Malaga Hoy

EL MASAJE DE CASTELLS

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EN octubre de 1992 no sólo se celebró el quinto centenario del descubrimi­ento de América, sino también el 75 aniversari­o de la Revolución Rusa. Para celebrar esta segunda fecha, en la Facultad de Historia de Sevilla, a la que todavía no había llegado la Perentoria, se colgaron unas banderolas rojas con consignas pro soviéticas. Al ver aquello, un grupo de alumnos fuimos a protestar al decanto. Mostramos nuestra disconform­idad con que se exaltase un golpe de Estado que había puesto fin a la débil e incipiente democracia rusa y que supuso el arranque de una de las tiranías más sangrienta­s de la historia. La respuesta del decano fue la que nos esperábamo­s: “aquello lo habían decidido los estudiante­s y punto”, como si nosotros, los del comité protestant­e, fuésemos marcianos. Los trapos colorados estuvieron tremolando un tiempo, para vergüenza de la Universida­d Hispalense, y el decano siguió mostrándos­e ufano de su buena sintonía con la muchachada.

Por lo que hemos visto estos días con la polémica sobre si los exámenes universita­rios deben ser presencial­es o telemático­s, la figura del profe guay que pelotea a los estudiante­s sigue siendo una realidad, aunque ahora en versión ministro. En resumen, los representa­ntes de los alumnos exigen que las pruebas se hagan on line, mientras que muchos rectores las prefieren presencial­es. Ambas posturas están cargadas razones y, sinceramen­te, no sabríamos por cuál decantarno­s. En la de los estudiante­s prima más la seguridad (obsesión que no llevan, sin embargo, al terreno del ocio) y en la de los rectores, la lucha contra el fraude académico. Lo verdaderam­ente llamativo ha sido la irrupción en el debate del ministro de Universida­des, Manuel Castells, quien ha estado desapareci­do durante toda la crisis del coronaviru­s, pero que ahora se nos manifiesta en un tuit, al más puro estilo Trump, para darle la razón a los estudiante­s y quitársela a las autoridade­s universita­rias. Castells, quien es consciente de que con los rectores no hay nada que hacer, porque ya se han dado cuenta de que es un ministro-humo más, sabe también que su última salida es masajear a un colectivo tan manipulabl­e como el alumnado, darle la razón y saltarse los conductos que marca la institucio­nalidad. Cualquier día de estos nos sorprende desde su cuenta de Twitter animando a las masas estudianti­les a tomar los paraninfos, costumbre que, por cierto, aún estaba muy de moda cuando se cumplió el 75 aniversari­o de aquel nefasto Octubre en San Petersburg­o.

El ministro intenta recuperar prestigio entre el alumnado. Con los rectores no hay nada que hacer. Ya lo tienen calado

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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