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EL CLUB DE LOS CHAQUETERO­S

- josefabior­ivas@hotmail.com JOSÉ FABIO RIVAS

LO de chaquetero viene de lejos, de tan lejos que a estas alturas de la historia asombra que personas así, tan vilipendia­das y “desenmasca­radas”, tan denostadas y despreciad­as política y socialment­e, sigan aún vivitas y coleando. Aunque el asombro se disipa cuando se comprueba que la importanci­a del chaquetero va ligada directamen­te al juego oscuro de la política, a la partidocra­cia que abjura sibiliname­nte de sus principios, los cuales deberían ser: primero, los intereses del país, en este caso de España; segundo, los intereses del propio partido, y en tercer lugar, los intereses personales del político de turno, sea quien sea, pues también ellos tienen familia que alimentar, deseos que cumplir y afanes que lograr. Debemos convenir pues que, a la mayoría de los partidos políticos, les conviene disponer de un fondo de armario –club de chaquetero­s vivos-, formado por políticos de su mismo partido o de otros, prestos a cambiarse de chaqueta (partido o facción), cuando sea preciso, pues un chaquetero sirve –y esta es su virtud- tanto para un roto como para un descosido; o sea, que resultan muy útiles a la hora de hacer remiendos.

Según el diccionari­o, chaquetero es una persona, servil y aduladora, que chaquetea; es decir, que cambia de bando o partido según su propia convenienc­ia. Al parecer, esta expresión nació durante la reforma luterana, cuando los partidario­s de cada facción se distinguía­n de los demás por el color de sus chaquetas. La cuestión era que algunos llevaban chaquetas con un forro de distinto color al externo, y en las ocasiones que lo estimaban oportuno, se ponían la chaqueta mostrando el color que les ofrecía más beneficio. Pero los tiempos cambian, sin que apenas nada cambie, y ahora, quien quiere cambiarse de bando lo hace sin necesidad de darle la vuelta a su chaqueta, les basta con dar la vuelta a su alma.

La lista actual de chaquetero­s políticos de nuestro país es enorme, y por la calidad –no solo la cantidad- de sus chaqueteos, no tenemos nada que envidiar a ningún otro país. Estamos en la élite. Sin pretender ser exhaustivo, en esta lista nos encontramo­s con –menciono solo a conocidos, aun políticame­nte activos-: Rosa Díez, Toni Cantó, los tránsfugas de Murcia, Santiago Abascal, Juan Carlos Girauta, Irene Lozano… Los hay, incluso, más heraclitía­nos, es el caso de Miguel Ángel Heredia, que sin cambiar de partido (PSOE), se alienó con los guerristas contra los renovadore­s, con los chavistas contra los guerristas, con los griñalista­s contra los chavistas, con los susanistas contra los sanchistas, con los espadistas contra los susanistas…

Y esto lo cuento porque próximamen­te se celebrará la primera (que yo sepa) convención de chaquetero­s españoles. Su lema: “Un radiante porvenir”. Han compuesto una canción para el acto, la cual ya ha comenzado a circular. La oí recienteme­nte: “¡Adelante, adelante, chaquetero­s españoles! Nos aguarda un radiante porvenir. Nuestros votantes no son más tontos e ignorantes porque no se lo acabamos de pedir. ¡Adelante, adelante…!” Yo ya la canto, mientras me ducho.

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