Malaga Hoy

APLAUSOS PARA TODOS

- ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ

ÁNGEL Gabilondo ha salido por greguerías. Se ha preguntado qué es un aplauso y ha roto por Gómez de la Serna para autocontes­tarse: “Un aplauso es un abrazo en pequeñito”. A la vez hacía el gesto de un aplauso para que viésemos su hallazgo más claro. Yo lo comparé de inmediato en mi memoria con Mariposa, el homenaje a Ramón que escribió Miguel d’Ors: “La mariposa es hija/ de una flor y un aplauso”. Como greguerist­a, Gabilondo también deja mucho que desear.

En cambio, no le discutiré el mérito de un experiment­ado olfato. Porque en esta campaña los aplausos han sido fáciles y para todos, como abrazos en los mítines. Es lógico que Ángel Gabilondo tirase de greguería para suplicar que esos aplausos se convirties­en en papeletas de voto. Debe de andar con la mosca detrás de la oreja.

Aquí hemos visto cómo aplaudían a Cristina Fallarás cuando defendía en un mitin una supuesta cultura contra la informació­n. ¡Contra la informació­n! También han aplaudido a rabiar unos comentario­s machistas de Ábalos incluso las señoras que estaban allí detrás. El propio Gabilondo ha recibido los mismos aplausos cuando defendía que él era centrado pero no centrista que cuando sostenía que él era centrista pero no centrado. Daba lo mismo Juana que su hermana. Tam

bién aplaudiero­n cuando renegó de Iglesias y cuando se alió con Iglesias. Beatriz Fanjul ha hecho un discurso zarrapastr­oso y contraprod­ucente que cosechaba los inevitable­s aplausos de los asistentes. E Irene Montero ha desplegado sus niños, sus niñas y sus niñes entre vítores alucinados. Dijesen lo que dijesen les han aplaudido. Plas, plas, plas.

Lo entiendo porque yo soy muy de vergüenza ajena y, a veces, diga lo que diga Gabilondo, se aplaude para ver si amordazamo­s al orador de una vez o para poner un punto final al acto, por piedad. Tampoco hay que ser Sherlock Holmes para deducir que quienes acuden a un mitin son partidario­s previos y van con el aplauso automático puesto desde casa.

Por eso, lo que pedía Gabilondo no estaba mal tirado, siquiera fuese por lo subconscie­nte. Ya se conformaba él con que al menos esos aplausos que le han dado se conviertan en votos. No eran muchos, pero menos da una piedra. Téngase en cuenta que la jornada de reflexión y hoy, el mismo día de los votos, dan para para un poco de silencio. Cualquiera puede pensar que aplaudió muy precipitad­amente y que con el voto va a silbar, que es más justo.

Los aplausos que los políticos han cosechado no se traducirán siempre en votos

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