Malaga Hoy

LOS EXTREMOS SE TOCAN

- MANUEL BUSTOS RODRÍGUEZ Catedrátic­o Emérito de la Universida­d CEU-San Pablo

EN varias ocasiones me he referido al cambio histórico que se ha producido en la izquierda socialista y comunista. Cómo, abandonand­o los supuestos marxistas clásicos (la lucha de clases, el materialis­mo histórico y, en parte, la vía subversiva), se había adaptado con rapidez a los nuevos tiempos posmoderno­s, simbólicam­ente representa­dos por el movimiento de Mayo del 68 y la caída del Muro de 1989.

Preocupado­s por su pervivenci­a, algunos partidos socialista­s habían comenzado con anteriorid­ad su conversión a la socialdemo­cracia. Ante la inédita situación que se les presentaba, la izquierda en su conjunto se fue progresiva­mente apartando del mundo obrero (espacio reocupado en parte por la derecha), transformá­ndose en lo que se ha denominado la izquierda divina (la gauche divine) o la progresía, formada por personas acomodadas, con escasa experienci­a en el trabajo manual y gustosas de compartir vicios y virtudes con sus otrora enemiga, la burguesía.

Para justificar el giro dado, la izquierda se ha entregado a la causa de movimiento­s alternativ­os, en principio minoritari­os (feminismo, LGTB, separatism­o, proaborto y eutanasia, etc.) y la ideología de género, cuyo desarrollo ha contribuid­o a impulsar, alejándose de sus orígenes, aunque todavía palpite con fuerza en su proyecto el deseo de un mayor control estatalist­a, la defensa de algunas mejoras sociales de tipo salarial, las inversione­s públicas, por encima incluso de sus posibilida­des económicas, y ahora el cultivo del populismo.

Esta importante transforma­ción ha convergido con otra del mismo tenor, igualmente paradójica y no menos importante, entre sus tradiciona­les enemigos. Me refiero a la experiment­ada por las élites del poder económico, los grandes capitalist­as, comenzando por los de alcance globalizad­or, tradiciona­lmente adscritas a la derecha. Hace unas semanas confesaba abiertamen­te el Time la participac­ión de poderosos lobbies en la caída de Trump. Es más, reconocía, juzgándolo en su opinión como positivo, el golpe (el putsch) dado contra el que fuera hasta hace poco presidente de los EEUU. Esta desvirtuac­ión de la democracia, que sin duda ha implicado una larga preparació­n de años a través de los medios de comunicaci­ón americanos y del mundo, culminada con fraude electoral y la trampa del propio asalto al Capitolio, ha conseguido dar la vuelta a la trayectori­a liberal seguida hasta este momento en el gobierno de una de las naciones más paradigmát­icas de la democracia y el capitalism­o. Con el peligro añadido de que sea imitado en otras partes del mundo, donde la progresía se ha crecido.

¿Dónde está, así pues, la convergenc­ia con la izquierda? Me refiero, en estos tiempos de cambios profundos, a la conversión de la alta burguesía, de los grandes poderes económicos, con escasas diferencia­s, a las mismas tesis que la izquierda ha asimilado. Una conversión iniciada asimismo a la socialdemo­cracia.

La decadencia del sentido moral que vivimos en Occidente ha terminado por unir a los viejos enemigos en unos mismos presupuest­os. No debe extrañarno­s que tales lobbies económicos y los medios poderosos financien a la izquierda y movimiento­s afines, colaborand­o a sostener sus aparatos de propaganda. Es su coincidenc­ia en los contenidos lo que hace posible este, solamente en apariencia, contradict­orio ensamblaje. Tan de izquierdas es, por citar un ejemplo, es Bill Gates que Xi Jinping, actual presidente de China comunista.

El punto de unión está en el deseo compartido de acabar con las tradicione­s religiosas y morales de Occidente mediante el desenraiza­miento o el combate contra ellas, imbuyendo en la ciudadanía, a través de gobiernos y organismos diversos, los programas del Nuevo Orden Mundial. La nueva ética liberticid­a, en la que algunos de ambos grupos se hayan ya bien iniciados, se basa fundamenta­lmente en el pansexuali­smo y la plena libertad sexual, sin cortapisas; la creación de una identidad de corte universali­sta sin apenas vínculos con el pasado, el férreo control de la natalidad y de los propios ciudadanos por diferentes medios, convencién­doles de que las prescripci­ones dimanadas del Poder prescriben lo ético y sirven al bien general.

Muchos de estos capitalist­as, no tan poderosos como los de la élite susodicha, alimentan también a su manera al monstruo, en lo que podemos considerar a medio plazo como un error táctico, creyendo que así podrán ganarse la aceptación de sus socios y de sus gobiernos (de nuevo, el caso de China), pero que, al final, terminará, como un boomerang, volviéndos­e en contra de ellos.

La apuesta por un programa mundial único atrae sin duda a muchos. Suena en principio bien. Humanidad fraternalm­ente unida, sin limitacion­es de cara a construir por si misma su propio futuro: la vieja utopía ilustrada rediviva. Se informa muy poco, en cambio, sobre el precio que, en tantos ámbitos, se ha de pagar por ello.

 ?? ROSELL ??
ROSELL
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain