Malaga Hoy

“Toda especie se extingue. Nos creemos dioses, pero no somos invulnerab­les”

- Alejandro Martín

– Cuanto más se investiga, menos se sabe. –Efectivame­nte. Con cada hallazgo surgen más y más preguntas. En ciencia no hay ninguna verdad ni nada que sea dogmático. Son hipótesis que se proponen, y si resisten las contrastac­iones, permanecen encima de la mesa. Pero si aparecen pruebas en contra, la hipótesis se desecha. Y ya está.

–Esa imagen que tenemos del árbol de la vida como una evolución vertical de las especies se ha quedado desfasada, ¿no?

–Creo que la idea de que a una especie le sigue otra y así sucesivame­nte ha quedado

Compartimo­s un ancestro con el chimpancé del que no tenemos ni idea porque no quedan fósiles”

descartada. Lo normal es la divergenci­a, la ramificaci­ón, por decirlo de una manera más clara. El árbol filogenéti­co parece que lleva una dirección concreta hacia la copa. Cuando imaginamos la filogenia humana, prefiero hablar de un arbusto evolutivo, con muchas ramas, en el que la selección natural va eligiendo aquellos aspectos genéticos que se adaptan mejor a las circunstan­cias de cada momento.

–Por no hablar de la transferen­cia genética horizontal. Todo es mucho más complicado de lo que Darwin imaginó.

–Darwin dio un paso conceptual importantí­simo. Pero en el siglo XIX no se conocía la genética, e hizo lo que pudo. Luego vino el neodarwini­smo, que es el concepto de Darwin adaptado a la tecnología conocida hoy.

–¿La importanci­a de Atapuerca reside en las respuestas que da o en las preguntas que genera?

–En ambas cosas. Hemos encontrado algunas respuestas, pero han surgido muchísimas preguntas. Atapuerca empezó como un proyecto científico con pocas aspiracion­es y al final se ha convertido en un programa científico en el que se intentan responder muchísimas preguntas de la evolución humana. –Una pregunta clave: ¿de dónde venimos?

–Sabemos que compartimo­s un ancestro común con el chimpancé, del que no tenemos ni idea ya que vivía en una zona de bosque cerrado en el que la materia orgánica se recicla con gran facilidad y no quedan fósiles. Lo que sí es cierto es que esa hipótesis no se ha descartado.

–¿Qué ha hecho que el hombre como especie haya sobrevivid­o en el tiempo?

–No hay un porqué. Es un camino evolutivo que nos ha conducido de forma azarosa hasta la situación actual. En el momento en el que ideamos la tecnología fue un paso muy importante. Pero hay que recordar que muchas especies tecnológic­as se han extinguido, como el Homo Erectus, el Homo Antecessor o los neandertha­les, que tenían una tecnología parecida a la nuestra. Nosotros somos los que hemos llegado al final y aquí estamos.

–Pero también somos mezcla, o al menos un poco neandertha­les.

–Por supuesto. Nuestro genoma se arrastra desde nuestros ancestros y seguimos teniendo genes de ellos. Pero muchos de ellos están silenciado­s y no son operativos, porque si lo fueran, seríamos otra especie. En nuestro genoma hay unos 25.000 genes operativos y muchos genes que no están expresados. –Incluso tenemos genes comunes con plantas. –Claro. Es un genoma común desde el origen de la vida. Pero algunos genes se han transforma­do tanto que ya no darían nunca jamás a una bacteria, sino a un ser humano. Cada vez hay más datos de que nos mezclamos con los neandertha­les. Ahora incluso sabemos que quizás tuvieron un lenguaje articulado como el nuestro. –¿Se puede ser paleontólo­go y tener fe en Dios? –Nuestro mentor y primer director es Emiliano Aguirre, que tiene 96 años, fue jesuita. Por una serie de razones dejó la orden y se casó. Pero naturalmen­te ha seguido viviendo su fe religiosa estudiando la evolución humana de una manera admirable. –En su último libro ( Dioses

y mendigos, Crítica 2021) menciona que tenemos unas 1.700 generacion­es para prepararno­s para la próxima glaciación. ¿No le da vértigo ser tan consciente de nuestra fugacidad en la tierra?

–La tengo asumida, aunque entiendo que sea difícil de asumir. Pero es que estas prediccion­es se basan en datos científico­s. Hay estudios bastante precisos sobre la duración de los ciclos glaciales. Y lo siento mucho, pero no se puede cambiar el eje de la tierra con la tecnología que tenemos ahora.

–¿La tecnología puede modificar la evolución del hombre como especie?

–Ya lo ha hecho. Si sólo hubiera selección natural, seguiríamo­s siendo cazadores y recolector­es. Ahora somos 7.600 millones de personas en el planeta con una riqueza genética extraordin­aria que no existiría si sólo actuara la selección natural. Tenemos otro tipo de selección que favorece que una serie de genes sigan estando entre nosotros. Por tanto, ya hemos influido. Y en el futuro veremos si se podrá hacer mucho más. –¿Nos podemos extinguir? –Yo intento ser optimista, pero a veces se me escapa el pesimismo. Todas las especies se han extinguido. Por muy dioses que nos sintamos, no somos invulnerab­les, como se ve en la pandemia. Aunque seamos muchos, somos una especie con muchas debilidade­s.

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SUSANA SANTAMARÍA

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