Huertos para levantar barrios
La labor del voluntariado ciudadano surge en
La labor del voluntariado ciudadano surge a veces donde no llegan las administraciones y un ejemplo de ello es el huerto urbano “La Yuca”, un centro sociocultural ubicado en Málaga donde, además de cultivarse tomates, también acuden niños a hacer sus deberes. “La idea es hacer un trabajo social más que hortelano”, según explicó a Efe Marcos Jiménez, integrante de “Tierra urbana”, un grupo de seis voluntarios que se encarga de la gestión de este espacio al que contribuyen con el pago de una cuota mensual para comprar las semillas, herramientas y afrontar las reparaciones.
Estos voluntarios están aprendiendo cómo trabajar la tierra, pero están orgullosos de que este año sí que han tenido “éxito” con la cosecha de habas pese a que en el anterior “los tomates no salieron muy bien”. “Nunca habíamos hecho nada de esto y conforme van apareciendo situaciones y necesidades, así vemos”, admite sin perder la visión de futuro que tiene sobre el huerto y afirma que la idea es habilitar al lado de la gran Yuca –árbol que preside el lugar y le da nombre– un pequeño escenario en el que leer poemas o presentar obras.
Jiménez precisa que “al ser un espacio público se intentaría que todo lo que se hiciera fuese gratuito para que las personas que no tienen suficiente poder adquisitivo puedan optar a lo que oferten”.
Marcos y los otros cinco voluntarios colaboran con la Asociación Andaluza Por la Solidaridad y la Paz (ASPA), la organización no gubernamental adjudicataria del huerto y que en la actualidad tiene cedida una parte a un colectivo del distrito, “Fantasía Lagunillas”, ubicado en la barrio de Lagunillas.
El presidente de “Fantasía Lagunillas”, Daniel González, ha comentado a Efe que acompañan a hacer sus deberes a niños, no solo del barrio, sino también de otros lugares, especialmente a aquellos que están en riesgo de exclusión social que proceden de “entornos complicados y desestructurados”.
La mayor parte de actividades lúdicas que hacen en el huerto son de educación artística como modelado de arcilla, pintura o construcción escultórica con material reciclado, obras que luego se utilizan para adornar este espacio. Muchos de los voluntarios son pintores, escultores o personas que tienen un taller de arte y que, de forma altruista, también enseñan su oficio a los niños, algo que -según González- se ha dado de un modo “espontáneo, natural”.