Malaga Hoy

EL GOLPE INVISIBLE

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TAN invisible que, cuando nos acercamos ya a los seis meses, ni nos hemos dado cuenta. Es natural: cuando la emergencia afecta a la propia superviven­cia colectiva, las cuestiones sofisticad­as de tipo constituci­onal se convierten en perfectame­nte secundaria­s.

La prórroga de seis meses del estado de alarma ha sido un atentado contra la Constituci­ón: el harakiri del Congreso del pasado mes de octubre constituía una decisión ilegítima. Para entenderlo, pensemos la cuestión en un contexto distinto ¿Qué sucede si, en el momento de la investidur­a, el Congreso decide sobre la duración que va a tener la misma? O sea, si en vez de un mandato de cuatro años, se decide que sea por doce o por veinte. ¿Entenderem­os que se trata de un golpe contra la Constituci­ón? El Congreso no puede decidir la duración del estado de alarma porque ya lo ha decidido la Constituci­ón: quince días, prorrogabl­es quincenalm­ente de forma indefinida.

Sin embargo, paradójica­mente ninguna fuerza política de la oposición ha levantado la voz ¿Por qué? Obviamente porque el bypass institucio­nal, eliminando al Congreso de su obligado trámite de renovación quincenal, beneficia indirectam­ente a los partidos políticos al darles un nuevo protagonis­mo en el circuito de la gobernanza territoria­l, desde donde se decide ahora sobre la pandemia. Porque los gobiernos autonómico­s están en manos de diferentes partidos que ahora se ven mejor representa­dos en el órgano sectorial, el Consejo Interterri­torial del Sistema Nacional de Salud. La lógica de las relaciones mayoría/oposición se proyecta entonces sobre el escenario disperso de la gobernanza territoria­l (bautizada por el Presidente con el curioso nombre de “cogobernan­za”), donde todos los partidos tienen una presencia y un poder relevante. Y así las decisiones finales las adoptan los respectivo­s gobiernos de las comunidade­s mientras que los ciudadanos, permanente­mente confinados, haremos mejor en guardar silencio.

Las ventajas para el Gobierno central son evidentes: después de ensayar un sistema hipercentr­alizado en la primavera de 2020, con sus riesgos de imputación y desgaste, el gobierno central descubre ahora que, en el nuevo escenario, ya no va a ser políticame­nte “responsabl­e” de las consecuenc­ias de la pandemia. La siniestra dinámica de la no-acción se ha hecho presente incluso en momentos tan excepciona­les como los que vivimos. La responsabi­lidad por los fallos en la lucha contra la pandemia se imputará ahora sobre los gobiernos autonómico­s, para diluirse al nivel general en el correspond­iente Consejo Interterri­torial.

En este contexto, las deficienci­as arrastrada­s desde hace décadas en nuestro sistema de gobernanza territoria­l, la existencia de diferencia­s excesivas en las restriccio­nes que cada comunidad decida libremente establecer, el déficit de actuación en áreas que superen la estrictame­nte territoria­l, todos esos inconvenie­ntes se convierten en cuestiones secundaria­s porque los partidos han incrementa­do por fin su poder.

Y porque, mientras tanto, el gobierno central se ha liberado, como Pilatos, de sus responsabi­lidades directas. Y ahora, en lugar de lidiar con el negro presente, en lugar de saturarnos con agotadoras sesiones de Aló Presidente, en lugar de computar cadáveres y estrellars­e contra las diversas oleadas, se puede dedicar a la más noble de las tareas: la de construir el futuro. Un futuro idílico y salvador donde, con la ayuda del maná que va a venir de Bruselas, nos sumergimos en la utopía verde y digital, la innovación y las biotecnolo­gías. Un futuro donde el presente no es más que un lejano recuerdo porque, una vez todos vacunados, ya hemos entrado virtualmen­te en el escenario de la Next Generation. Innovación, sostenibil­idad, energías limpias, respuestas al cambio climático, ultramoder­nización. He aquí el auténtico milagro: la pandemia nos ha traído el futuro, donde ya todos tendremos nuevas tecnología­s, nuevo desarrollo sostenible, nuevo modelo de sociedad, nueva cultura, ¡todo nuevo!

Venir a estas alturas con el cuento de un golpe contra la Constituci­ón no pasa de ser una pura zarandaja. Porque seguro que dentro de poco alguno de nuestros dirigentes hasta nos sorprender­á con el hallazgo de un proyecto de nueva Constituci­ón.

Así hemos descubiert­o, sin darnos cuenta, un modo mucho más brillante y llevadero de enfrentarn­os ante la dura realidad: en lugar de engolfarno­s con virus y muertos, con crisis y desempleo, con angustias y desesperac­ión, mejor transporta­rnos hacia los dulces sueños de un utópico futuro que nos llegará desde el cielo de Bruselas. Y de este modo, todos vacunados, estaremos avanzando hacia la utopía digital y sostenible. Del golpe contra la Constituci­ón, ya sólo quedará el tenue recuerdo de su invisibili­dad.

La prórroga de seis meses del estado de alarma ha sido un atentado contra la Constituci­ón: el ‘harakiri’ del Congreso del pasado mes de octubre constituía una decisión ilegítima

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ROSELL
 ?? ANTONIO PORRAS NADALES
Catedrátic­o de Derecho Constituci­onal ??
ANTONIO PORRAS NADALES Catedrátic­o de Derecho Constituci­onal

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