde (tardes además de recogida obligada en casa) y han contribuido a sumar seguidores al cabo de sus más de 80 entregas juntos que van a protagonizar. El canario Pablo Díaz se acerca a los 150 programas (comenzó en julio y ya se ha embolsado 111.000 euros) y el guardia civil madrileño Luis de Lama (casi 40.000 euros acumulados entre victorias y empates) ha sido su rival, con una cordial relación entre ambos durante la mitad de su estancia en el concurso. Se han hecho de la familia tras tantos duelos de roscos. La eliminación de la próxima semana promete récord de audiencia cuando este espacio diaria supera ya los 3,5 millones de espectadores y plataforma con rentabilidad al informativo de Vicente Vallés, lo más visto en cada jornada en estos momentos. A Antena 3 le viene bien este acontecimiento de la eliminiación en su batalla particular por el liderazgo de audiencia de enero frente a Telecinco.
NINGÚN spot de esta extraña Navidad, en la que se necesitaban mensajes originales y esperanzadores, caló de la forma como lo ha hecho Lola Flores. No ella, por supuesto, sino la agencia Ogilvy, que junto a las dos hijas de la artista jerezana han creado un holograma convincente dentro de un impacto sobre la identidad andaluza emocionante, que es lo que requería Cruzcampo. El subrayado feminista se dirige a las nuevas generaciones para hacer suyo el icono de Lola ya que a los somos veteranos nos consta el símbolo, poderío y autoafirmación que siempre representó la Faraona, apodo sideral.
Cuando en la copla las cantantes aún se conocían con diminutivo paternalista, Estrellita, Paquita, Juanita, la de Jerez ya iba por los carteles con su nombre racial y sencillo que nos adelantaba el espíritu bravío de la nacida en el barrio de San Miguel, lo mejor del mundo entero. Aunque se sigue recurriendo a la ocurrencia de aquel cronista neoyorquino de que ni canta ni baila, no se la pierdan, no sigamos cayendo en el tópico. Lola Flores cantaba y bailaba. Nunca fue clásica ni académica y sus limitaciones de dulzura las compensaba con sinceridad de desgarro. No es descabellado insistir en que el Tanguillo de la Guapa de Cádiz está compuesto a ritmo de rap cañí, cuando no existía el rap, o que el Cómo me la maravillaría yo es hip hop por adelantado. Si era por fascinar y sorprender, este verso libérrimo, involuntaria bandera del independentismo jerezano, retorcía en espiral las convenciones melódicas.
Y además de la artista está el personaje unido a su vida personal y familiar. Al crowfunding de quien siempre admitió que el dinero no tenía demasiada importancia. No habría bitcoin que hubiera podido con ella. A la identidad andaluza no sería necesario unirla en el siglo XXI a las guitarras y al flamenquito, pero sí a la reclamación de nuestra forma de manejar (y muy bien) el castellano y a figuras tan indiscutiblemente del Sur, y de su significado en la brújula, como la casi centenaria y milenaria Lola Flores.