EL CLUB DE LOS CHAQUETEROS
LO de chaquetero viene de lejos, de tan lejos que a estas alturas de la historia asombra que personas así, tan vilipendiadas y “desenmascaradas”, tan denostadas y despreciadas política y socialmente, sigan aún vivitas y coleando. Aunque el asombro se disipa cuando se comprueba que la importancia del chaquetero va ligada directamente al juego oscuro de la política, a la partidocracia que abjura sibilinamente de sus principios, los cuales deberían ser: primero, los intereses del país, en este caso de España; segundo, los intereses del propio partido, y en tercer lugar, los intereses personales del político de turno, sea quien sea, pues también ellos tienen familia que alimentar, deseos que cumplir y afanes que lograr. Debemos convenir pues que, a la mayoría de los partidos políticos, les conviene disponer de un fondo de armario –club de chaqueteros vivos-, formado por políticos de su mismo partido o de otros, prestos a cambiarse de chaqueta (partido o facción), cuando sea preciso, pues un chaquetero sirve –y esta es su virtud- tanto para un roto como para un descosido; o sea, que resultan muy útiles a la hora de hacer remiendos.
Según el diccionario, chaquetero es una persona, servil y aduladora, que chaquetea; es decir, que cambia de bando o partido según su propia conveniencia. Al parecer, esta expresión nació durante la reforma luterana, cuando los partidarios de cada facción se distinguían de los demás por el color de sus chaquetas. La cuestión era que algunos llevaban chaquetas con un forro de distinto color al externo, y en las ocasiones que lo estimaban oportuno, se ponían la chaqueta mostrando el color que les ofrecía más beneficio. Pero los tiempos cambian, sin que apenas nada cambie, y ahora, quien quiere cambiarse de bando lo hace sin necesidad de darle la vuelta a su chaqueta, les basta con dar la vuelta a su alma.
La lista actual de chaqueteros políticos de nuestro país es enorme, y por la calidad –no solo la cantidad- de sus chaqueteos, no tenemos nada que envidiar a ningún otro país. Estamos en la élite. Sin pretender ser exhaustivo, en esta lista nos encontramos con –menciono solo a conocidos, aun políticamente activos-: Rosa Díez, Toni Cantó, los tránsfugas de Murcia, Santiago Abascal, Juan Carlos Girauta, Irene Lozano… Los hay, incluso, más heraclitíanos, es el caso de Miguel Ángel Heredia, que sin cambiar de partido (PSOE), se alienó con los guerristas contra los renovadores, con los chavistas contra los guerristas, con los griñalistas contra los chavistas, con los susanistas contra los sanchistas, con los espadistas contra los susanistas…
Y esto lo cuento porque próximamente se celebrará la primera (que yo sepa) convención de chaqueteros españoles. Su lema: “Un radiante porvenir”. Han compuesto una canción para el acto, la cual ya ha comenzado a circular. La oí recientemente: “¡Adelante, adelante, chaqueteros españoles! Nos aguarda un radiante porvenir. Nuestros votantes no son más tontos e ignorantes porque no se lo acabamos de pedir. ¡Adelante, adelante…!” Yo ya la canto, mientras me ducho.