Malaga Hoy

DESAIRE A EUROPA

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Ala señora Von der Leyen la dejan en una reunión protocolar­ia en el sofá mientras los machitos se sentaban para hablar de sus cosas en sus sillas presidenci­ales. Ella bien lejitos, calladita y mirando de lejos bastante cabreada cómo los hombres –el presidente turco y el presidente de la Comisión Europea– hablaban de sus cosas importante­s. Inadmisibl­e. Y punto.

En ese desaire nos damos todos por ofendidos. Nos ha costado sudor, lágrimas y muchos quebrantos construir una sociedad civilizada que prima el mérito personal y la valía por encima de todo. En nuestro mundo, en Europa, importa la persona y su capacidad, seas francés, del norte, mujer, portugués o de etnia gitana si se tercia. Esto es civilizaci­ón y marca una linea roja que no podemos dejar que se sobrepase por otras culturas que priman las diferencia­s, en este caso entre ser mujer u hombre.

La afrenta es aún más grave siendo la persona relegada nada menos que una presidenta de la Comisión Europea, médico de profesión, que ha sido ministra de casi todo y, además, una mu

En Europa importa la persona y su capacidad, esto es civilizaci­ón y marca una línea roja que no podemos pasar

jer políglota de una exquisitez y elegancia que otorga más prestancia al cargo del que recibe por ocuparlo. Y los machirulos casi le mandan a ponerles un té. Faltó el chasquido de dedos y unas risotadas. Lo de Erdogan podía hasta esperarse. Es un dictador al que solo le falta la pechera con medallas para dejarse de disimulos. Pero la colaboraci­ón necesaria para este escarnio público a tan alta señora fue la del infame Charles Michel, quien como mínimo debió levantarse, por la debida cortesía, y acercar él mismo un sillón más. Hay momentos en que un estadista debe mostrar su altura, pero este sujeto prefirió humillar a la que representa­ba en aquel acto a todas las mujeres de un continente si me apuran.

No hacen falta anteojeras moradas o ministerio­s del descerebra­miento postloques­ea para poner en su sitio a estos tipos. Solo dos dedos de frente. Hay mujeres que sufren cárcel por aquellos lares involucion­istas por cosas como conducir coches o quitarse un velo. Huyen a Europa en busca de refugio y de un sistema que garantiza el desarrollo integral de cualquier persona. Pero también aquí pueden darse de bruces con estos tipos cerriles que se arriman más a un cafre que a la serena, inteligent­e elegancia de la sabia Europa.

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CÉSAR REQUESÉNS crequesens@gmail.com

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