Mariché López, gran triunfadora en los Premios Ateneo de Teatro
● La bailarina y coreógrafa se alza con cuatro galardones del palmarés con el que el Ateneo de Málaga reconoce el talento local ● La gala se celebrará el próximo dóa 25 en el Cánovas
La bailarina, coreógrafa y directora Mariché López, la compañía Jóvenes Clásicos y el actor Antonio Zafra son los grandes triunfadores en la quinta edición de los Premios Ateneo de Teatro, con los que el Ateneo de Málaga reconoce cada año las obras más destacadas del talento escénico local. Desde la organización subrayaron que, a pesar de las complicaciones que tuvieron que afrontar artistas y agrupaciones durante 2020 para estrenar sus espectáculos, se inscribieron una veintena de montajes de teatro, danza, teatro musical y teatro infantil para los premios. La gala de entrega de los galardones tendrá lugar el próximo 25 de febrero a las 12:00 en el Teatro Cánovas y contará con la presentación, como ya es habitual, de Marina Devesa y Noelia Galdeano, principales impulsoras de los Premios Ateneo de Teatro. El encuentro se retransmitirá por Canal Málaga TV y contará igualmente con la participación musical de Nacho Doña, Cristina Jiménez y Pape Labraca. Aunque la organización confía en poder desarrollar un acto presencial, se aplicarán todos los protocolos sanitarios y la reducción de aforo. Del mismo modo, no se descarta una celebración de carácter virtual para la cita.
En cuanto a número de galardones, la gran triunfadora del palmarés, dado a conocer ayer miércoles, es Mariché López, artífice esencial de la compañía La Pícara, que con su espectáculo Material (estrenado en febrero del año pasado en la Sala Gades) se lleva cuatro premios, respectivamente a mejor dirección, mejor espectáculo de danza, mejor interpretación femenina y mejor iluminación para Sergio Rodríguez. Por su parte, el actor Antonio Zafra ha obtenido dos galardones, al mejor intérprete masculino y a la mejor obra original, por su espectáculo Oye, escucha, estrenado en enero de 2020 en el Centro Cultural MVA. El premio al mejor espectáculo de teatro es pa
Miguel Ángel Martín recibirá la mención especial ‘Salvados por la Cultura’
ra la compañía Jóvenes Clásicos por Numancia ocupada, adaptación de las obras de Cervantes y Rojas Zorrilla firmada por Sergio Rubio con la dirección de Pedro Hofhuis y un elenco formado por David Mena, Pilar Aguilarte, Rubén del Castillo, Lorena Roncero y José Carlos Cuevas. La obra se estrenó en la edición del Festival Internacional de Almagro de 2019.
Completan el palmarés el premio al mejor espectáculo de teatro infantil para Museum. La historia del arte para niños y niñas, de La Líquida, y el premio al mejor espectáculo musical para Desmontando musicales: Los gandes fracasos de Broadway, de Nuevo Teatro Musical. Además, el actor malagueño Miguel Ángel Martín, que durante los meses de clausura por la epidemia ganó gran popularidad con su Diario del Conf inamiento, recibirá la mención especial Salvados por la Cultura.
El escultor y escenógrafo Leslie Sánchez ha sido nuevamente el encargado de la creación de las estatuillas que se entregan a los galardonados, El jurado, al igual que en las ediciones anteriores, ha estado integrado por críticos, profesores y por profesionales de las artes escénicas que desarrollan su labor en Málaga, según recordaron también desde la organización.
EL filósofo marxista y dramaturgo francés Alain Badiou contaba un episodio ciertamente revelador respecto a la conciencia de clase en relación con el teatro: a finales de los años 60 del pasado siglo, justo en el contexto del Mayo del 68, Badiou participó de manera activa en un programa del Gobierno francés que promovía la asistencia gratuita al teatro de los ciudadanos con menos recursos. A través de ayudas directas, se les permitía a los beneficiarios acudir a un número concreto de representaciones al mes, de su elección, sin que tuvieran que costear el precio de la entrada. La iniciativa echó a andar en una serie de municipios escogidos a modo de tentativa con un notable éxito inicial: quienes podían disfrutar de la medida hicieron uso mayoritario de sus entradas durante el primer mes, aunque en el segundo el ímpetu comenzó a desinflarse y al cabo de tres meses eran ya muy pocos los usuarios que seguían haciendo uso del servicio. Con tal de conocer los motivos, Badiou hizo personalmente algunas entrevistas y un desempleado le dio la clave: el hombre disfrutó mucho yendo al teatro las primeras veces pero después sintió que aquello no iba con él. De aquellas palabras, tal y como apuntó Badiou, cabía extraer varias conclusiones. Tal vez el mundo representado en escena por las obras programadas era demasiado estrecho y, por tanto, excluyente, ajeno a cada vez más intereses; o tal vez otros medios habían ganado ya definitivamente la batalla por las audiencias de las clases populares. Lo cierto era que había una desconexión entre el teatro y su público natural que no tenía que ver únicamente con cuestiones económicas.
Esa desconexión no ha hecho más que acrecentarse con los años. La capacidad de los teatros de contaminar, afectar y contagiar en sus entornos, de influir más allá de las funciones que acogen, está cada vez más diluida. Quien acude con frecuencia al teatro lo hace como quien va a misa: encuentra siempre las mismas caras y saluda siempre a las mismas personas, una tónica que únicamente se rompe cuando quienes suben a escena son suficientemente famosos. En España, el mismo sector escénico ha olvidado con demasiada alegría que su primer jefe es el público y que su naturaleza es esencialmente popular; como consecuencia, la distancia entre los públicos posibles y los teatros es ya enorme, lo que cristalizó especialmente en la crisis de 2008 y vuelve a hacerse patente ahora merced al coronavirus. La medicina para tal enfermedad puede expresarse en dos términos concretos: mediación y educación, dos instrumentos capaces de transformar los entornos más resistentes al cambio cuando se emplean con la debida intención e inteligencia. Si habitualmente el teatro español ha vivido de espaldas a estas posibilidades, el rumbo, afortunadamente, parece estar cambiando: la Red Española de Teatros, Auditorios, Circuitos y Festivales de Titularidad Pública ha puesto en marcha recientemente el proyecto Ornitorrinco, que busca, según explican sus responsables, “promover el desarrollo de la educación y la mediación en el campo de las artes escénicas”. De este modo, la iniciativa “entiende las artes escénicas como espacio de creación y desarrollo de pensamiento crítico. Ornitorrinco va de resignificar la institución teatral abriendo vías de trabajo y diálogo con el contexto en el que están ubicadas”. La actividad de Ornitorrin
co se articula así en torno a tres ejes: mediación, educación y transformación. Y lo hace a través esencialmente de dos vías: aportando herramientas a los teatros interesados en ampliar la resonancia de sus programaciones más allá de sus muros e integrando los proyectos de mediación ya operativos.
Precisamente, una de las propuestas ya integradas en Ornitorrinco es Territorio Expansivo, un proyecto cultural creado en Málaga por Asun Ayllón, Vanessa López y Alberto Cortés dirigido a la creación de nuevos públicos a través de la mediación, la educación, la gestión y la comunicación. El modus operandi de Territorio Expansivo es sencillo y a la vez complejo: en los teatros adscritos, sus artífices crean puentes entre cada una de las obras de teatro programadas y los distintos colectivos, comunidades y grupos sociales con los que estos montajes pueden tener alguna relación o algún interés concreto. Cada función se traduce así en debates, mesas de trabajo, encuentros con artistas en contextos distintos del teatro y otras muchas experiencias, siempre distintas. Un teatro de todos para todos es posible. Sólo hay que ganárselo.