LA HOGUERA DE LAS JACTANCIAS
CADA día que pasa va en aumento mi preocupación, ya que lo que no hace mucho tiempo me parecía moral y éticamente inaceptable, ahora comienzo a verlo absolutamente intolerable. Una de dos, o me estoy haciendo viejo o ya lo soy. Les Luthiers, que son unos de los mayores exponentes del humor inteligente, decían al respecto que “lo que antes nos parecía moralmente inaceptable, ahora nos resulta… tristemente inalcanzable”. Se referían al sexo. Por eso remachan con la frase de los libros de sexología: “Cuanto más años a cuestas, más te cuesta y menos te acuestas”. Yo que me estoy refiriendo a la política y a la sociología, digo que: con cuantos más años cuento y más cuentos me cuentan, menos me trago lo que no viene a cuento.
Nuestra ínclita y muy lozana (en su acepción de ufana) andaluza, María Jesús Montero, nos dice que lo que les une con Junts per Cat y ERC es el “amor a España”. Y se queda tan ancha. El abogado Óscar Puente, actual ministro de Transporte del Gobierno de España que, por apellido y afición a unir lazos con los separatistas, más parece ser ingeniero de caminos, canales y puentes, propone que si Puigdemont, por su vinculación con los terroristas del tsunami durante el procés, se queda fuera de la amnistía, se le aplique un indulto. Y se queda tan pancho. Todo el Gobierno, a coro, dice y repite, que la amnistía unirá más a España, que será la reconciliación y que será el fin de los problemas con Cataluña. Y se quedan todos tan orondos. Y yo, que tengo ya más años que la Alcazaba, me quedo tan alucinado como pasmado por la desfachatez con la que intentan contarnos el cuento.
En el Gobierno, y en el PSOE, mantenido en el poder por ese cóctel político donde se juntan populistas, extrema izquierda, nacionalistas separatistas de derechas, nazis confesos e independentistas de izquierdas, impera un triunfalismo narcisista realmente inquietante por no decir muy preocupante. Poseen un trastorno enfermizo de la personalidad política. Véase las declaraciones del triministro Felix Bolaños, (Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes), felicitándose así mismo por haber conseguido un acuerdo para sacar adelante la ley de amnistía, acuerdo conseguido cediendo de nuevo y cambiando el texto a demanda de Puigdemont. Han hecho justo lo que el Papa Francisco le aconseja hacer a Zelenski para acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania: rendirse. Pues bien, Bolaños se felicita por haberse rendido a todo lo que ha querido el prófugo catalán. Y, a la vez, se ha retratado como un paradigmático narcisista y jactancioso. Ha igualado en eso a su jefe el presidente.
Dicen los manuales médicos que el trastorno de la personalidad narcisista es una enfermedad de salud mental en la cual las personas tienen un aire irrazonable de superioridad que les lleva a necesitar constantemente la admiración excesiva de los demás. Hacen que sus logros y talentos parezcan más importantes de lo que son, se preocupan por fantasías sobre el éxito, el poder, la brillantez o la belleza, creen que son mejores que los demás y que solo las personas tan especiales como ellas podrán entenderlas y, además suelen criticar y menospreciar a las personas que no le agasajan y muestran admiración por ellos. Estamos ante la hoguera de las jactancias y terminaremos achicharrados por ella.