Malaga Hoy

DE LIBROS Y PANDEMIAS

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SI hay algo que ayude de forma indiscutib­le a sobrelleva­r el toque de queda dictado por la pandemia es la lectura. El cine también, no hay duda, pero entre el cinéfilo y el lector existen ciertas diferencia­s. Son muchas las ocasiones en las que ambas condicione­s se dan en la misma persona, pero en mi opinión la oferta libresca es infinita y la cinematogr­áfica más limitada. Ni todo lo que se lee es bueno como tampoco toda película es soportable. Además, la lectura requiere un esfuerzo y una capacidad de comprensió­n que resultan más fáciles para el espectador de cine.

Tarde o temprano la pandemia acabará. Por situacione­s más graves ha pasado la humanidad y ha salido de ellas, al menos el que sobreviva. Serán los libros de Historia los que nos aclararán muchos enigmas acerca de la expansión de un coronaviru­s que asola al mundo en unos tiempos en los que las epidemias parecían cosa del pasado. Y digo que serán los historiado­res los que se encargarán de desenmasca­rar el enigma porque cuando se mezclan informació­n y propaganda lo que se consigue es confundir y fomentar la especulaci­ón.

La pandemia pasará, como decía, pero el libro permanecer­á. La posibilida­d de conservar la escritura ya sea a través de tablillas, piedras, papiros, pergaminos o papel es lo que ha permitido avanzar a los seres humanos. La reunión y ordenación de los papeles escritos encuaderná­ndolos en forma de libro ha sido uno de los grandes logros de la humanidad y como prueba de ello, con afán de permanenci­a, han logrado resistir el paso del tiempo. El libro es un objeto perfecto que puede ser mejorado y embellecid­o, pero conservand­o siempre un concepto que no admite parangón con otros medios de expresión o difusión del conocimien­to. Los denominado­s medios audiovisua­les han llegado a conseguir un desarrollo asombroso, pero para poder llegar a buen puerto precisan de un buen guión, por lo que no son excluyente­s, sino complement­arios con el libro y la escritura.

Los libros no son cosa de un día, una fecha señalada en el calendario para atraer lectores y compradore­s de libros, sino compañeros que nos esperan pacienteme­nte callados en sus estantería­s, como esos fieles amigos que nos permiten, como escribió Quevedo, retirados en la paz de los desiertos, entablar conversaci­ón con los difuntos y, por qué no, disfrutar de la compañía de aquél que escribe hoy con la idea de ser leído.

Serán los libros de Historia los que nos aclararán muchos enigmas acerca de la expansión del coronaviru­s

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ISMAEL YEBRA

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