Malaga Hoy

¡VUELVEN, YA ESTÁN AQUÍ!

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DICEN algunos que los pueblos sin memoria están condenados a repetir los errores. Y no les falta razón. Lo que pasa es que los pueblos son entes imaginario­s y, por tanto, carentes de las caracterís­ticas que se atribuyen a las personas. Los seres humanos sí tienen memoria, al menos algunos, pero de la misma forma que un pueblo no resulta de la suma de hombres que viven en un mismo lugar y hablan una misma lengua, tampoco la memoria colectiva es la suma de las memorias individual­es. Las tragedias personales son vividas como auténticas tragedias, en tanto que en las de otros somos meros espectador­es. En el fondo, como titula uno de sus libros el escritor jerezano Juan Bonilla, nos comportamo­s como una manada de ñus.

Llevamos más de un año escuchando palabras como desescalad­a, resilienci­a o cierre perimetral que, según parece y esperemos que sea cierto, pronto pasarán a formar parte de ese cementerio de términos en desuso que en su día inundaron nuestro lenguaje, como son los casos de chapapote, pertinaz sequía o el pequeño Nicolás, y que han pasado a ser olvidados esperemos que por mucho tiempo.

Vuelve a sonar por nuestras calles el ruido de las ruedas de las mochilas de los turistas, los hoteles se preparan para esa gran af luencia prevista de clientes ávidos de recuperar el año perdido en esa histeria por viajar en que se ha convertido el turismo de masas, las compañías aéreas no cesan de enviar mensajes con ofertas increíbles y el agobiado individuo que haya logrado sobrevivir a la pandemia, se verá acosado por unos y otros como si fuesen cocodrilos al acecho ante el intento de cruzar el río Mara por el Serengeti.

¡Ya están aquí, vuelven!, gritaba despavorid­o un personaje de Mingote al tiempo que corría por las calles de la ciudad huyendo de la llegada masiva de coches tras la finalizaci­ón del mes de agosto. Pronto la paz del toque de queda, la no aglomeraci­ón en los bares y las distancias profilácti­cas, serán cosas del pasado. Las mascarilla­s no ocultarán las manchas de la edad ni las arrugas de los labios. No habremos aprendido lo más mínimo, nada de resilienci­as ni monsergas de esas; el ser humano es así de manejable y la voracidad de la sociedad en que vivimos es insaciable. Solo permanecer­á el recuerdo de los que se fueron y parecerá que todo fue como un sueño, más bien una auténtica pesadilla que durante un tiempo se hizo realidad.

Pronto la paz del toque de queda y la no aglomeraci­ón en los bares serán cosas del pasado

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ISMAEL YEBRA

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