LA IZQUIERDA DEL TÓPICO
La fiscalidad es una de las líneas de separación más inequívocas entre izquierda y derecha. Dos modelos distintos, los dos con calado ideológico, y los dos con eficacia coyuntural. Era una oportunidad para que la izquierda planteara su al
Susana Díaz, más allá de su argumento oportunista sobre agotar la legislatura después de no haberlo hecho ella en ninguna de las dos oportunidades que tuvo en 2015 y 2018, sí que celebraba el pacto de rebaja fiscal. No por bajar impuestos, algo que sólo hizo por presión de Cs, sino porque descartaría la hipótesis del adelanto electoral, y por tanto no tendría sentido adelantar unas primarias de las que recela como gato escaldado. Ella, parafraseando La Eneida, teme a los compañeros de partido incluso cuando traen regalos. En todo caso, sabe que ambas partes del razonamiento son irreales: el adelanto sólo es una coartada para las primarias, pero además el adelanto no es en absoluto descartable.
No es raro que Iglesias vaya a terminar haciendo televisión. Lo suyo siempre ha estado muy cerca del espectáculo. Y que lo haga con un empresario indepe en Cataluña es hasta justicia poética. Allí él ha contribuido mucho a blanquear un movimiento muy poco democrático, lleno de xenofobia. Por demás, la estrategia de despreciar a los equidistantes que se sitúan entre el fascismo y el antifascismo es demasiado chusca; una falacia de falso dilema casi infantil. Esto va de amenazas iliberales, populistas y nacionalpopulistas, que debilitan la democracia liberal. Y que Iglesias haga una mayoría con ERC y Bildu le deja con muy poco margen de autoridad moral. Su estrategia, a la que además ha arrastrado a un PSOE que partía con un planteamiento moderado, parece haber engañado a pocos, a tenor de las encuestas. Como su alerta antifascista en Andalucía.