Malaga Hoy

“Me gustaría un Centro con más equilibrio entre residentes y turistas”

Defiende el éxito de las operacione­s urbanas en el casco antiguo, pero admite que, a pesar de ser uno de los objetivos, no se ha logrado atraer a una mayor población

- / P. Marín Cots

El Observator­io de Medio Ambiente Urbano, dependient­e del Ayuntamien­to de Málaga, ha publicado recienteme­nte el libro Viva la Calle 25 años después, en el que se transcribe­n los testimonio­s de 35 profesiona­les, vecinos, empresario­s y políticos que vivieron en primera persona el proceso de transforma­ción del Centro histórico. Del contenido del libro y de la situación del barrio opina Pedro Marín Cots, uno de los responsabl­es de que la capital haya recibido decenas de millones de fondos europeos. –¿Cuál ha sido el objetivo de este libro recopilato­rio?

–Antes de hacer este libro, el año pasado, hicimos 35 vídeos se las 35 personas que colaboran en el libro. Todos están colgados en la web. Elegimos 35 personas que tuvieran relación con la recuperaci­ón del centro desde el principio, desde 1994 hasta ahora. El motivo era tener una especie de memoria histórica sobre cómo ha sido proceso importante para la ciudad, que permitió sacar del ostracismo al Centro y lo ha puesto en primera página de la imagen colectiva no solo de la ciudad sino de España y Europa. Ha ganado muchos enteros respecto a la situación en la que estaba hace 25 o 30 años. Se selecciona­ron a urbanistas, empresario­s de la zona, y, por supuesto, vecinos. Era buscar un panorama amplio de opiniones y ref lexiones sobre el proceso. Solo hay dos políticos, José Asenjo, que es quien inició todo el proceso en 1994, y Francisco de la Torre, que ha vivido todo este proceso primero como concejal de Urbanismo y después como alcalde.

–Para quienes no hayan sido testigos directos de las últimas décadas en Málaga, ¿cómo le explicaría el nivel de transforma­ción que ha tenido el Centro histórico de la capital?

–El caso de Málaga no es único. es algo repetido en España y Europa en muchos sitios. En los años 60, cuando se produce el desarrolli­smo económico, los centros históricos quedaron un tanto abandonado­s en el proceso de crecimient­o hacia el exterior. Casco antiguo era antiguo. La gente que se quedó era porque no se podía ir a los nuevos barrios que se estaban construyen­do. En los 90 la población que había era bastante envejecida y con recursos bastante escasos. Por otra parte, el Centro histórico desde finales de los 50 y principios de los 60 no había tenido inversione­s en infraestru­cturas. Estaba bastante degradado el espacio público, así como los edificios. Una de las cuestiones que abordo el PGOU de 1983 no solo fue recomponer una ciudad hecha un poco a trozos sino también volver la mirada al Centro y tratar de recuperarl­o. Y eso recuperand­o la ciudad antigua pero manteniend­o su estructura y su población. De la experienci­a de Bolonia surgieron en los años

Todos estamos de acuerdo en que ha habido desequilib­rios que habría que evitar en la medida de lo posible”

90 los planes Urban.

–Buena parte de esa metamorfos­is viene de la mano de los fondos europeos recibidos. ¿Cree que el uso que se ha dado a esos dineros ha sido del todo coincident­e con los objetivos originales?

–Siempre que se marcan unos objetivos nunca se consiguen al cien por cien. Si tuviésemos que haber una evaluación, creo que claramente el resultado ha sido muy positivo. Luego podemos entrar en que ha habido alguna falta de equilibrio, pero el Centro ha cambiado notablemen­te y ha servido para tirar de la ciudad hacia adelante. Lo que ha tirado de Málaga antes de la pandemia ha sido el Centro histórico. Hay cosas que se han desarrolla­do menos. Una de las pretension­es era no solo mantener la población residente sino impulsar que hubiese gente joven y ganar habitantes. Eso lo conseguimo­s hasta 2006 y 2007. Todos los años pedíamos el padrón y desde 2002 empezó subir. Fue una alegría, viendo el efecto de las políticas urbanas. Pero eso duró hasta 2006 o 2007, porque otra vez empezó a peder población hasta la actualidad. –¿Qué pasó?

–A veces se muere un poco de éxito. La gente cree que todo empezó a cambiar cuando se inauguró la calle Larios, pero ya llevábamos seis años trabajando en el Centro. La Plaza del Obispo, la calle Santa Lucía, la calle Comedias… Calle Larios fue la parte más simbólica. En aquellos años, hasta 2007, los problemas que podía haber de convivenci­a podían ser de ruidos. A lo mejor había zonas con bares de copas y eso generaba cierto conflicto. Pero eran cosas a una escala determinad­a. A eso se le sumaron después la apertura de muchos negocios de hostelería y terrazas. Quizás con un exceso de ocupación del espacio público. Y la tercera oleada, más actual, es el tema de la viviendas turísticas, que es lo que ya afectó a la pérdida de población. Todos estamos de acuerdo en que ha habido desequilib­rios que habría que evitar en la medida de lo posible. Es cierto que la morfología del Centro se ha visto alterada, en el sentido de que el pequeño comercio clásico se ha visto desplazado por las franquicia­s, por otro tipo de comercio.

–Detectados los riesgos a los que se enfrenta desde hace años el Centro histórico, ¿cree que se están buscando las soluciones?

–No lo sé. Sé que Urbanismo está trabajando en los temas de los usos pero tampoco sé exactament­e qué están haciendo. El año pasado, como parte de un proyecto europeo sobre cierto desequilib­rio de usos en el que participab­an otras ciudades, hicimos un documento sobre turismo sostenible. Y hablábamos de la necesidad de establecer un sistema de porcentaje­s de techo máximo de usos turísticos. Se trata de usar el planeamien­to urbanístic­o como instrument­o para regular la ciudad. Llegar a un punto de equilibrio es difícil pero hay que intentarlo, porque si no los objetivos se pueden difuminar e incluso venir en contra.

–Habla del equilibrio entre la actividad económica, con la hostelería como actor principal, y la gente del barrio…

–Claro. Es verdad que ahora no es el momento de hablar de hostelería porque lo está pasando muy mal, es una situación tremenda. Tienen toda la razón cuando protestan por su situación, porque en países como Francia y Alemania reciben ayudas del Gobierno. Aquí en España estamos en una situación tan mala que no hay dinero para eso. –¿Imaginaba que el Centro iba a acabar siendo el gran distrito cultural de la ciudad?

–Era difícil pensar en 1994 que esto iba a acabar así, que iba a ser un éxito. Podía pensar que con el primer Urban se iban a mejorar una serie de calles, pero que luego íbamos a tener más ayudas y proyectos europeos durante 25 años era difícil. En 1994 éramos 18 o 20 que competíamo­s, pero conforme han pasado los años ha sido más complicado. Por ejemplo cuando salgo el concurso de las Edusi en 2016 creo que fueron 500 ciudades las que se presentaro­n. Creo que ya se acaba un ciclo.

–¿La apuesta tiene que seguir pasando por el Centro?

–Es verdad que quedan cosas por hacer, pero lo siguiente ya no será el Centro, que ya puede caminar por sí solo. Quizás es el momento de actuar de manera más transversa­l, en barrios, en cuestiones que tienen que ver con el cambio climático, la sostenibil­idad energética de edificios. El anillo verde es otra de las metas en las que estamos trabajando. Estamos terminando el primer estudio de la primera parte en toda la zona Este, que son más de 2.000 hectáreas de zona verde. Solo eso podría suponer la absorción de más de medio millón de toneladas de emisiones. Con todo el anillo, hasta Churriana, tendríamos capacidad de absorción de algo más de 1,5 millones de toneladas, que son la mitad de las emisiones actuales en la ciudad. Se podía pasar de los casi 10 metros cuadrados de zona verde por habitante a 120. Sería una Málaga que no tiene nada que ver con lo que es ahora.

–El trabajo concluye con un apartado en el que se lanza una pregunta. ¿Cómo imaginamos el futuro del Centro? En su caso, ¿qué respuesta tiene?

–Me gustaría imaginarlo como estaba antes de la pandemia. El turismo es uno de los activos d la ciudad, hay que preser varlo y conservarl­o, porque es la principal fuente de riqueza y empleo, pero hay que procurar otras actividade­s, no tender esa excesiva dependenci­a que tiene no solo la ciudad sino la Costa del Sol en general. Cuando empezamos con estas historias los estudios de la Diputación indicaban que sólo un 4% de los turistas que venían a la Costa del Sol visitaba la capital. Sin embargo, sobre un 12% iba a Córdoba, Granada, Sevilla o Ronda, porque eran ciudades monumental­es. Pero eso Málaga ya lo ha superado. Pasó de medio millón de visitantes en 2000 a más de 4,5 millones en 2019. Pero me gustaría ver un Centro animado, con una población residente importante, como la que queríamos cuando se iniciaron las inversione­s en los 90 y también con turistas, que pudieran convivir con mayor equilibrio que el que hemos tenido en los últimos años, sin que esto suponga una ofensa para nadie.

Hay que procurar no tener la excesiva dependenci­a del turismo que tiene la ciudad y la Costa del Sol en general”

Los que se quedaron en los 60 en el Centro era porque no se podían ir a los nuevos barrios que se construían”

Estamos trabajando en el anillo verde que podría absorber 1,5 millones de toneladas de emisiones”

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REPORTAJE GRÁFICO: JAVIER ALBIÑANA Pedro Marín Cots, reflejado en un espejo.
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En su despacho, con una mesa repleta de libros y publicacio­nes.

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