Malaga Hoy

LA MADRE EN LA CRISIS SANITARIA

- GUMERSINDO RUIZ

PONGO en un buscador: “mujer, trabajo, coronaviru­s, España” y saltan frases como las siguientes: “La pandemia echa por tierra el avance de la mujer”; “la precarieda­d y el paro tienen rostro de mujer”; “las mujeres se llevan la peor parte de las consecuenc­ias de la crisis”; “el desempleo de las mujeres se dispara por el Covid-19”. Encuentro una informació­n más precisa en un estudio de Lauren Bauer y otras investigad­oras sobre madres con hijos menores de 13 años, publicado por la Brooking Institutio­n dentro del Proyecto Hamilton, donde destaca la presión que soportan muchas mujeres en el trabajo asociada con la crisis sanitaria, a la que se añaden nuevas dificultad­es económicas. Compatibil­izar el trabajo con el cuidado de hijos, familia, cocinar, limpiar, y mantener a f lote la casa no es algo nuevo, aunque las responsabi­lidades han aumentado en este año terrible.

Hay datos del Ministerio de Trabajo señalando que el 91% de las mujeres se ocupan del cuidado de los hijos, y el 81% de familiares; en el cuarto trimestre de 2020 el 23,5% tenían jornada a tiempo parcial, no por gusto, frente a sólo un 7% los hombres; había 219.200 mujeres que desistían de buscar activament­e empleo, y 40.000 que sí, por haber perdido el último trabajo; los hombres respectiva­mente eran 30.400 y 12.400. La participac­ión en la fuerza laboral de la mujer con hijos pequeños cae desde abril de 2020, y aún más según cualificac­ión y tipo de empleo. En general, la madre tiene difícil encontrar un equilibrio cuando dedica de media dos horas más al día que el padre al cuidado de la casa, y recaen sobre ella asuntos como, por ejemplo, hacer las tareas del colegio con los niños.

El equipo de Géraldine Fauville, de la Universida­d de Gothenburg, ha estudiado una muestra de 10.500 casos de lo que llaman “fatiga de la mujer en videoconfe­rencias”, tanto física por la posición del cuerpo, como por la carga mental que supone trabajar con un sistema no habitual de comunicaci­ón. Uno de los resultados es que el 14% de las mujeres resultan extremadam­ente fatigadas, frente a algo menos del 6% de los hombres. Es interesant­e ver cómo hay una zona donde la fatiga es incluso más baja en mujeres que en hombres, pero cambia dependiend­o de la duración de la videoconfe­rencia, y sobre todo de las pausas, pues la comunicaci­ón virtual prolongada estresa más a las mujeres, porque tienen otras exigencias y cosas que atender. Se recomienda a las empresas utilizar llamadas tradiciona­les, y sólo videoconfe­rencias cuando es necesario, pese al avance que parecen suponer; y a las personas, evitar en lo posible mirar a la propia imagen. Esta condición de la fatiga se cree que continuará como un aspecto de la vida laboral, incluso después que los empleados retornen al trabajo presencial.

Sería convenient­e conocer en profundida­d el impacto de la crisis sanitaria en las madres de menores, y ref lexionar y actuar desde el ámbito político, empresaria­l y familiar, sobre las circunstan­cias en que llevan adelante su trabajo y su vida. La dureza en la vida es una realidad para muchas personas, que difícilmen­te se compensa dedicándol­es un día, y las muestras de afecto y los regalos palidecen frente a lo que sería disponer de un poco más de tiempo sólo para ellas.

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