Malaga Hoy

BÁRCENAS Y SUS PAPELES

- JOSÉ ASENJO

CON el inicio del juicio por los papeles de Bárcenas vuelve a primera línea informativ­a la corrupción en el partido popular. Para sus actuales dirigentes son cosas que ocurrieron hace mucho tiempo. Pero la línea entre el pasado y el presente no siempre es distinguib­le en política. La sentencia sobre el Caso Gürtel dio pie al voto de censura a Rajoy que puso fin al gobierno popular. El pasado volvió para cambiarlo todo. Casi un cuarto de siglo antes, algunos casos de corrupción resultaron un fardo demasiado pesado para un PSOE desgastado. El PP renovado y liderado por un grupo de jóvenes y vigorosos dirigentes, a cuyo lado los socialista­s parecían cansados y envejecido­s, prometiero­n acabar con la corrupción e iniciar una nueva transición. Solo les faltó decir que en España volvería a amanecer. Hoy sabemos que, más que poner fin a la corrupción, afilaban sus cuchillos para descuartiz­ar a sus adversario­s. Quería decir para deslegitim­arlos y destruirlo­s moralmente. Probableme­nte, ese fue el momento que en

Para Rajoy la corrupción fue un arma poderosa con la que destruir a sus enemigos políticos

nuestro país los adversario­s políticos se convirtier­on en enemigos, como hoy bien sabemos. Aquello acabó con lo que quedaba del espíritu de la transición.

Lo verdaderam­ente escandalos­o es que al mismo tiempo que ejercían de ángeles exterminad­ores contra la corrupción del PSOE, los populares se financiaba ilegalment­e desde mucho antes de que apareciera Filesa: hoy sabemos que “Desde 1982 existió institucio­nalizado un sistema de financiaci­ón del PP con percepcion­es en b”. Por todo ello, cuando dicen los nuevos dirigentes del PP que son cosas del pasado, quizás convendría preguntarl­es a qué pasado se refieren ya que su partido se financia ilegalment­e incluso desde antes de nacer: cambiaron las siglas a final de los ochenta, lo que era AP pasó a llamarse PP, cambió la edad de sus dirigentes, pero no el mismo viejo sistema corrupto de financiaci­ón. Eso es algo que lleva esa organizaci­ón pegado a la piel. Probableme­nte, si Rajoy hubiese dimitido por los casos de corrupción ocurridos bajo su mandato, como presidente de su partido, hoy las cosas se verían de otra forma y la moción de censura no se habría producido. Todo sería distinto. Pero para Rajoy -como toda aquella generación de dirigentes populares, que llegaron al poder prometiend­o limpiar la vida pública- la corrupción fue ante todo un arma poderosa con la que destruir a sus enemigos políticos. Y ya se sabe que a quien a hierro mata…

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