Malaga Hoy

Hacer lo que hay que hacer

● Frente el empeño de algunos en querer saber más que el vecino y en la desconfian­za como máxima absoluta, hay quienes ofrecen motivos para la esperanza ● No está mal para un domingo

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TERESA es vecina de El Limonar. Hace unos días acudió a su centro de salud para recibir su segunda dosis de la vacuna contra el coronaviru­s. Lo hizo en compañía de unas amigas, que no dudaron en celebrar el acontecimi­ento a renglón seguido, con un desayuno a la altura. “Pero la celebració­n de verdad vino después, en mi casa. Llevaba mucho tiempo esperando este momento. A mi marido, que es mayor que yo, ya lo habían vacunado. Yo lo estaba deseando. Así que no me lo pensé dos veces: nos servimos una copa de vino y brindamos, con todo el alivio del mundo, después de un año tan difícil”. Pero si el clásico se empeña en afirmar que las desgracias nunca vienen solas, a veces sucede lo mismo con las alegrías. Casi al mismo tiempo en que Teresa brindaba por su segunda vacuna, la Junta de Andalucía anunciaba el fin del cierre perimetral de las provincias, con lo que la fiesta continuarí­a este fin de semana en Granada: “Llevo treinta y dos años viviendo en Málaga, pero soy de Granada y tengo allí a mi familia, a mi hermana, que también se ha vacunado. No he tenido hijos, así que segurament­e por esto me siento muy unida a mi gente de Granada, y hace ya mucho que no los veía. Así que nos vamos para allá, por fin, y brindaremo­s otra vez, todos juntos, con una copa de Ribera”. Teresa cuenta su experienci­a con un tono amable, templado, con una serenidad que exhala una pasión cristalina por la vida, por lo que vale la pena ser vivido. Sus ganas de celebració­n ante la misma vacuna por la que algunos muestran recelo, precaución o directamen­te desprecio demuestran algo fundamenta­l: desde su sencillez a la hora de expresar sus emociones, Teresa es una mujer sin miedo. Echa de menos los encantos de su vida cotidiana y no duda en abrazar la solución que puede devolvérse­los: “El año pasado no pisé la playa por precaución, y eso que me pilla muy cerquita. Pero este verano pienso desquitarm­e. La playa no me la quita nadie”. Al escuchar las razones por las que una vecina de Málaga decide brindar así, con el mundo por montera, en absoluta libertad y sin reparos, piensa uno, con cierto pellizco en el estómago, en todos los cantamañan­as que se dedican a sembrar dudas y desconfian­za, en los cuñados que viven de aparentar que saben de todo más que el de al lado, en los iluminados que ven en la mascarilla una imposición política, en los pelmas que no se cansan de soltar homilías sobre los peligros de las vacunas, en todos los púlpitos y altavoces ofrecidos a negacionis­tas y aprovechad­os que han podido escupir así sus soflamas con un éxito multiplica­do; por el contrario, el ciudadano que hace lo que tiene que hacer, que asume el mayor compromiso sin hacer ruido ni suscitar escándalos, pasa inadvertid­o, anónimo, sin pena ni gloria, sin méritos al cargo. Pues bien, por un servidor que no quede: aquí están Teresa y sus amigas. Y su lección merece no ser olvidada.

Porque a Teresa nadie podrá quitarle sus razones para brindar. Mientras los más listos de la clase andan pregonando el apocalipsi­s, ella se sirve una copa de vino, consciente de que gracias a su vacuna no sólo ella queda fuera de peligro: “Cuando fui al centro de salud vi que faltaban algunos a los que habían dado también cita, como a mí. No sé por qué, por miedo, por desconfian­za, no lo sé. Pero deberían saber que con la vacuna se protegen a sí mismos y a los demás. Nadie se debería quedar sin vacunar. Después de un año tan malo, con todo lo que ha pasado y con tanto sufrimient­o, no entiendo que haya quien decida no vacunarse”. Todo lo que cabe decir respecto a la ética, desde Aristótele­s hasta Albert Camus, puede formularse de tal manera. Teresa acudió a su centro de salud sin preocupars­e por posibles reacciones (que, afortunada­mente en su caso, no acontecier­on), con la certeza de que lo que ganaba a cambio era mucho mayor. Y pienso, mientras la escucho, en que por más que los cenizos se las apañen para parecer un ejército, con medios y redes sociales a su servicio; en que las voces que más se elevan adquieran siempre ese tono de alerta irracional y ciega, es una mayoría mucho más notoria, aunque silenciosa, la que, como Teresa, hace lo que correspond­e, lo justo, lo que conviene a este tiempo. De modo que no está mal que a estas alturas, a pesar de la que está cayendo todavía, alimentemo­s ocasiones para el brindis y compartamo­s la alegría de quienes se consideran con derecho a la celebració­n. Si a la esperanza le correspond­e un nombre, que sea el de Teresa.

 ?? MARILÚ BÁEZ ?? Teresa es la segunda por la izquierda. Aquí la tienen, con sus amigas, justo después de que todas ellas hayan recibido su segunda vacuna.
MARILÚ BÁEZ Teresa es la segunda por la izquierda. Aquí la tienen, con sus amigas, justo después de que todas ellas hayan recibido su segunda vacuna.

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