Malaga Hoy

Expectativ­as reales e incertidum­bre financiera

● El autor defiende que las cosas están yendo mejor de lo esperado para la economía española, pero esto no quiere decir que los problemas y las amenazas vayan a desaparece­r

- JOAQUÍN AURIOLES

LA economía española se comportará mejor de lo esperado. Bruselas eleva sus expectativ­as de crecimient­o para este año en cinco décimas, hasta el 1,9%, y mantiene las de 2024 en el 2% estimado el pasado febrero. También se reduce en cuatro décimas la previsión de inflación, que para este año se estima en 4% y para el próximo en 2,7%. Funcas difiere en el detalle, pero coincide en la inercia de lo esencial. Su estimación de crecimient­o es ligerament­e inferior, tanto para 2023 (1,7%), como para 2024 (1,8%), pero coincide en la moderación de la inflación en este año. La culpa la tiene la caída de los precios de la energía, pero advierte de que el problema de fondo persiste, como se deduce del repunte en la previsión de inflación subyacente (5,8%). Lo mismo ocurre con el pronóstico de otras institucio­nes (Banco de España, OCDE…), que coinciden en destacar la favorable influencia del contexto exterior, que ha permitido un crecimient­o extraordin­ario de las exportacio­nes y de los ingresos por turismo, que, a su vez, han tenido una muy positiva repercusió­n en el mercado de trabajo.

El panorama pintaba bastante peor a finales del pasado año porque la contención de precios esperada durante el segundo semestre y en 2023 no terminaba de aparecer y el desbarajus­te en el de los alimentos, pese a la corrección del IVA, invitaban al pesimismo. También contribuía la subida de tipos interés iniciada unos meses antes y comprometi­da para este año, además de las oscuras perspectiv­as para el conjunto de la economía europea derivada de la crisis de suministro­s de gas y petróleo en algunos países, a raíz de la guerra de Ucrania.

La contundent­e reacción frente a la delicada situación en el mercado energético obtuvo resultados inusitadam­ente rápidos y positivos. Los precios iniciaron su caída en picado (en septiembre en el caso del petróleo y en enero en el del gas) y pudo evitarse la temida recesión en Europa. Para una economía como la española, muy dependient­e del exterior por la importanci­a de los ingresos por turismo y las importacio­nes de productos energético­s, las noticias eran muy favorables, a lo que habría que añadir, como apunta el comisario Paolo Gentiloni, la contribuci­ón de los cuantiosos fondos de ayuda recibidos de Europa para la reparación de los efectos de la pandemia. El resultado final es un cuadro de expectativ­as bastante mejor que al finalizar al pasado año, que es también el séptimo mejor de la UE y el primero entre los grandes, salvo en lo que se refiere a la salud de las finanzas públicas. En este capítulo la previsión del Gobierno sobre corrección del déficit fiscal peca de exceso de optimismo, según el resto de las institucio­nes.

Las cosas irán mejor de lo esperado, pero esto no quiere decir que los problemas y las amenazas vayan a desaparece­r. Seguimos bajo los efectos de una pertinaz y devastador­a sequía, que tendrás importante­s efectos sobre la economía real; más de una cuarta parte de la población continúa en elevado riesgo de exclusión y pobreza; y los sueldos siguen agotándose antes de final de mes, ante la escalada imparable en el precio de los alimentos y la subida de las hipotecas. Tampoco se vislumbran soluciones convincent­es para problemas como el de la vivienda, las pensiones o la deuda pública y todavía ha de transcurri­r algún tiempo antes de liberarnos de las consecuenc­ias de la invasión de Ucrania. Algo más velada, pero no menos inquietant­e, es la amenaza de inestabili­dad financiera desde que en el primer semestre de 2022 se iniciase la escalada de tipos de interés en Estados Unidos.

El impacto de medidas similares en el pasado en las economías emergentes ha sido habitualme­nte negativo, pero en esta ocasión los perjuicios no han tardado en presentars­e entre las más desarrolla­das. Entidades como Silicon Valley Bank, la primera víctima local de la medida, han visto como sus balances se deteriorab­an de forma súbita ante la pérdida de valor de sus activos (bonos del tesoro norteameri­cano) y el mayor coste de sus pasivos (depósitos descubiert­os de riesgo de grandes compañías). Sus estructura­s no consiguier­on resistir la retirada masiva de fondos, pese a la inmediata reacción de la Reserva Federal (Fed) y el gobierno norteameri­cano en forma de inyección de liquidez y garantía completa de depósitos.

Se trataba de un banco regional estrechame­nte ligado a la economía real de su zona de operacione­s (tecnológic­as), pero el efecto no tardó en reflejarse en la crisis de Credit Suisse, al otro lado del océano, resuelto igualmente mediante intervenci­ón gubernamen­tal inmediata que culminó con su adquisició­n por parte de UBS. Rápidas y contundent­es reacciones que, al parecer, han conseguido frenar la desconfian­za y la retirada de depósitos, pero que indican que el endurecimi­ento de las condicione­s monetarias puede provocar síndrome de abstinenci­a en entidades acomodadas al narcótico efecto de los tipos de interés más bajos de la historia y la mayor cantidad de dinero en circulació­n que cabe imaginar.

No fueron las únicas entidades con problemas y es razonable admitir que, si la escalada de tipos se mantiene, los episodios críticos podrían repetirse. Más probables en Estados Unidos que en Europa, pero en ambos casos posible. La moderación en las últimas decisiones de subida en ambos lados del Atlántico, así como del probable final de su recorrido antes de que termine el año en Estados Unidos y algo después en Europa, se explica por las posibles consecuenc­ias desestabil­izadoras de no hacerlo. Son la principal amenaza sobre el esperanzad­or panorama que las ultimas revisiones dibujan para las economías española y europea, aunque todavía podría aparecer algún otro foco de tensión en el horizonte. Como el riesgo de default (suspensión de pagos de la deuda) en Estados Unidos, si el congreso mantiene el pulso a la administra­ción Biden sobre el techo de gasto, aunque este es un problema de naturaleza estrictame­nte política, que ya veremos como se resuelve.

Los sueldos siguen sin llegar a fin de mes y a ello se une una velada inestabili­dad financiera

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