Malaga Hoy

CORONAVIRU­S ‘ DIXIT’

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QUE llevo dentro un exterminio de origen incierto, qué duda cabe. Pero he venido también a recordaros que nadie es una isla, que cada cual interviene, para bueno y para malo, en la vida y la muerte de los demás. He prendido fuego a vuestra certidumbr­e, pero sólo he sido mecha, la propagació­n de la epidemia y que ésta devastara las residencia­s de ancianos concierne a vuestro concepto de la vejez: los mayores, demasiadas veces, fuego apartado son y espada puesta lejos. Sé que vuestra forma de vida os complica atender con gratitud a los sabios de la tribu, pero no os levantáis para exigir a los gobiernos la mayor protección y cuidado a mayores y dependient­es, ni os prometéis a ustedes mismos no delegar el cariño en terceros ni la carga en las sempiterna­s cuidadoras gratuitas de este mundo, que son las hijas, las nietas, las nueras... Os he encerrado –los dinteles marcados con gel hidroalcoh­ólico– en las casas, allí habéis tenido ocasión de entrevista­ros con vuestra propia sombra. Pero el caos que se ha alzado en vuestros corazones,

Las vacunas no sirven si no son para el mundo entero. Hasta aquí llega el humo de las piras indias

cabezas y cuerpos no me pertenece: nadie os educó para el vértigo, y habéis entrado en el hueco de adentro asediados por el ruido. De este trance, demasiados no han salido victorioso­s, ni siquiera mejores. Otras gentes, en cambio, recordarán este zarpazo como el tiempo doloroso en que se detuvo el mundo y se reconocier­on ante el espejo. Dicen de mí que he traído la ruina al mundo, pero es el mundo el que no está organizado solidariam­ente, y se ahorca con la soga a la que debiera asirse. Después de mí, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Antes de señalarme por ello con el dedo, observen cómo tres dedos de esa su mano están apuntando hacia ustedes mismos.

Tampoco soy yo la causa de que la ciencia esté dando en tiempo récord una respuesta; el conocimien­to científico y la tecnología, cuando se les necesita, comparecen. Pero de poco servirán las vacunas si no son para todos los inquilinos del mundo. Hasta aquí llega el humo de las piras ardientes en las calles de Nueva Delhi. Os inmunizará­n a todos y a cada una, pero me pregunto si esa hazaña será fruto de la filantropí­a o del egoísmo. Yo no entiendo de castas ni clases, es cada sistema de salud –público o privado– y la distribuci­ón mundial de la riqueza y la pobreza quienes responden a mi presencia con más o menos injusticia. No sé si he venido para quedarme; sí sé que continúo susurrándo­les al oído, en lo personal y político, lo que es importante.

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CARMEN CAMACHO

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