Malaga Hoy

“Trato de ofrecer una novela honesta que no engañe al lector”

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no también la percepción a la respuesta de los demás: el paternalis­mo de uno, el desprecio de otro, el menospreci­o de los compañeros, el cariño de algún personaje que otro, como la señora Meyer, de quien la única descripció­n es que es mayor y huele a pan recién hecho; ¿a qué huele el pan recién hecho? Huele a casa, a calentito, a hogar. Por eso me interesaba ese punto de vista más amplio, más intuitivo. y me permite también ahondar en su personalid­ad.

–¿Y por qué Frankfurt como escenario, había estado antes?

–Estuve hace casi tres años, fui de vacaciones, hice una pequeña ruta por varias ciudades y Frankfurt me chocó muchísimo. Frankfurt no es bonita, es la ciudad menos alemana de Alemania, dicen, y tiene un barrio rojo miserable y maloliente, tal y como lo describo en la novela, no es nada turístico ni es recomendab­le pasar por allí. La primera vez que estuve en el barrio rojo, como tanta gente, fue por accidente; estaba viendo la ciudad, los rascacielo­s, y de pronto me vi en calles con burdeles, con clubs, con chicas. Y en el barrio rojo, además, están las narcosalas, que aparecen en la novela, establecim­ientos que ha puesto el Gobierno para que los toxicómano­s se puedan inyectar su dosis con un mínimo de salubridad, con personal especializ­ado que puede evitar sobredosis, incluso si quieren dejar la droga pueden acudir a ellos. El barrio rojo y las narcosalas están en el mismo sitio, como si hubieran querido concentrar todos los vicios en el mismo lugar, en las afueras se habría convertido en un gueto. Pero está en pleno centro, a la sombra de los rascacielo­s. En un

espacio muy reducido se juntan el barrio rojo, con las chicas que salen a las puertas de los clubes para llamar la atención de los clientes, que aunque está prohibido lo hacen, con los usuarios de las narcosalas, los turistas que recalan por accidente y los yupis, los ejecutivos que vienen de las grandes torres de cristal y acero y que los ves pasar con sus maseratis y ferraris a toda velocidad...; me pareció un caldo de cultivo formidable para una novela negra.

–¿Ya tenía la novela en la cabeza antes de establecer­se allí?

–Tenía muchas cosas en la cabeza, pero no quería escribirla hasta estar allí, quería empezarla y terminarla allí, para que fuera todo fidedigno, para que Frankfurt me diera algo, no inspiració­n, pero sí que me influyera con todo su ambiente, que me pudiera pasear por las calles y los escenarios para que fuera lo más fiel posible. –¿Intentó hacer algo muy real? –Es muy real, de hecho los escenarios son casi todos reales.

–¿La historia es ficticia?

–Sí, es ficticia.

–¿No hay ningún detalle que haya visto en algún periódico? Este género roza mucho con el periodismo de sucesos.

–He visto muchas cosas..., está muy cerquita, sí. En este caso, he visto varios sucesos que me han llamado la atención, de hecho mi chica cada vez que se enteraba de algo, me lo decía. Porque pasan cosas, Frankfurt es la ciudad con la tasa de criminalid­ad más alta de Alemania, aunque es un dato sesgado porque tiene el aeropuerto más grande y entra muchísima droga y con cada cargamento sube la tasa. Pero hay un problema muy gordo de drogadicci­ón, tiene delincuenc­ia... Al primer mes de estar allí, un chalado cogió a un niño y lo tiró a la vía del metro. Esa línea no la cogía yo, pero sé dónde está y te lo imaginas.

–Pero no vio a nadie caer desde un rascacielo­s...

–Hay un rascacielo­s que es el epicentro de la novela. Conocí a un tipo que trabajaba allí y se ofreció a enseñármel­o cuando yo estaba buscando un rascacielo­s en el que meter la acción. Había oficinas, despachos, y me llevó a un balconcito muy alto sin medidas de seguridad, le pregunté si alguien se había suicidado desde ese edificio y

–Benito Olmo se va a Frankfurt, aquel es el escenario de la novela..., pero en la página 20 aparece Cádiz, más adelante sale la calle Doctor Zurita, y la madre de Mascarell es gaditana.

–Son los pequeños guiños [risas]. Es imposible olvidarse de donde uno viene. Es otra cosa que utilizo en mis novelas. Cuando escribí La maniobra de la tortuga, me traje a Bianquetti desde Madrid y mostré Cádiz desde sus ojos; o a Cristina que viene de Granada. Ahora me he llevado a alguien de Cádiz a Frankfurt para que cuente cómo es aquello. Mascarell es un buen guía para llevarte por las partes menos recomendab­les de la ciudad. –Hay un pequeño anexo al final de la novela en el que proporcion­a un correo electrónic­o para que los lectores le puedan escribir. ¿Cómo funciona eso? –Normalment­e me escriben mucho. Hay un grueso de lectores que no está en las redes sociales, la gran masa lectora, en mi opinión, no está en Twitter ni Facebook. Es darles la opción de que me hagan llegar sus impresione­s. Me escriben muchísimo y yo siempre contesto. Normalment­e son impresione­s positivas.

–Ahí dice que un lector no es nadie sin sus lectores.

–Es la realidad, como dice Almudena Grandes, mis lectores son mi libertad. Son los que me permiten vivir de la literatura desde que dejé de trabajar en la Policía Portuaria. Desde hace cinco años me dedicó sólo a escribir gracias a mis lectores, que han confiado y siguen confiando en mis novelas. Por eso necesito conectar con ellos de alguna manera.

–Eche la vista atrás, cuando empezó y no tenía esos lectores que se ha ido ganando a pulso.

–Y están carísimos los lectores, está la cosa muy complicada. Se está publicando muchísimo y los lectores, muchas veces, ni se enteran de que salen novelas. Entre la oferta, la poquísima demanda que hay, la cantidad de elementos de entretenim­iento que hay... Conseguir fi

–En su personalid­ad, desde luego, los personajes están muy formados.

–Yo creo que están terminados. Y en cuanto al estilo: yo llevo poco en esto, pero la búsqueda de un escritor es la de su propia voz, su forma peculiar de mirar y de contar lo que ve. Y en esa estamos, buscando mi propia voz. Sí es verdad que vengo de una cultura muy cinematogr­áfica, va con mi generación. Es inevitable que el estilo se vuelva cinematogr­áfico.

–Sí, bastante metido, y estoy muy contento con el trabajo. Han querido que me mezcle mucho y yo he ayudado en lo que he podido. Quiero dejarles a ellos, que son gente muy buena. Me han propuesto cambios desde el respeto, con mucha cautela, y desde un principio les dije que mi novela no les podía poner límites, que es el punto de partida para la película, la mejor película posible, cambiando lo que haya que cambiar. Los lenguajes son diferentes, una adaptación fiel de la novela, cien por cien, no va a funcionar. Creo que el guion ha quedado espectacul­ar. Creo que va a ser un gran proyecto de Juan Miguel del Castillo, que se espera estrenar en mayo de 2022. Y he conocido a los actores y fue impresiona­nte, tanto Natalia de Molina como Fred Adenis.

Tenía muchas cosas en la cabeza, pero no quería empezar a escribir hasta que no estuviera en Frankfurt”

Creo que el guión cinematogr­áfico de ‘La maniobra de la tortuga’ ha quedado espectacul­ar”

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El escritor gaditano Benito Olmo, con su nuevo libro en la hemeroteca de Diario de Cádiz.
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FOTOGRAFÍA­S: ÁLVARO JAÉN
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