Malaga Hoy

El río Guadalmedi­na convertido en vertedero

● En el cauce se acumulan residuos, toallitas y plásticos ● Voluntario­s piden al Ayuntamien­to un programa de limpieza para salvaguard­ar el entorno natural

- Laura Soler

El cauce del río Guadalmedi­na sigue sin limpiarse. La imagen del vertido de aguas negras inundado por toallitas de WC hizo saltar las alarmas entre los ciudadanos malagueños después de un vídeo publicado en una red social. Francisco Cervantes, portavoz del movimiento AndaLimpia, denunció que es un problema recurrente del que el Ayuntamien­to “no tiene ni el más mínimo interés en solucionar”.

Desde el Puente de la Rosaleda hasta el Puente de Armiñán, el cauce del río Guadalmedi­na se encuentra en su peor estado. “Cuando son días de partido, los aficionado­s van desechando desde el estadio los residuos al río, porque no hay ninguna papelera”, cuenta Cervantes. A un lado del recinto se encuentra la obra de las torres de Martiricos, que también expulsa desechos al cauce. Al otro lado hay un mercadillo, donde la basura acaba en el mismo lugar, en el río, convirtien­do toda la zona en un “gran vertedero”.

Ante el descuidado estado de conservaci­ón del Guadalmedi­na nació en 2018 AndaLimpia, una asociación sin ánimo de lucro formada por un grupo de voluntario­s comprometi­dos con el medio ambiente y su protección. “Nosotros solemos organizar quedadas los sábados o los domingos, nos tiramos dos horas y muchas veces nos da tiempo a recoger entre 300 a 500 kilos de basura”, resalta Ángeles García, voluntaria de la iniciativa. Cuando acaba la jornada, Limasa se encarga de recoger las bolsas de basura.

A través de las redes sociales, publican las acciones realizadas e incitan a los usuarios al voluntaria­do para ayudar. “La difusión es tan importante como la limpieza, cuantos más seamos mejor”. García insiste en que, aunque la labor de los voluntario­s sea fundamenta­l, “tampoco podemos abusar, lo que no queremos es que el Ayuntamien­to se acostumbre a que nosotros hagamos el trabajo que les correspond­e a ellos”. “Lo que nos gustaría a nosotros es no tener que salir a limpiar, y que hubiera un equipo que se ocupara de ello”, añade Francisco.

“El cauce del río es responsabi­lidad municipal”, afirma el portavoz de AndaLimpia. Según una sentencia reconocida por la concejala Teresa Porras, “los ríos que pasan por cauce urbano correspond­en al Ayuntamien­to”, ha explicado Pilar Arrabal, voluntaria de la asociación. “En el Guadalmedi­na no hay gente viviendo y por eso no se hacen cargo, pero hay basura, y eso ya es motivo para actuar”, afirma Ángeles García.

Existe una gran falta de conciencia sobre el problema: “La suciedad del río es algo ya normalizad­o, la gente lo lleva viendo así toda la vida”, afirma García. Esto hace que tampoco exista conocimien­to sobre el problema medioambie­ntal que supone tirar las toallitas al WC. “Las toallitas aun comerciali­zadas como ‘biodegrada­bles’, no se descompone­n y se convierten en una masa imposible de retirar”, ha explicado Francisco Cervantes.

El Ayuntamien­to de vez en cuando actúa ante esta problemáti­ca arrasando la tierra con una máquina para deshacerse de los restos de toallitas, pero que al mismo tiempo, acaba con toda la biodiversi­dad de la zona: “La única solución es que estos residuos no llegaran hasta aquí, al río, porque luego además acaban en la playa”, ha añadido el portavoz.

En la periferia de la ciudad hay aún menos control, los voluntario­s exigen “los mismos medios” para todas las zonas afectadas. Hay más entornos contaminad­os, como el Guadalhorc­e, o los arroyos de las barriadas “más marginales”, como La Palma o la Nueva Corta. “El 30% de la población malagueña vive bajo el umbral de la pobreza y en el barrio de Palma Palmilla viven alrededor de 50.000 personas, merecen también que se presten unas ayudas y servicios públicos”, ha declarado Francisco.

AndaLimpia se amplía a nivel nacional: “estamos formando una red de asociacion­es para conciencia­r la protección del medio ambiente e intentar obtener recursos para hacerlo. Pronto tendremos una reunión para pedir que vuelva el sistema de devolución y retorno de los envases y se cumpla la ley de residuos, además de intentar retirar el plástico lo máximo posible y optar por otros materiales biodegrada­bles”, han desvelado los voluntario­s de la asociación.

“El problema por una parte es de la ciudadanía, que no debería arrojar residuos al río, pero ¿y las institucio­nes?”, exclama Ángeles García. “Debería haber un programa de limpieza con gente contratada que se ocupara de limpiar estos espacios naturales que quedan olvidados, porque al igual que se limpian las calles y las plazas de la ciudad, esto también es parte de Málaga”, ha concluído la voluntaria de AndaLimpia.

Ángeles García Voluntaria de AndaLimpia

La suciedad del río es algo ya normalizad­o, la gente lo lleva viendo así toda la vida”

Cuestión aparte es que la degradació­n continúa haciendo su trabajo

YA no engaña uno a nadie a estas alturas cuando digo que uno de mis lugares favoritos de Málaga, desde niño, es la plaza de la iglesia de la Victoria (o plaza de Alfonso XII si prefieren ajustarse a la nomenclatu­ra rigurosa del callejero). Y lo es, entre otros motivos, porque mi padre nació cerca y le gustaba venir de vez en cuando, supongo que con la intención de reconcilia­rse con su origen; así que me traía, quizá, con el propósito de que el sitio me resultase familiar, y esto, al contrario que otras costumbres que intentó inculcarme finalmente sin éxito, sí le salió bien. Ahora, tantos años después, paso por la plaza a diario y me gusta todo lo que este rincón ofrece al paso: el majestuoso hallazgo nocturno de la basílica y la plaza iluminadas desde el Compás, el hermoso jardín aledaño, los árboles que circundan la plaza desde hace ya unas temporadas, los bancos en los que sentarse a perder el tiempo, los niños que cada tarde vienen a jugar y corretear a sus anchas, el ambiente familiar, los conciertos que la Orquesta Filarmónic­a ofrece aquí cada verano, el salón abierto en que se convierte el recinto en distintas festividad­es y ocasiones a lo largo del año. Uno no puede más que agradecer la protección que el carácter patrimonia­l que el templo ejerce en el entorno. Sin embargo, al mismo tiempo, cada vez pesa más en esta plaza su calidad excepciona­l en Málaga, con lo que correspond­e cruzar los dedos con fuerza con tal de que a nadie se le ocurra una idea genial para intervenir en sus hechuras. Otra plaza esencial en mi biografía desde sus primeras páginas es la de San Pedro de Alcántara, de cuya degradació­n he sido testigo con el paso de las décadas abonado ya a la costumbre, como en la admiración de un dinosaurio varado que no termina de morirse; pero también he disfrutado su vida, su trasiego, su aliento tan humano, el ejercicio de resistenci­a que ha significad­o siempre en un Centro cada vez más extraño y ajeno: aquí, muy a pesar de la ruina, sí podíamos reconocern­os. Ahora, tras su última y polémica remodelaci­ón, la respuesta más consecuent­e se parece a un encogimien­to de hombros teñido, eso sí, de la certeza de que Málaga tiene un problema a la hora de ofrecer a la ciudadanía espacios públicos en los que quedarse sin tener que consumir ni pagar por ello. Si el cliente siempre tiene razón, el ciudadano nunca la tiene.

O a lo mejor habría que comenzar mediante la definición de una plaza, aunque sea en un pacto de mínimos. Si tienes el entorno ya definido con un árbol emblemátic­o en su mismo corazón, hay que poner toda la intención del mundo para dificultar el tránsito y la permanenci­a partiendo la plaza en dos, que es lo que se ha hecho. ¿Con qué objetivo? Bueno, si se trataba de evitar que los tronos hicieran aquí estación de penitencia en Semana Santa, desde luego se ha conseguido. Lo interesant­e del asunto es el uso del mobiliario urbano tanto para escindir la plaza en dos hemisferio­s, a lo Berlín 1961, como para relegar el principal árbol del enclave a un papel secundario en la función: nunca fue tan cierta la advertenci­a de Virgilio para que temamos a los griegos aunque traigan regalos. Es de agradecer que el soporte para el intercambi­o de libros liberados haya quedado dignificad­o, pero la intuición original y espontánea de la iniciativa ciudadana, que convertía el viejo árbol en tablado principal del trueque, era mucho más afinada. Por no hablar del busto de Rockberto puesto de espaldas, castigado, desde la perspectiv­a que ofrece Carretería, la principal y más transitada desde el más común de los sentidos. En fin, que si en lugar del armatoste alzado como proverbial barrera se hubiera optado por un diseño más limpio en torno al eje natural de la plaza, con bancos y más árboles en el contorno y una ordenación dirigida a su centro, algo más parecido al cabo a una plaza de toda la vida, igual daban más ganas de quedarse. Cuestión aparte es que la degradació­n sigue haciendo su trabajo y afecta ya a los nuevos elementos. A ver con qué nos sorprenden en la próxima rehabilita­ción.

De cualquier forma, si atendemos a la Plaza de la Marina, atravesada de cabo a rabo por la que todavía es la principal arteria del tráfico rodado en la ciudad; la Plaza de la Merced, sumida en una obra infinita para la restauraci­ón de un pavimento al que habría que dar ya por perdido mientras sigue vigente el empeño municipal en añadir un armatoste carísimo a lo que debía ser un espacio abierto y accesible incorporad­o naturalmen­te al recinto; las plazas históricas del Centro, como la de Mitjana o la de las Flores, convertida­s en terrazas de cabo a rabo para su mayor aprovecham­iento hostelero; y, muy particular­mente, el caso de la Plaza de la Judería, recuperada en su momento entre Granada y Alcazabill­a para lo que debía haber sido escenario de la memoria viva de la ciudad y que Málaga, de nuevo, solo supo llenar de mesas con tal de que el turismo pudiera beber y comer con un toque de distinción, únicamente podemos concluir que el devenir de la Plaza de San Pedro de Alcántara ha sido coherente con un urbanismo incapaz de entender qué es una plaza y para qué sirve. O, al cabo, concedamos el beneficio de la plaza: todo el mundo sabe lo que es una plaza y para qué sirve. Otra cosa es que consintamo­s a la ciudadanía el derecho a disponer de una.

 ?? REPORTAJE FOTOGRÁFIC­O: CARLOS GUERRERO ?? Puente de La Rosaleda, lugar donde se han centrado las tareas de limpieza.
Bolsas de basura acumuladas tras la batida.
REPORTAJE FOTOGRÁFIC­O: CARLOS GUERRERO Puente de La Rosaleda, lugar donde se han centrado las tareas de limpieza. Bolsas de basura acumuladas tras la batida.
 ?? ?? Voluntario­s introducen en bolsas toda la basura recogida del cauce del río.
Voluntario­s introducen en bolsas toda la basura recogida del cauce del río.
 ?? ?? Toallitas, plásticos y otros residuos acumulados en el cauce.
Toallitas, plásticos y otros residuos acumulados en el cauce.
 ?? ??
 ?? JAVIER ALBIÑANA ?? Pudo haber sido una plaza.
JAVIER ALBIÑANA Pudo haber sido una plaza.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain