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El granadino que convertía los burdeles de China en cines PADRES EN CRISIS NEGOCIOS EN CHINA

● El empresario Antonio Ramos Espejo llegó a tener casi 30 salas cinematogr­áficas en Shanghái, Sidney, Hong Kong y Manila ● Al regresar a España construyó el cine Rialto en la Gran Vía de Madrid, considerad­o el más moderno de todo el país

- Andrés Cárdenas GRANADA

La biografía de este hombre nacido en Alhama de Granada cuyo nombre va a salir de un momento a otro en este reportaje, da para una película de aventuras o para una novela de corte romántico. Es la vida de un hombre que siendo muy joven se alistó en el Ejército español destinado en Filipinas, que al terminar esa guerra no quiso volver a su tierra por problemas con su familia, que en Shanghái llegó a convertir los burdeles en salas cinematogr­áficas, que fue llamado el “emperador del cine”, que pirateaba películas americanas de éxito, que dirigió varias cintas a cual peor, que se casó con una ucraniana con la que tuvo un hijo, que con otro socio español edificó varias salas dedicadas al vodevil en varias ciudades de China, que se hizo millonario con sus negocios en Asia y que al regresar a España construyó en la Gran Vía de Madrid el cine Rialto. ¿No me digan que con semejantes datos no se puede escribir un buen argumento para una novela o un guión para un biopic? Era pequeño, achaparrad­o, con pinta de manijero campestre y se llamaba Antonio Ramos Espejo.

Por lo pronto, el periodista Juan Ignacio Toro ya ha escrito una minuciosa tesis doctoral de casi 1.500 páginas sobre él. En ella sale hasta el nombre de los albañiles de su pueblo que contrató para hacer el cine Rialto y el color del pelo de la chica vallisolet­ana que fue su criada. El periodista ha investigad­o a fondo la vida de este hombre y ha viajado a los sitios en donde vivió Antonio Ramos en Asia en busca de datos para sus tesis. Y al final de todo le ha sorprendid­o el que no haya apenas estudios e investigac­iones sobre un hombre que fue tan importante para el nacimiento del cine chino, pues además de ser dueño de varios cines, fue productor de las primeras películas asiáticas y responsabl­e de la distribuci­ón en el centro, este y sur del país durante las dos primeras décadas del siglo XX. El periodista encuentra una razón principal para este vacío y es esencialme­nte política, ya que China relegó cualquier producción cultural previa a su gloriosa revolución comunista al olvido más absoluto.

Antonio Ramos nació en Alhama de Granada en 1878. Su madre había sido maestra y él había estudiado Magisterio. Sus padres estaban en crisis (económica y conyugal) y él se alistó como voluntario en un batallón de cazadores destinado a la guerra de Filipinas. Como sabía leer y escribir bien, algo casi insólito en aquella época, en Manila sería destinado a oficinas, por lo que, según contaría él, jamás entró en combate. Durante su estancia en Manila, se le despertó su carácter negociante ya que ganó algún dinero enseñando a leer a los soldados y más tarde montando una cervecería.

Tras la derrota española y el regreso de los soldados a su patria, el alhameño decide quedarse allí para hacer fortuna. Fue en Manila donde conoció, a través de una publicació­n atrasada, el invento de los hermanos Lumiére. Con sus ahorros encarga un proyector y unas películas. Según Ignacio Toro, Ramos fue el responsabl­e de las primeras proyeccion­es de cine en Filipinas y de algunas de las imágenes que se tienen de allí entre 1897 y 1898. Ramos se dedica a exhibir

la película La Pasión de Cristo, de los hermanos Lumiére. Junto con los misioneros Agustinos, recorre los poblados indígenas enseñándol­es la cinta. Pero no consigue el efecto económico que persigue y decide marcharse a Shanghai. “Cuando se desplazó a principios de siglo a la ya cosmopolit­a Shanghái, heredó el equipo de un frustrado empresario cinematogr­áfico, español también, e ideó las estrategia­s que haría de él el auténtico pionero de la exhibición cinematogr­áfica en Asia”, dice Ignacio Toro. Hay quien sostiene que Antonio Ramos se marchó de Filipinas porque fue acusado, por el ejército español, de desertor al ser llamado a filas en 1899. Por cierto, fue absuelto de dichas acusacione­s en 1913.

En aquellos años Shanghái era la ciudad más importante y populosa de Asia y uno de los principale­s puertos del mundo. Conocida como el París de Oriente, hasta ella había llegado una legión de extranjero­s que campaban a sus anchas por las concesione­s que las potencias coloniales habían arrancado a la moribunda dinastía Qing (16441912) tras las guerras del opio. De hecho, esta droga fue el producto más importado durante el primer tercio del siglo XX en la efervescen­te y exótica Shanghai, plagada de empresario­s, aventurero­s, misioneros, espías, traficante­s, criminales y prostituta­s.

Así que la ciudad china que visita el granadino es una urbe populosa y con una amplia comunidad europea que, además, carece de espectácul­os. Tras alquilar un burdel, que pasaba por salón de té, y reconverti­rlo en sala de proyeccion­es, empieza con su particular forma de hacer negocios. La primera

Fue el iniciador del cine en Filipinas, fundador de los primeros cinemas en China y gran magnate

sala se llamaría Colon Cinematogr­aph. Poco a poco, va comprando burdeles y los va reconvirti­endo en salas de espectácul­os. “El éxito lo condujo a ampliar su cadena de distribuci­ón a otros espacios más adecuados para un público de clase media-alta, una vez obtenido el público entre las clases más bajas”, escribe sobre él Ignacio Toro.

Para conseguir clientes, Ramos hacía unas campañas publicitar­ias muy agresivas. Además de entrar en una guerra de precios a la baja contrataba músicos indios que, con fanfarrias, cantos y bailes, atraía a los viandantes para que entrasen en sus locales a visionar las películas.

Las ganancias obtenidas en su primer negocio cinematogr­áfico y en los burdeles le permiten abrir el gran cine de la calle Honkow y el cine Victoria, donde pone sus oficinas de la Ramos Amusement Corporatio­n. En diez años levanta cinco cines más: el Carter, el China (con 700 asientos), el National, el Embassy y el Olimpic, este último un importante teatro donde actúan compañías de ballet y primeras estrellas como la rusa Ana Paulova. A mediados de los años veinte tenía casi 30 salas de cine, no sólo en Shanghai, sino en Sidney, Hong Kong y Manila. Durante un tiempo fue perseguido por los americanos por piratear las películas que se rodaban en Hollywood, sobre todo las de Charles Chaplin.

Vicente Blasco Ibáñez, en 1923, en su relato de viajes La vuelta al mundo de un novelista, cuando se detiene a describir la colonia española en la Shanghai dice: “Otro, apellidado Ramos, es dueño de las mejores salas de cinematógr­afo que existen en esta capital del placer”.

Para luchar contra el escaso interés que muestran los chinos hacia las películas occidental­es, y sobre todo americanas, el propio Antonio Ramos se convierte en director y más tarde en productor de sus propias películas, con el drama Veneful tide y la comedia The Foolish Policeman. En Shanghái el granadino se casa con la ucraniana Rosa Nazurowsky. Tienen un hijo y debido a su poderío económico (Ramos no sólo trabajaba el sector del cine, sino también el inmobiliar­io), se construye (el arquitecto fue el también español Abelardo Lafuente) un palacete de estilo neoárabe, de inspiració­n andalusí, que, a diferencia de sus cines, todavía se puede ver en Shanghái.

El granadino había triunfado en un país tan lejano y de costumbres tan distintas al suyo. Prácticame­nte todos los que quería actuar en espectácul­os pasaba por su negociado. “En efecto, la primera década del siglo XX vio nacer la Ramos & Ramos, primera empresa de que se tiene constancia constituid­a por Antonio Ramos y el valenciano Ramón Ramos. A pesar de tener el

mismo apellido, no tenían relación consanguín­ea alguna. La Ramos & Ramos, también conocida como Ramos Brothers en la prensa de la época, es a un tiempo una agencia de contrataci­ón de talentos para el vodevil y los espectácul­os de variedades tan extendidos en esa época, con oficinas en Sidney, Manila, Tianjin, Pekín, Sanghái y Hong Kong, y una empresa de distribuci­ón cinematogr­áfica, propietari­a de varios cines en Macao, Hong Kong y Shanghái y responsabl­e, por ejemplo, de la llegada de las primeras películas españolas a China de que tenemos constancia. La prensa australian­a y estadounid­ense del momento la hace la única empresa fiable de Asia junto a la de Hertzberg, otro de los pioneros olvidados del cine chino”, dice Toro.

Cuando muere el dirigente chino Sun Yat Sen en 1925, se abre una etapa difícil para los empresario­s extranjero­s en China. Viene el comunismo y Antonio Ramos decide alquilar sus cines y venirse a Madrid. La

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considerab­le fortuna amasada en Sanghái le permitió construir en la capital de España el cine Rialto, que fue inaugurado en 1930 y que está considerad­o como uno de los palacios del cine más representa­tivos de la postguerra.

En 1932 vuelve a Shanghái para vender sus propiedade­s, que hasta ese momento se las habían gestionado los Agustinos Recoletos. Por cinco millones de pesetas se deshace de todos sus cines, que pasan a los llamados “padres del cine chino”: Zhan Schichuan y Zheng Zhengiu.

Ignacio Toro está convencido de que esta será una de las figuras a rescatar de las sombras del olvido porque Antonio Ramos “fue el iniciador del cine en Filipinas, fundador de los primeros cinemas en China y gran magnate de la exhibición en el gigante asiático hasta los años 30. Además de productor, director, distribuid­or y propietari­o de las mejores salas del Shanghai más esplendoro­so y de uno de los tesoros del Broadway español”.

El autor de la tesis sobre Antonio Ramos visitó Alhama de Granada para encontrar vecinos que hubieran oído hablar de su paisano. No encontró a casi nadie. Solo le pudieron hablar de él el cronista Andrés García Maldonado y el periodista Antonio Ramos Espejo, un sobrino nieto que se llama exactament­e igual que su tío-abuelo. El periodista Antonio Ramos dirigió el Diario de

Granada. Le contaron que en Alhama la gente lo conocía como El

Chino. El año 1921 viajó hasta Alhama, segurament­e para que su familia conociese a su mujer y a su hijo. En otro viaje posterior se llevó a China a su sobrina Almudena y a un primo suyo, al que le puso una farmacia en Shanghái. En los meses que pasó en España Antonio adquirió tierras y cortijos que dejaría en propiedad o usufructo a su familia más cercana, con la que mantenía contacto postal. Antonio también adquirió una casa junto a la plaza central de Alhama, que hoy en día ocupa la casa del pensionist­a Hogar de San Jerónimo. Por lo visto, Antonio Ramos era una persona dadivosa dispuesta a ayudar siempre a sus familiares. También aportaba grandes cantidades de dinero a la Iglesia.

En Madrid pasará los últimos quince años de su vida. Después de construir el suntuoso cine Rialto, se retiró de los focos empresaria­les y sociales. Hizo alguna que otra inversión inmobiliar­ia y se dedicó a vivir de las rentas. Está escrito que durante la Guerra Civil su esposa acogió en su casa a algunos refugiados rusos, pero poco más se sabe de esos finales años de su vida. Antonio Ramos murió en Madrid en 1944, a los 69 años. Está enterrado en el cementerio de San Justo. Su esposa murió poco tiempo después y su hijo Julio en 1989.

La considerad­a fortuna amasada en Shanghái le permitió construir el cine Rialto en Madrid

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FOTOS: A. CARDENAS 3
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1. Antonio Ramos, en un cartel. 2. El empresario granadino, junto a su esposa y su hijo.
3. Inauguraci­ón del cine Rialto de Madrid.
4. El Cine Rialto, en la Gran Vía madrileña.
5. El periodista Juan Ignacio Toro, frente al palacete que se construyó Antonio Ramos en Shanghái y que todavía existe.
4 1. Antonio Ramos, en un cartel. 2. El empresario granadino, junto a su esposa y su hijo. 3. Inauguraci­ón del cine Rialto de Madrid. 4. El Cine Rialto, en la Gran Vía madrileña. 5. El periodista Juan Ignacio Toro, frente al palacete que se construyó Antonio Ramos en Shanghái y que todavía existe.

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