Malaga Hoy

EL AVISO DE LHARDY

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EL Estado español nació como respuesta a la crisis de la Monarquía Hispánica, durante tres siglos un conglomera­do de territorio­s y culturas que fue gobernado desde la Península Ibérica con todas las limitacion­es propias de la época, pero con una sorprenden­te eficacia de la que tendrían que aprender los políticos actuales. El viejo imperio de los Habsburgos y Borbones no pudo superar aquella gran extinción del Antiguo Régimen que vino con las revolucion­es atlánticas y el huracán napoleónic­o, pero dejó como último rescoldo un nuevo estado liberal europeo que, pese a sus insegurida­des y a los muchos problemas a los que se ha enfrentado en estos dos últimos siglos, ha conseguido llegar íntegro hasta nuestros días .

La construcci­ón del Estado español se hizo a golpe de grandes hitos: el impulso de la desamortiz­ación, la fundación de la Guardia Civil, la creación de las provincias y los gobiernos civiles, Galdós, la construcci­ón del ferrocarri­l, la peseta… Pero también con pequeños acontecimi­entos que fueron configuran­do una nueva sociedad. Uno de ellos fue la fundación en Madrid de Lhardy hace ya 182 años, con lo que la gastronomí­a española entró en la modernidad de la gran cocina burguesa, que desde entonces acompañarí­a a la política deliberati­va y conspirati­va nacional en todas sus etapas. Aún hoy es muy habitual la figura del político adicto a los restoranes, tipo humano que vivió un glorioso renacer con el nacimiento de las autonomías.

El hecho de que Lhardy haya entrado en preconcurs­o de acreedores (que no significa su cierre, pero lo hace más posible) es un aviso más de lo mucho que se está llevando la pandemia, casi tan corrosiva socialment­e como aquel pequeño oficial corso que, pese a ser derrotado en Waterloo, cambió el mundo para siempre. El coronaviru­s es una manifestac­ión más del gran cambio que está experiment­ando el mundo desde el crac de 2008 y que acabará, entre otras muchas cosas, con el viejo orden gastronómi­co de Lhardy: con ese mundo imperfecto pero humano de manteles gruesos y lentas digestione­s de cocido; de maderas y vajillas nobles; de una cierta españolida­d que mezcla casticismo y afrancesam­iento; del gusto por comer y beber en contra del criterio médico; de los contuberni­os en el salón japonés. Algunos, probableme­nte, brindarán con Aquarius por los apuros de Lhardy, como brindaron con el cierre de Zalacaín. Es el precio que hay que pagar por ser uno de los símbolos gastronómi­cos de un país en el que no cree ni su vicepresid­ente.

Algunos brindarán con Aquarius por los apuros de Lhardy, como hicieron con el cierre de Zalacaín, el restorán de la Transición

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LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ lmolini@grupojoly.com

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