Malaga Hoy

El Borge rinde tributo a ‘Tía Agustina’

● El Museo del Bandolero celebra su primer aniversari­o mediante una ruta teatraliza­da que recorrió las calles empedradas del municipio

- Gema Rubio.

En las estrechas calles empedradas de El Borge, un pequeño municipio enclavado en las colinas de la Axarquía, el pasado y el presente se entrelazar­on ayer para celebrar el aniversari­o del Museo del Bandolero. Sin embargo, esta no fue una conmemorac­ión común y corriente; fue una experienci­a inmersiva que revivió el espíritu de Tía Agustina, una panadera valiente cuya historia se había desvanecid­o en los rincones olvidados del tiempo.

El CEIP Antonio Gala se convirtió en el epicentro de la acción, donde más de 100 niños de todas las edades, con trajes de bandoleros y tropas napoleónic­as, se prepararon para una aventura única en su tipo. Pero la participac­ión no se limitó a los jóvenes; personas de todas las edades se unieron a la iniciativa, transforma­ndo la localidad en un escenario viviente de épocas pasadas.

El líder de esta iniciativa fue Ismael Fernández, el organizado­r de la ruta y guía del Museo del Bandolero. Con su voz, guio a la multitud a través de las estrechas callejuela­s, tejiendo relatos de hazañas y valentía de la panadera mientras avanzaban. Los corazones de los lugareños latían al unísono con el eco de la historia, sintiendo la presencia de aquellos que una vez desafiaron al destino en esas mismas tierras.

La ruta comenzó en el colegio, donde Fernández introdujo el tema con una energía contagiosa, despertand­o la curiosidad de los jóvenes sobre el porqué de sus atuendos singulares. Con paso firme, el grupo se lanzó a las calles, siguiendo los pasos de Tía Agustina

a través de los lugares que marcaron su legado. Desde la casa donde amasaba el pan hasta la plaza donde desafió a las tropas invasoras, cada rincón cobró vida con la intensidad de la actuación.

La sorpresa y el asombro brillaban en los rostros de los espectador­es, tanto jóvenes como ancianos, mientras las varias actrices que caracteriz­aron a Tía Agustina narraban su historia con una pasión palpable. Sus relatos evocaban un sentido de orgullo y admiración por una figura que, hasta ese momento, había permanecid­o en las sombras de la historia local.

La ruta culminó en el Museo del Bandolero, donde las historias del pasado cobraron forma en las exhibicion­es. Los participan­tes, ahora impregnado­s del espíritu de los bandoleros borgeños, exploraron las galerías, conectando con un legado que trasciende el tiempo y el espacio. La jornada llegó a su clímax cuando la última actriz que encarnaba a Tía Agustina ascendió a lo más alto de una colina, montada en su corcel. Con la bandera de Andalucía en una mano y el espíritu indomable en el corazón, alzó el estandarte hacia el cielo azul, ondeando al ritmo del himno regional que resonaba en el aire. Desde lo alto, su voz se elevó con la fuerza de un trueno, proclamand­o con determinac­ión: “¡Por un Borge libre y una Andalucía libre!”.

Los soldados franceses llegaron a El Borge en febrero de 1810. Agustina, una panadera que trabajaba de noche, fue la primera en notar la presencia de un pelotón de reconocimi­ento del ejército napoleónic­o. Consistía en unos 15 hombres a caballo que esa misma noche acamparon en un campo cercano.

Esta mujer alertó a los lugareños, quienes aprovechar­on el descanso de los soldados para eliminarlo­s a todos. Consciente­s de que la llegada de las tropas significar­ía represalia­s terribles, Agustina propuso deshacerse de los cuerpos arrojándol­os al pozo de su casa.

Hasta el día de hoy, los ancianos del lugar aseguran que de ese pozo nadie volvió a beber jamás, pues contenía lo que ellos llamaron “agua de franceses”.

Después de este primer enfrentami­ento con los galos, los habitantes del pueblo sabían que pronto vendría un batallón a asaltar el Ayuntamien­to. Ante el peligro de una masacre, la única opción era idear un plan para ganar tiempo y permitir que al menos las mujeres, ancianos y niños pudieran huir.

Asimismo, las tropas napoleónic­as no tardaron en llegar a El Borge. Sin embargo, se encontraro­n con una sorpresa inesperada por parte de los lugareños. Dado que no tenían armas, siendo el pueblo principalm­ente agrícola, Agustina tuvo la idea de enfrentars­e al enemigo con algo que abundaba en la localidad: las colmenas.

Ordenó reunir todos los paneles de abejas disponible­s en El Borge y colocarlos estratégic­amente en las entradas de la plaza del pueblo y junto al Ayuntamien­to, a modo de barricadas. Cuando los franceses irrumpiero­n en la plaza al amanecer, las abejas salieron de sus colmenas y atacaron a los invasores.

A pesar de los esfuerzos de los borgeños por resistir a los franceses, finalmente el pueblo, al igual que gran parte de España, cayó en manos del ejército de Napoleón. El 17 de febrero de 1810, el entonces alcalde, Miguel Millán, firmó la capitulaci­ón ante el ejército francés, y los vecinos se vieron obligados a jurar lealtad al nuevo rey José Bonaparte.

En El Borge, el pasado nunca está realmente muerto; sigue latiendo en el corazón de quienes se atreven a recordar.

Los habitantes de la localidad sabían que pronto vendría un batallón a asaltar el Ayuntamien­to

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G. R. Representa­ción del homenaje a la ‘Tía Agustina’
 ?? G. R. ?? Niños del CEIP Antonio Gala vestidos de bandoleros.
G. R. Niños del CEIP Antonio Gala vestidos de bandoleros.

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