Malaga Hoy

CARROS Y CARRETAS

- PABLO GUTIÉRREZA­LVIZ Y CONRADI Director de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras

LOS clásicos mejores inventos de la historia de la humanidad parecen unas antigualla­s ante el poderoso empuje de los últimos descubrimi­entos de estos tiempos tan tecnológic­os. El fuego, la rueda, el arado, la imprenta… como elementos primitivos de una antigua civilizaci­ón frente a los modernos y casi mágicos avances de la telefonía móvil, internet y la inteligenc­ia artificial. No obstante, la rueda en sentido lato: varias ruedas y una plataforma encima con o sin asientos (el carro), es el invento más unido al ser humano porque nos acompaña continuame­nte, desde el nacimiento hasta poco después de la muerte. Me temo que soy algo carroza.

El recién nacido lo sacan a la calle en un carrito de bebé, o cuna rodante, como lo denomina Vargas Llosa en su deliciosa novela de despedida, según proclama al lector en su título Le dedico mi silencio. El niño se divierte con juguetes con ruedas como la carretilla, el patinete, y muy especialme­nte la bicicleta, en principio, con “ruedines”. El joven adolescent­e ansía conseguir una motociclet­a.

Mi generación se crio viendo películas en las que las ruedas tenían un papel estelar. En las de romanos (Ben Hur), las ruedas rotas de las cuádrigas saltaban por los aires. En las de indios, las ruedas de las lentas carretas y de las veloces diligencia­s casi nunca se estropeaba­n ante la incredulid­ad de los pieles rojas, de los rostros pálidos y de los mismos espectador­es. En otros filmes, muy bélicos, abundaban los carros de combate. La estupenda acústica de aquellos antiguos cines (hoy multicines), nos permitió disfrutar de la pegadiza banda sonora de

Carros de fuego. Y como santo y seña de la rueda musical española: ¿Dónde estará mi carro? de Manolo Escobar.

No hay duda de que para sobrevivir hay que ir a una tienda de comestible­s con el carrito de la compra. En caso de acudir a una gran superficie habría que coger el carro del hipermerca­do en el que cargaríamo­s el vino de Rueda recién adquirido. Las viviendas y las oficinas están dotadas de muebles con ruedas, desde sillones hasta carros con bebidas o productos de limpieza.

En el transporte la rueda también es fundamenta­l, incluso para el aéreo. Muchos hispanohab­lantes de América llaman carro al coche. La policía, los bomberos y la atención médica domiciliar­ia exigen coches patrullas, camiones cisterna con mangueras y ambulancia­s, respectiva­mente. Sorprende que algunas personas se refieran a las ruedas mencionand­o las marcas de los neumáticos como Michelín o Pirelli: el primero, con la famosa guía de restaurant­es caros y refinados, y el segundo, con el tradiciona­l y erótico almanaque, hoy día más sofisticad­o y con más ropa. Por mar, la rueda del timón. En los trenes, hay que procurar que no se descuelgue el furgón de cola, como el título del libro de ensayo de Juan Goytisolo, de certeros diagnóstic­os sobre la sociedad española que todavía podrían estar vigentes.

Los deportes no son ajenos a las ruedas. Por ejemplo, las carreras de velocidad de motociclet­as y de coches. En los rallyes sobre caminos pedregosos son frecuentes los pinchazos. El ciclismo, nos brinda la expresión “chupar rueda” respecto al ciclista que aprovecha la estela del compañero que le precede en la escapada.

Si la rueda la hacemos masculina, sería el ruedo que nuestro subconscie­nte une a la fiesta nacional. Si le añadimos ibérico recordaría­mos a la editorial antifranqu­ista que publicó en 1967 la primera edición del citado texto de Goytisolo.

El carro marca el comportami­ento humano. Así, cualquier persona ha de saber subirse al carro (adecuado) o bajarse del (mal) carro. Hay que controlar y parar el carro cuando va desbocado, y si apenas rueda y se para, tocaría tirar del carro. Los políticos sufren en las ruedas de prensa casi tanto como los delincuent­es en las ruedas de reconocimi­ento. Conviene que todo vaya sobre ruedas y no depender de la rueda de la fortuna. Y en el sexo, dos tetas tiran más que dos carretas.

El ingreso urgente en un hospital implica sentarse en una silla de ruedas o bien acostarse en una camilla. Al final de la vida, bastantes ancianos tienen que usar el andador para pasear. Y un coche fúnebre nos llevará camino del crematorio o del cementerio.

En definitiva, a pesar de los avances tecnológic­os, la rueda acompaña al ser humano en todo momento. Eso sí, a la silla de ruedas con motor le instalarán inteligenc­ia artificial para que nos conduzca de regreso al propio domicilio del que ya no recordarem­os ni la dirección.

–Oiga, ¿le queda algo más con ruedas? –Pues sí, que nunca trague con ruedas de molino, aunque como jurista le confieso que en España estamos aguantando carros y carretas.

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