Ortega: títeres sin cabeza
A pesar de estar en la veterana cadena Ser y en otras plataformas habituales de podcasts radiofónicos (Youtube, Ivoox, etc.), el programa Las Noches de Ortega, ya en su décima temporada, ha encontrado de un tiempo a esta parte una circulación y una condición semiclandestina en grupos de Whatsapp o Telegram que dan cuenta de su contenido incorrecto, casi subversivo y muy a la contra de los discursos oficiales de la izquierda política y mediática, o sea, del poder.
Auténtico maestro del lenguaje radiofónico y sus posibilidades expresivas, Juan Carlos Ortega (Barcelona, 1968) viene depurando un relato satírico de la actualidad que se camufla en los formatos habituales del medio, de la crónica a la entrevista, del directo al dramático o las llamadas de los oyentes, para lanzar sus dardos sarcásticos y desmitificadores siempre en la buena dirección, desmontando falsos mitos y sacando las vergüenzas a ese discurso progre dominante que, de las tertulias a los informativos, acompaña estos tiempos de inflamado sanchismo a los que se le ven demasiado las costuras, la impostura y el clientelismo.
Si la cultura biempensante ha sido siempre objeto de la burla inteligente y afilada de Ortega, el cine español y sus tópicos son los protagonistas peripatéticos de este nuevo y desternillante podcast a propósito de unos Premios Velázquez
tras los que no es difícil adivinar la deriva de esta última y tantas otras galas de los Goya donde la agenda de la corrección política volvió a marcar de manera bastante burda y grosera el enésimo y borreguil desfile de autobombo y mediocridad que muchos confunden con la promoción legítima de nuestro cine.
Títulos delirantes a concurso (La extrema maldad, La podredumbre del alma, Asco absoluto, Bondad profunda y sin fisuras, Ella lo hizo todo, No hay nada más importante que cualquier mujer en todo el puto universo...), discursos de agradecimiento hilarantes y berlanguianos, como el de esa estrella de Hollywood que nos recuerda
En sus ‘Premios Velázquez’, Ortega satiriza todos los mitos de la ‘progresía’
nuestro complejo de inferioridad, actuaciones musicales a cámara lenta (“para dar más profundidad” a canciones basura) y un completo desfile de lemas proSánchez, anti-Ayuso o en favor de las causas del momento (las mujeres, la amnistía, Gaza...) son la materia que Ortega, hombre-orquesta al mando de todas las voces, efectos y planos discursivos simulados, moldea y revierte con absoluto magisterio para no dejar títere con cabeza en esta celebración de la vanidad, el peloteo o el compromiso entendido como una nueva religión laica de la que parece no haber escapatoria, si acaso hacia el abismo de la cancelación. Desde el autor de La rebelión de las masas, no ha habido en España un Ortega más importante.