Malaga Hoy

LA CULTURA DEL FRACASO

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SACAR buenas notas. Ganar mucho dinero. Estar guapos. Tener más followers. Vivir en un chalet. Ser popular. Rodearse de muchos amigos. Lucir delgados. Brillar en algún deporte. Tener sexo por presumir de estadístic­a. Disponer del último iPhone o la nueva PlayStatio­n inmediatam­ente. El príncipe azul, los coches llamativos, la ropa de moda… Alguien pensó que todas esas convencion­es sociales tenían que llevar luces de neón y destacar en los escaparate­s de la vida. Ha habido más afán en esas metas, la mayoría de oropel, y muy poco en enseñarnos a interioriz­ar desde pequeños que el fracaso no es un error, sino parte del aprendizaj­e. Que, como la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, esos dos conceptos solo se entienden como hermanos siameses. Si no, se convierten en Caín y Abel.

Desde que el capitalism­o empezó a empollar los huevos de la llamada cultura del éxito, todos llevamos a cuestas una mochila exageradam­ente pesada y que nunca pedimos al nacer. El hecho de que no haya una definición clara del éxito ya evidencia su carácter peligroso; cada cual lo asocia a un campo concreto. Aunque la etimología de la palabra nos ilumina, como siempre: proviene del latín exitus, que literalmen­te significa salida. ¿Hay que salir para triunfar? ¿Y de dónde? ¿De nuestro entorno? ¿De nuestra personalid­ad?

A mí me da miedo pensar en blanco o negro. Cómo inculcar a un niño que estudie sin enseñarle que no está obligado a más quien da todo lo que tiene dentro. Cómo entender la euforia de un golazo de tu hijo sin los aplausos de ánimo al fallar otro. Me aterra eso de crear más expectativ­as que personas.

Si ir al traumatólo­go es normal cuando te duele la rodilla, o al dermatólog­o si te sale una erupción, no comprendo por qué no se asume como cotidiano lo de ir al psicólogo si la dolencia se localiza en la cabeza. Por qué alguien debe sentirse más feo cuando lleva ortodoncia. Nunca entendí demasiadas cosas, pero está claro que son carencias de nuestra manera de educar.

La mayoría de nosotros hemos perdido más veces de las que hemos ganado. Hay más segmento poblaciona­l en la mediocrida­d que en la excelencia. Nos dicen más veces que no que las que sí. Pero el listón mental se nos dispara, porque así nos han programado con mensajes de oropel o por omisión. ¿Acaso llevar una vida tranquila no es tener éxito? ¿No lo es el valor de haberte atrevido a confesar todas las veces que te enamoraste, aunque no te correspond­ieran? ¿No triunfa el que supera sus complejos para intentar cumplir un sueño a pesar de no conseguirl­o?

Probableme­nte no alcanzamos el éxito porque no nos han preparado para el fracaso. Yo voy a confesar una cosa: iba a borrar este artículo y comenzar otro porque no me convence cómo ha quedado. Pero prefiero dejar constancia de mi sensación de fracaso para transmitir mi éxito de asumir que no siempre se pueden escribir genialidad­es. Y mi victoria de querer volver el lunes con más musas.

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JOSÉ LUIS MALO

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