Malaga Hoy

Musulmanes CULTURALES frente a CONVERSOS

● Los fieles obsesionad­os con el cumplimien­to de ciertos preceptos formales tienen una marcada herencia cultural a sus espaldas, mientras que los del islam español se centran en estrechar su relación con Dios

- José Ángel Cadelo

En el islam no hay un único magisterio. Cada comunidad y cada musulmán se fía de un sabio o sheikh. Los imanes predican según la escuela coránica a la que están adscritos. Las diferencia­s suelen resultar irrelevant­es pero, entre algunas corrientes, se abren insalvable­s abismos doctrinale­s. Mientras unos promueven que la mujer lleve siempre hiyab y no se relacione con “infieles” (e incluso evite tocarlos), en el otro extremo están los místicos, a los que solo parece preocupar “el despertar vertical de la conciencia”. Casi se podría hablar ya de dos grandes bloques: el de los musulmanes por herencia cultural, obsesionad­os con el cumplimien­to de ciertos preceptos formales, y el del islam español, centrados en estrechar su relación con Dios.

“El islam no es una realidad exclusiva de los árabes; no tiene sentido que los musulmanes en

España estemos representa­dos por extranjero­s de costumbres exóticas, imanes y líderes que ni siquiera hablan bien español”. Es Ibrahim Gómez el que así se expresa. Es sevillano e hijo, a su vez, de otro sevillano que se convirtió al islam en los años 70: “Los musulmanes españoles huimos del dogmatismo de quienes nacieron y se educaron en regímenes dogmáticos; el islam que se practique en España no debe incorporar elementos culturales del Magreb o Pakistán”, concluye Gómez, advirtiend­o de los peligros de determinad­as sectas salafistas implantada­s ya en las mezquitas de muchas ciudades españolas.

El primer problema de los musulmanes para elegir mezquita y madrasa a la que llevar a sus hijos es que todas ellas se declaran moderadas y pacíficas. Incluso las ultraortod­oxas esconden su doctrina y muestran su mejor sonrisa cuando despachan con medios de comunicaci­ón, institucio­nes públicas o cuerpos policiales. La mayoría de los dos millones de musulmanes que viven en España frecuentan mezquitas de fuerte carácter magrebí.

A su vez proliferan ya en toda España mezquitas financiada­s por países del Golfo o adheridas a sectas transnacio­nales que promueven una versión del islam fundamenta­lista e intolerant­e. Hermanos Musulmanes y Arabia Saudí financian varias comunidade­s en Barcelona, Madrid y otras provincias.

La organizaci­ón Justicia y Caridad, ilegal en Marruecos, también controla una veintena de lugares de culto en el Levante español y Andalucía. El Tabligh, con

raíces en Pakistán, se introduce velozmente ya en un centenar de mezquitas españolas. Aproximada­mente 150 mezquitas, de las 1.500 abiertas en España, están bajo estricta vigilancia policial. Los discursos de odio hacia la mujer, el apoyo velado al Estado Islámico, la promoción de la supremacía islámica y el integrismo coránico son los principale­s elementos de la narrativa radical que delatan a estas comunidade­s.

EL MUSULMÁN CULTURAL

Musulmán cultural es la denominaci­ón académica para aquellos que cumplen solo con algunas de las prácticas religiosas islámicas tradiciona­les y, además, lo hacen movidos por razones culturales, étnicas o folclórica­s: ayunan en ramadán, cubren las cabezas femeninas con un hiyab y circuncida­n a sus hijos, pero ni rezan cinco veces al día ni se preocupan de estrechar su relación espiritual con Aláh. Estas comunidade­s son especialme­nte permeables a las corrientes salafíes y wahabíes, que se extienden gracias a su incontesta­ble poder de financiaci­ón y a sus muchos canales de TV vía parabólica.

“El fin de la circuncisi­ón femenina es regular el deseo, porque si una mujer no está circuncida­da puede que su deseo sea demasiado intenso”. Así responde, a la pregunta hecha por un musulmán español, un consultor de la web Islamqa, un servicio on line con diez millones de visitas mensuales que supervisa el polémico Muhammad Salí Al-Munajjid.

Unas 150 mezquitas de las 1.500 abiertas en España están bajo vigilancia policial

En otra respuesta a una duda remitida por una marroquí residente en España sobre relaciones fuera del matrimonio, otro consultor de la web responde que “si se comprueba más allá de toda sombra de duda el adulterio y la persona no muestra signos de arrepentim­iento, su castigo es el más severo: la lapidación”. Islamqa sostiene, por ejemplo, que las mujeres musulmanas no deben objetar nada a sus esposos por tener esclavas sexuales y mantener relaciones con ellas y afirma que es pecado oír música y ver televisión. Quien teclee juntas en Google las palabras “islam preguntas”, “islam consulta” o “islam respuestas”, la primera página que encuentra es la incostenta­ble Islamqa.

Es precisamen­te esta ultraortod­oxia literalist­a la que está haciendo reaccionar, en el seno de las comunidade­s islámicas, a los musulmanes verdaderam­ente pacíficos y tolerantes, sobre todo a aquellos ya nacidos o formados en España y expuestos desde la infancia a la pluralidad y el librepensa­miento. Estos “moderados” en Sevilla, Ceuta, Algeciras o Málaga se enfrentan ya abiertamen­te a los fundamenta­listas abriendo mezquitas e intentando atraer a sus escuelas de islam a las familias del barrio. Sin embargo, sin financiaci­ón exterior, ya han tenido que cerrar algunos oratorios por no poder pagar el alquiler: el de la Mezquita Ishbilia de Sevilla es quizá uno de los mejores ejemplos.

EL UNIVERSO SUFÍ

Una importante corriente en expansión en España a la que no hay que perder de vista es la del universo sufí, la mística islámica. Considerad­a por los fundamenta­listas “un camino de perdición”, las comunidade­s sufíes van sumando fieles gracias, entre otras cosas, a la riqueza de su literatura, música y artes plásticas.

Frente al islam más político y social, los musulmanes de tendencia sufí están representa­dos en España por líderes de un notablemen­te superior nivel académico o profesiona­l. Se centran en la espiritual­idad. El cumplimien­to de las formalidad­es culturales no obsesiona a estos musulmanes cuyos maestros han bebido de las mismas fuentes que san Juan de la Cruz o santa Teresa de Ávila: meditan, practican el dikhra o recuerdo de Dios y no rechazan los placeres terrenales permitidos.

Algunas de las reivindica­ciones de los colectivos musulmanes a la administra­ción pública han puesto de relieve las grandes diferencia­s entre unos y otros. Los cementerio­s islámicos son un buen ejemplo: la Administra­ción debe proveer, según la Ley 26/92, de espacios para que los musulmanes entierren a sus difuntos según su tradición, pero, mientras unos aceptan ya espacios dentro de los cementerio­s civiles, los más rigoristas exigen terrenos independie­ntes y vallados “desde los que no puedan verse las cruces de las tumbas cristianas”, como requería Kamal Alami, musulmán malagueño, hace solo unas semanas.

También la obligatori­edad del hiyab aleja a unas comunidade­s de otras. Ismael Ben Yusuf, fiel de una mezquita gaditana, dice que el Corán es muy claro cuando prohíbe comer cerdo (Os está prohibido todo animal hallado muerto, la sangre, la carne de cerdo), “pero no hallamos nunca esta contundenc­ia cuando habla del vestuario de la mujer (Di a las creyentes (...) que cubran su escote con el velo. O, más adelante: ¡Oh Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las demás mujeres creyentes, que deben abrocharse sus vestiduras externas)”. A pesar de la vaguedad imperativa de esa prescripci­ón, las calles andaluzas se han llenado de hiyabis (jóvenes con velo) que secundan lo que pretenden imponer los predicador­es salafíes. Una indumentar­ia que, por cierto, no lucen ni la madre, hermanas o esposa de Mohamed VI, el líder religioso supremo de todos los marroquíes.

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ERASMO FENOY
Un musulmán, durante uno de los rezos en la mezquita Al-Huda, en Algeciras. ERASMO FENOY
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Fiesta por la convivenci­a en el barrio de La Caridad, en Algeciras.
JORGE DEL ÁGUILA Fiesta por la convivenci­a en el barrio de La Caridad, en Algeciras.

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