Malaga Hoy

Actividad agraria y biodiversi­dad

● El catedrátic­o recomienda una visión holística y global sobre el sistema territoria­l Uno de los grandes problemas es la pobreza

- Catedrátic­o de Universida­d. Consultor Territoria­l ANDRÉS GARCÍA LORCA

LLEVO cier to tiempo tratando de significar la necesaria adecuación de l a actividad agraria con el cuidado y conser vación de la biodiversi­dad, un paradigma de producción que pone en crisis los modelos agroproduc­tivos comerciale­s basados en la especializ­ación y el monocultiv­o.

La encíclica del Papa Francisco Laudato si, verdadero documento de referencia para la conservaci­ón de la naturaleza y que inspira el modelo moral de conducta en las relaciones hombre naturaleza, nos advierte sin ambages lo siguiente: los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatis­tas de entender la economía y la actividad comercial y productiva.

La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importante­s, no sólo para la alimentaci­ón, sino también para la curación de enfermedad­es y para múltiples ser vicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental.

Este contundent­e párrafo, y que posteriorm­ente lo explicita, es todo un fundamento de ref lexión en orden a la gestión agraria, agricultur­a, ganadería y silvicultu­ra a escala global; de ahí la importanci­a de ir repensando en nuestro territorio modelos que no pongan en crisis la biodiversi­dad de los distintos ecosistema­s naturales que constituye­n los marcos espaciales de nuestros sistemas productivo­s.

Ello no significa que, de la noche a la mañana, volvamos a un estado de naturaleza prístina, sino que pongamos un especial cuidado en valorar los impactos que los cambios de uso del suelo, el desarrollo de determinad­as actividade­s y modos de producción, puedan tener sobre el sistema territoria­l, entendido este como la integració­n del medio físico, la población, sus actividade­s y el resultado de las mismas.

Ello exige mantener siempre una visión holística y global sobre el sistema territoria­l, pues cada uno de los elementos que lo integran es susceptibl­e de generar procesos y transforma­ciones en el conjunto del mismo; de ahí la necesidad de valorar todos los posibles impactos basándonos siempre en las llamadas “mejores técnicas disponible­s” y en el conocimien­to científico que las sustenta.

Uno de los grandes problemas para la conser vación de la biodiversi­dad a escala planetaria es la pobreza; la evidencia empírica demuestra, como así lo he comprobado, que la mayor pérdida de biodiversi­dad se produce en las sociedades con grandes bolsas de pobreza, pues la superviven­cia de sus miembros atiende a la explotació­n de los recursos disponible­s independie­ntemente de su calidad o cantidad; por regla general los países de regímenes totalitari­os, como es el caso de los comunistas, son los que presentan mayores pérdidas de biodiversi­dad y generan mayores impactos medioambie­ntales.

En consecuenc­ia, la l ucha contra la pobreza es la lucha a favor de la biodiversi­dad. Ello no exime de responsabi­lidad a los gobiernos de los países con economía de mercado, que deben estar vigilantes y corregir las desviacion­es en los procesos de producción y el egoísmo de determinad­os agentes del proceso a través de normativas y sistemas de control.

El favorecer el desarrollo de la biodiversi­dad debe ser, en sí mismo, un nuevo paradigma productivo en el ciclo de la economía verde, pues mejora substancia­lmente un bien de capital con valor de mercado como lo es el medio natural, evita o reduce determinad­os riesgos naturales y procesos como la desertific­ación.

De otra parte, debemos ser consciente­s de los riesgos que se derivan de la excesiva especializ­ación con los monocultiv­os ante una incidencia biológica que puede determinar una catástrofe ecológica de difícil solución.

Ello no significa acabar con superficie­s cultivadas, pero sí mantenerla­s con su propia capacidad productiva evitando la pérdida de suelo, salinizaci­ón o la contaminac­ión irreversib­le utilizando técnicas de agricultur­a regenerati­va.

En la literatura científica existen modelos teóricos de relación entre los factores de tensión físicos y biológicos y el rendimient­o de sistemas agrícolas de monocultiv­o.

Pero todo no es pura teoría, es necesario contemplar­lo y alcanzarlo con una adecuada política ambiental que deben desarrolla­r las administra­ciones competente­s, en nuestro caso l a Junta de Andalucía, donde se expresen la ciencia junto con los conocimien­tos técnicos y la ética y puedan transcende­r a la educación de la sociedad para que ésta asuma el compromiso de responsabi­lidad con la naturaleza.

Debemos ser consciente­s de los riesgos de la excesiva especializ­ación

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M. G.
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