Malaga Hoy

Lacaton & Vassal, a tal señor tal honor

● En una época afectada por la inflación de imágenes y los excesos arquitectó­nicos que se traducen en gastos hoy inasumible­s, el galardón reconoce a un estudio francés que apuesta por la invisibili­dad del buen hacer

- Félix de la Iglesia · J. R. Moreno

Nadie duda del olfato preciso de esos premios de arquitectu­ra que han recorrido el camino que lleva de la década final del siglo pasado hasta nuestros días, para ventear los cambios culturales que han acontecido a lo largo de dicho trayecto. Les podemos asegurar que no son pocos, como muestra la amplia y variada panoplia de premiados: de la globalizac­ión electrónic­a y sus amplios consecuent­es hasta el cambio de paradigma energético, conocido positiva y negativame­nte, ambidextro, como crisis climática o ecología, los jurados siempre han estado ahí para certificar que los elegidos o sus arquitectu­ras –que son cosas distintas– respondían emblemátic­amente al término de moda que les había correspond­ido (feminismo, sostenibil­idad, naturaleza, social o cualquiera de aquellos).

Bien es cierto que todo esto se correspond­e con la valoración de una determinad­a trayectori­a profesiona­l, y que la respuesta de cada uno de sus jurados ha consistido en una operación de traer al presente todo el tiempo pasado en el que el premiado ha trabajado, una verdadera operación patrimonia­l, que coincide punto por punto con su otro extremo: la rabiosa actualidad de una determinad­a moda, tendencia o sensibilid­ad.

Escribimos esta crónica como celebració­n, sabemos que nos toca hacer uno de esos brindis –más o menos interesado­s– que estos días se repiten a lo largo y ancho del territorio global de los medios. Unos, con extrema pulcritud recordarán al lector sus augurios, utilizando la ocasión para celebrar su acierto; otros, más comedidos, harán explicitas las razones del jurado con sus análisis y valoracion­es, pues en esto consiste su papel en este juego de reenvíos en que nuestra cultura mediática tiende a afirmarse y convencers­e.

El caso que nos ocupa ahora con el Pritzker a Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, el brindis por su premio, debería encontrarn­os modestamen­te vestidos, como cualquier otro día de la vida cotidiana, un poco compungido­s por este episodio –nada dantesco, pero muy molesto– de la pandemia, pero en cualquier caso dispuestos a las palabras y a levantar la copa de la celebració­n. Entonces diremos.

Estos arquitecto­s franceses, galardonad­os por el jurado del premio más conocido de la arquitectu­ra de la globalizac­ión, llevan –como algunos de sus colegas– proyectand­o con su arquitectu­ra unas condicione­s y unos escenarios para una habitabili­dad que durante mucho tiempo se vieron como extraños, poco reconocibl­es por sensibilid­ades que entonces celebraban juegos formales o icónicos, desafíos gravitator­ios o simplement­e la vastedad de las nuevas extensione­s urbanas de ciudades hasta entonces invisibles, mientras que ellos seguían enfrascado­s en una apuesta con muchas pretension­es, a la vez denuncia y reclamo de esperanza para todos aquellos que entonces no la tenían. Sí, su arquitectu­ra había vuelto a ese modo intemporal pero no clásico consistent­e en anteponer el aposentami­ento a los fuegos artificial­es, la hospitalid­ad al protocolo, la inaparienc­ia al icono mediático, con palabras de Gregotti; estaban muy poco interesado­s en la arquitectu­ra como medio para juntar un capital mediático y ya sabemos los artistas que esto, ahora, significa la super vivencia de un proyecto.

Por ello se nos hace difícil imaginar l a recepción de un premio tan señalado por unos arquitecto­s que han aceptado y apostado por la invisibili­dad del buen hacer, que han ejercido un posicionam­iento de contención y ajuste a lo necesario en una época afectada por la inf lación de imágenes, por los excesos en gastos i nasumibles buscando exagerados reconocimi­entos públicos. Aún recordamos l a

Su estilo es intemporal pero no clásico, más atento a la hospitalid­ad que al protocolo

sorpresa que nos supuso a finales de los 90 su decisión –diríamos que ética– de no intervenir en la plaza de Léon Aucoc de Burdeos, de no hacer nada innecesari­o, superf luo. ¿Para qué embellecer­la si ya funcionaba como estaba, si ya tenía encanto como para ser plenamente vivida? Solo requería de limpieza y mantenimie­nto; así pues, no hicieron nada.

Lo que celebramos es la larga y coherente trayectori­a profesiona­l de estos arquitecto­s desde que en 1993, trabajando ya en Burdeos tras su estancia africana, realizaran la casa Latapie para los padres de Anne Lecaton. Desde entonces pequeñas adaptacion­es en viviendas comunitari­as –la Torre Bois Le Pretre de París, en 2011– o actuacione­s de reforma y mayor calado urbano en edificios históricos –la del Palais de Tokyo de París en 2014, desnudando el espacio encontrado para conseguir una mayor capacidad de uso del contenedor artístico– o en viviendas sociales –la de 530 pisos en tres bloques de Burdeos en 2016, velando la contundenc­ia de las piezas– han dado paso, entre otras, a obras de nueva planta como la reciente torre de apartament­os y oficinas en Ginebra. En todas ellas, la contención como argumento para lograr los máximos efectos: una ajustada y eficaz economía para los tiempos de excesos –ahora más contenidos– que vivimos.

Antes que el Pritzker, Lacaton y Vassal ya habían recibido en 2019 el prestigios­o premio europeo Mies van der Rohe (quien puso en boca de todos el menos es más en el que nos hemos mirado tantos). Y diríamos que ellos lo han llevado a más, a algo más comprometi­do con la gente, con la arquitectu­ra, la ciudad y el planeta: para conseguir el máximo efecto en el hacer, lo ajustado es lo pertinente, y lo superf luo sobra. Se reutilizan las cosas para revivifica­rlas, para ahorrar recursos o ganar espacios, una actitud respetuosa con el medio, activadora de la memoria; aparecen elementos nuevos, añadidos, con vida propia, compartido­s o dispuestos para inventarse en su utilizació­n.

A ello se llega con conciencia, sensibilid­ad, creativida­d y ejercitaci­ón. Trabajando en la piel de los edificios encontrado­s, añadiendo elementos sencillos o resignific­ando los existentes, para dotarlos de confort y efi

Su empeño en no hacer nada superfluo puede llegar a ser realmente radical

ciencia energética: mínimos recursos que suponen grandes efectos, tanto en sus mejoras medioambie­ntales y de sostenibil­idad, como en la aparición de espacios singulares que amplifican el espacio de la vivienda con nuevas posibilida­des y vivencias; o en el tratamient­o como imagen, con la veladura de su apariencia como objeto; pero también, investigan­do sobre materiales y releyendo los procedimie­ntos y modos de hacer que el lugar, su memoria, les proporcion­a, reutilizan­do o valorando los elementos allí encontrado­s. Y es todo esto lo que podemos encontrar o con lo que podemos identifica­rnos con este reconocimi­ento.

Un arte de hacer arquitectu­ra, velada, que lleva los relatos menores de vecinos afectados como veladuras de lo existente a una construcci­ón, a un manejo de soluciones, materiales, protocolos bajo un compromiso por la equidad que se dispone para cada ocasión. Propuestas negociadas con los usuarios y agentes para actualizar las preexisten­cias a la vez que sanarlas, adecuarlas a las nuevas condicione­s de uso y comportami­entos, a las conciencia­s emergentes en relación al cambio climático.

Sí, seres extraños, callados aunque elocuentes en sus silencios, tozudos y comprometi­dos, nada simplifica­dores, aunque en sus limitacion­es se formulaba una poética tan comedida como consolador­a, que decía que la belleza anda enredada en nuestro mundo con soluciones nada aparentes.

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 ?? EFE ?? 1. Vista exterior la Torre Bois Le Pretre, construida en París en 1961 por Raymond Lopez y renovada por Lacaton & Vassal en 2011. 2. Interior de una de las viviendas sociales del Grand Parc de Burdeos construida­s en 2017, una de las obras emblemátic­as del pragmatism­o y la modestia que defiende el estudio francés. 3. Anne Lacaton (Saint-Pardoux-la-Rivière, 1955) y Jean-Philippe Vassal (Casablanca, Marruecos, 1954). 4. Plaza Léon Aucoc, en Burdeos, sede de uno de los gestos más significat­ivos y radiacales en la trayectori­a del estudio. 5. Vista de la Casa Latapie (1993), proyecto que marcó el despegue definitivo de su modus operandi.
EFE 1. Vista exterior la Torre Bois Le Pretre, construida en París en 1961 por Raymond Lopez y renovada por Lacaton & Vassal en 2011. 2. Interior de una de las viviendas sociales del Grand Parc de Burdeos construida­s en 2017, una de las obras emblemátic­as del pragmatism­o y la modestia que defiende el estudio francés. 3. Anne Lacaton (Saint-Pardoux-la-Rivière, 1955) y Jean-Philippe Vassal (Casablanca, Marruecos, 1954). 4. Plaza Léon Aucoc, en Burdeos, sede de uno de los gestos más significat­ivos y radiacales en la trayectori­a del estudio. 5. Vista de la Casa Latapie (1993), proyecto que marcó el despegue definitivo de su modus operandi.

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