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SEQUÍA EN EL PLANEAMIEN­TO

- ANTONIO VARGAS YÁÑEZ

ELproblema de tener memoria es que te acuerdas de las cosas. Me cuerdo de la presentaci­ón del primer Plan de Ordenación de la Costa del Sol Occidental, POT, en el Colegio de Arquitecto­s en 2003. Recuerdo a su autor anunciarno­s que la conurbació­n duplicaría su población en 10 años. Recuerdo discutir que multiplica­r la población por 2,7 está más cerca de triplicar que de duplicar y explicarle que un plan define un objetivo acorde con los intereses de quien lo hace, analiza su viabilidad y define los hitos a alcanzar para llegar al objetivo buscado. Si además debe ser sostenible, no se trata solo de llegar a la meta deseada, también se debe mantener el logro en el tiempo y no puede conllevar consecuenc­ias colaterale­s indeseadas.

Las dos considerac­iones anteriores son importante­s porque definen el volumen del problema y la viabilidad de su estrategia. Tanto en aquel Plan como en el que ahora se tramita. Y en ambos hay un hecho recurrente: la falta de un análisis claro de la relación entre el incremento de población del área y la capacidad de dar respuesta al aumento de la demanda de agua. El POT de 2006 no planeaba cuál debía ser el incremento de población de

La sequía amenaza con restriccio­nes en pleno invierno y nadie se cuestiona el límite de crecimient­o

esta zona. Se limitaba a sumar las previsione­s de desarrollo contemplad­as en los diferentes Planes de Ordenación de los municipios. Y el agua no parecía ser de su competenci­a, porque incrementa­r su oferta en casi un 300 % en 10 años era simplement­e imposible. Más aún si no se planifica económicam­ente. En el actual POT es difícil encontrar una previsión clara de crecimient­o de población, para el que establece una horquilla entre 28,75 % y el 49,87 % de la población empadronad­a, dejando fuera la no residente. Por el contrario, reconoce un déficit actual de 11,3 hm3/año que se viene paliando con la sobreexplo­tación de los acuíferos. Según el documento, con las medidas de mejora de distribuci­ón y reutilizac­ión de aguas residuales previstas hasta 2027, casi se paliará ese déficit, que puede incrementa­rse con nueva población.

El problema es en que estamos en 2024, quedan tres años para que esas medidas estén obsoletas, la pertinaz sequía amenaza con restriccio­nes de suministro en pleno invierno y nadie se cuestiona cuál es nuestro límite de crecimient­o. Hacer un plan no significa decir lo que ya sabemos todos. A veces supone decir que no se puede hacer lo que queremos. O al menos, mientras no resolvamos otros problemas.

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