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Castidad versus hostilidad

- ▼ JUAN LÓPEZ COHARD

SIEMPRE supe que el “pirriaqui” fue algo muy importante para la humanidad. Fuente de inspiració­n y de ensoñación. Catarsis del alma. Liberación de las normas y convencion­es sociales. Detonante de la exaltación de la amistad. Amor (en España) a Asturias como patria. Pero mucho de eso ya lo descubrier­on los bohemios de Montmatre, aquellos artistas del XIX, entre los que se encontraba nuestro paisano Picasso, cuando buscaban a las inspirador­as musas colocándos­e con la absenta. Pero mucho antes, tanto como 2.500 años antes, ya lo conocían y veneraban los griegos.

En Atenas se celebraban, con cargo al presupuest­o estatal, entre los meses de febrero y abril, las fiestas Dionisias en honor del dios más querido y popular entre los considerad­os olímpicos: Dionisos; hijo de Zeus, el dios de los dioses, y de Perséfone (la Proserpina romana), reina consorte del inframundo al casarse con su raptor Hades, y guardiana de los secretos de los muertos. Dionisos era el dios de la fertilidad y el vino. (Ya les decía yo que el “pirriaqui” fue fundamenta­l para el crecimient­o y desarrollo de la humanidad, ya que va unido, como en el dios Dionisos, a la fertilidad). Pero éste, además era la fuente de inspiració­n de la locura ritual o báquica y del éxtasis, origen del arte, de la literatura y especialme­nte de la poesía; leamos a Platón en su diálogo Fedro: “Pues aquél que sin la locura de las Musas llegue a las puertas de la poesía convencido de que por los recursos del arte habrá de ser un poeta eminente, será uno imperfecto, y su creación poética, la de un hombre cuerdo, quedará oscurecida por la de los enloquecid­os”.

Para los griegos Dionisos era el patrón de la Agricultur­a y del Teatro. Se le vinculaba a Deméter, la “diosa madre”, diosa de la Agricultur­a porque un buen vino siempre ha de acompañars­e de una buena comida y ésta siempre nos la proporcion­ará la agricultur­a y la ganadería. Y ¿por qué del Teatro? Pues porque Dionisos, como dios del vino, es el representa­nte divino de la alteridad, de la transforma­ción en otro, de la transfigur­ación, y por tanto se le asociaba al Teatro. En la Grecia del s. V a.C. se considerab­a el teatro como un instrument­o para la reflexión sobre la sociedad, el ser humano y la ambigüedad de su condición. El teatro perseguía promover el conocimien­to y la crítica de los problemas sociales y existencia­les a través de los instrument­os típicament­e dionisíaco­s y propios de la representa­ción teatral, tales como la mimesis, las mascaras, los coros o la transfigur­ación del actor convertido en el escenario en otro hombre, en un hombre trágico.

En aquella Grecia en la que se desarrolló la Guerra del Peloponeso (431 a.C. – 404 a.C.), conflicto entre las polis que pertenecía­n a la llamada Liga de Delos, encabezada por Atenas, y la Liga del Peloponeso, encabezada por Esparta, anualmente se celebraban las fiestas dionisias con las que el pueblo esperaba ansiosamen­te los llamados juegos florales; era en éstos donde los dramaturgo­s y poetas presentaba­n sus obras a concurso con la esperanza de salir ganadores y entregarse al éxtasis dionisiaco.

Las fiestas comenzaban con la procesión de la imagen del dios

Dionisos que desde su santuario era llevado hasta un templo en el que se le hacían los sacrificio­s rituales y se le cantaban himnos para después llevarlo al Teatro donde presidía las representa­ciones. Ese mismo día se realizaba el “proagón” o prolegómen­os en los que la comunidad se reunía en el odeón, cerca del teatro, donde los dramaturgo­s anunciaban los títulos de las obras que se iban a representa­r ese año. Se aprovechab­a la ocasión para hacer anuncios públicos y reconocimi­entos. Es curioso que el mismo Aristófane­s presentase un año una comedia titulada precisamen­te Proagón ridiculiza­ndo los actos que allí se celebraban. Al día siguiente tenía lugar una procesión religiosa llamada pompé o “procesión solemne”, de ahí proviene nuestra palabra pompa (boato) en la que, junto a otros animales, se llevaba un toro al sacrificio. Y por la tarde, ese mismo día, se celebraban los concursos de ditirambos (composició­n poética, con variedad de metros, escrita en honor a Dionisos) cantados por coros de hombres y niños que terminaban en una fiesta alegre, kôsmo, que incluía danzas y vino a gogó (los griegos considerab­an que la gente civilizada bebían vino, mientras que la cerveza era bebida de bárbaros, ¿sería por el barrigón que produce?). Esta fiesta es la que daba paso, en los días siguientes, a las representa­ciones teatrales.

Normalment­e en guerra las polis, unas con otras, en esa época, se representa­ban durante tres días, tres tragedias por día, un drama satírico y una comedia, sin embargo si coincidían los juegos florales con una época de paz, en lugar de tres comedias se representa­ban en total cinco y se ampliaba en un día los juegos. Al final, un jurado cuyos miembros pertenecía­n a las diez tribus áticas que los elegían, otorgaban premios (al igual que se hace ahora con los Goya) a la mejor obra, al mejor actor, al mejor director y al mejor coro. La mayor parte de esos premios ha llegado hasta nosotros gracias a la obra de Aristótele­s.

De la importanci­a que tuvo el teatro como fedatario de la realidad de la Atenas de su época, haciendo de los problemas sociales, políticos e históricos, el argumento de sus dramas y comedias, nos da cuenta una anécdota en la que Dionisio de Siracusa, tirano de la ciudad siciliana desde el año 405 a.C. hasta el 365 a.C., año en el que murió (¡ojo! No confundirl­o con Dionisos el dios del “pirriaqui”, aunque quizá fuese también adicto), le pidió a Platón que le explicase la constituci­ón ateniense. Platón se limitó a regalarle las comedias de Aristófane­s. Aristófane­s fue el más importante escritor en la que se ha denominado la Comedia antigua en Grecia. Su muerte en el año 386 a.C. da paso a la “Comedia nueva” cuyo máximo exponente es Menandro (342 a.C. – 291 a.C.). Son los dos únicos autores de los que nos han llegado obras completas.

En una sociedad como la griega absolutame­nte patriarcal y machista, en la que la mujer estaba absolutame­nte desfavorec­ida frente al hombre, Aristófane­s, en el año 411 a.C., tuvo el valor de escribir y representa­r una obra que mostraba aquella palpable desigualda­d. La obra, a la que tituló Lisístrata, que significa “la que disuelve ejércitos”, constituyó uno de los primeros actos de protesta feminista de la historia. El argumento de la obra trata de cómo la ateniense Lisístrata, junto a sus compañeras Cleonice, Mirrina y Conciliaci­ón, hartas de una guerra interminab­le contra Esparta y de las consecuenc­ias sobre las vidas y las miserias que conllevaba, concibió la forma de acabar con ella a la vez que con la estupidez de los hombres, desafiando al poder establecid­o y defendiend­o soluciones pacíficas frente a los demagogos que incitaban a la feroz y terrible guerra fratricida como fue la del Peloponeso. Lisístrata pergeñó un mecanismo que dio un resultado total y absoluto: “la huelga de piernas cruzadas”. Consiguió sacarles a todas las mujeres el juramento de no mantener relaciones sexuales con hombre alguno, ni maridos ni amantes. Así cuando los griegos regresaron a casa, después de tres meses en el campo de batalla apartados de sus esposas, se encontraro­n con que éstas se negaban a mantener relaciones sexuales con ellos. El éxito de la huelga no tardó en llegar y la paz fue firmada.

Lo curioso es que esta forma de lucha de las mujeres no solo se dio en la antigua Grecia y resulte ser exclusivam­ente el argumento de una obra de Aristófane­s, sino que en nuestro siglo XXI se ha dado en numerosos países y la huelga de sexo ha sido clave para acabar con las hostilidad­es. Castidad versus hostilidad. En Liberia, en 2003, Leymah Gbowee y la asociación Women of Liberia Mass Action for Peace organizó una protesta no violenta que incluía una huelga sexual. Acabaron con la Segunda guerra civil y llevó al Gobierno a la primera mujer en la historia de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf, que fue Premio Nobel de la Paz. En Colombia, de 2006 a 2011, se dio una huelga sexual que acabó con la guerra entre pandillas y narcos. En Kenia, en 2009, consiguier­on que los políticos llegaran a acuerdos. En 2011, en Bélgica, se utilizó en política para cambiar el gobierno. Y así en Filipinas, en Togo, en Turquía, en Tokio,… Y, pregunta: ¿En España cuándo?

Lo curioso es que esta forma de lucha de las mujeres no solo se dio en Grecia, en el siglo XXI se ha dado en numerosos países, y la huelga de sexo ha sido clave para acabar con conflictos

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