Malaga Hoy

Fronteras parroquial­es

- JOSÉ LUIS PÉREZ CERÓN

EL afamado Miguel Gila repetía, en las noches de humor de los noventa de este país, esa famosa pregunta: “¿Es el enemigo? Que se ponga”. Sólo con una frase hacía reír a una generación capaz de aprender a valorar la fina ironía de un hombre inteligent­e, capaz de girar por completo un drama como la guerra para hacerlo chiste. En la Málaga cofrade es también común que se haga humor en el chascarril­lo. Tan común, si cabe, como saber que hay quienes creen que existen los enemigos a batir.

Las últimas jornadas nos sirven como foco informativ­o de los planes que ya tienen las cofradías para la próxima Semana Santa. A cuentagota­s, cuando las decisiones están asentadas, aún dentro de los cánones del tiempo. Sin embargo, muchas de ellas emanan de planes alternativ­os al que ya lo es de por sí ante la ausencia de procesione­s. Altares recatados y discretos, imágenes desplazada­s a sus casas hermandad. El enésimo episodio de las confrontac­iones entre la parroquia y las cofradías.

La presencia de Jesús Cautivo en el lateral de la iglesia de San Pablo reabrió de nuevo el mismo debate: ¿Merece el Señor de Málaga esa ubicación? La declaració­n de intencione­s fue clara cuando el titular del templo se ubicó hace no mucho tiempo en el presbiteri­o, en el imaginario retablo del que el templo adolece desde los años treinta. El Cautivo, a corto plazo e incluso a medio, no va a presidir la parroquia en el que reside todo el año.

Y es que a veces la figura de los párrocos, rectores de templos, capellanes y sacristane­s se parecen más a la de un guardián de la rutina. A que todo se mantenga dentro del equilibrio y el orden. Que los cofrades no molesten mucho y que no den muchos dolores de cabeza. Saben perfectame­nte que, al final, pasan por el aro y todo se queda en orden.

Por ello, pregunto: ¿no existe para esas situacione­s un plan B? El habitual es cómodo y llevadero. El camino fácil, como tantas otras veces. ¿Dónde están los sacerdotes con vocación de trabajar por un pueblo que a veces tanto necesita de ellos? Tienen la oportunida­d de afianzar los entornos parroquial­es en unos tiempos convulsos a los que la fe no es ajena. Las cofradías necesitan un plan de formación que lleve a entender la fe como algo más que unos padresnues­tros y las misas de los cultos. Echamos en falta las garantías de ser partícipes de algo más que un teatro barroco reconstrui­do en dos o tres ocasiones en el año.

Y así seguirá la eterna (y hasta aburrida) pelea en la que se señala al otro como enemigo: al irredento cofrade al que es imposible convencer y al sacerdote excesivame­nte celoso de su casa y del precepto. Es tremendame­nte fácil buscar un acuerdo en una Diócesis que, con mucha pena, parece condenada a entenderse. Construir todos juntos es el paso más sencillo, pero nos empeñamos entre todos en hacerlo imposible. Hace falta que huela más a rebaño.

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