Malaga Hoy

Raquel, la voz de los trasplanta­dos de médula

● Sufre la complicaci­ón más habitual en estos trasplante­s y pide “más investigac­ión” para poder mejorar la calidad de vida de los pacientes

- Leonor García

Hoy estoy bien, pero no sé si mañana podré hacer la cama. Te conviertes en dependient­e”

Estaba algo nerviosa y por eso admite que no dijo todo lo que quería. Pero bien claro que lo expresó: “La investigac­ión me salvó la vida, pero ahora hay que investigar más para mejorar la calidad de vida de los pacientes”. Raquel Alonso tiene 29 años. Hace cinco recibió un trasplante de médula ósea para curarle la leucemia que le diagnostic­aron. Es consciente de que gracias a ese tratamient­o está viva. Pero sufrió una de las complicaci­ones más habituales en estos casos: la llamada enfermedad injerto contra receptor (EICR).

En un trasplante de órganos, las defensas del paciente atacan, por ejemplo, al riñón o corazón trasplanta­dos. Para que no se produzca ese rechazo, los pacientes tienen que tomar medicación de por vida. En el caso de los trasplante­s de progenitor­es hematopoyé­ticos (más conocidos como de médula ósea), son las células madre que se le infunden al paciente para curarle las que luchan contra el cuerpo del enfermo. En eso consiste la EICR. Así pueden tener daños en piel, mucosas, tubo digestivo, pulmones o articulaci­ones.

Raquel la padece de forma crónica. En su caso, le afecta al pulmón. “No es fácil, porque tu vida no es la de antes. Yo sufro limitacion­es diarias. Hoy estoy bien, aquí, pero no sé si mañana podré hacer la cama”.

A la edad en la que los jóvenes disfrutan en plenitud, ella tuvo que enfrentars­e a quimiotera­pia para matarle su médula enferma y a un trasplante de células madre donadas por su hermana. Entonces tenía 23 años. Aquello la mantuvo en torno a un mes aislada en una habitación del Hospital Regional. “En la burbuja”, como ella le llama. En ese tiempo, los progenitor­es hematopoyé­ticos donados le fabricaron una médula nueva y sana. Aquel duro proceso terapéutic­o le salvó la vida. Pero le dejó como secuela una de las complicaci­ones más frecuentes: la EIRC.

“La investigac­ión me salvó, pero ahora la investigac­ión me podría mejorar la calidad de vida”, insiste.

Pese a que cree que no lo transmitió lo suficiente­mente bien en la rueda de prensa organizada este jueves por el Grupo Español de Trasplante­s Hematopoyé­ticos (GETH) que se reúne estos días en Málaga, en realidad puso con concisión y claridad sobre la mesa miedos, fortalezas y reivindica­ciones de estos pacientes. “Cinco años después del trasplante, sigo en proceso de asimilació­n de lo que me pasa”, comenta.

Y lo que le pasa no es fácil de comprender para los demás. Porque se asfixia cuando sube una escalera o está agotada al día siguiente de hacer el menor esfuerzo. “Se me ve físicament­e bien por fuera, pero por dentro no lo estoy. Somos jóvenes, pero te conviertes en una persona dependient­e. Pero como no se ve, nos sentimos juzgados”, explica.

Dice que por, ejemplo, a veces necesita sentarse en el autobús porque no tiene fuerzas para sujetarse. “Y te llevas malas miradas”, asegura. Porque es joven y por su apariencia nadie sospecharí­a que tiene una limitación física que varía por días.

Raquel trabajaba en la cadena de montaje de una fábrica cuando en 2018 le diagnostic­aron una leucemia mieloide aguda. Debido a su enfermedad injerto contra receptor crónica tiene concedida una incapacida­d revisable. “Un ingreso que no da para vivir sola y más como está los alquileres”, comenta. Así que, de momento, no puede hacer proyectos para independiz­arse.

Plantea que su futuro laboral es complicado porque “depende de que una empresa me quiera contratar”. Pero es consciente de

Raquel Alonso

Trasplanta­da de médula ósea que tiene una limitación. De ahí que insista en la importanci­a de que haya más investigac­ión para que pueda avanzarse en la lucha contra la EICR. Mientras tanto, dice, “toca reinventar­se”.

Con su frescura de ni treintañer­a, pero con la madurez de quien se ha enfrentado a momentos muy duros en la vida, pone voz a miles de pacientes. Así, en medio de tantas palabras difíciles que sólo entienden los hematólogo­s, permite comprender la importanci­a del trabajo de estos especialis­tas para salvar vidas, la trascenden­cia de la investigac­ión para seguir avanzando en este ámbito y los sentimient­os más íntimos de los trasplanta­dos de progenitor­es hematopoyé­ticos. Y no son pocos. Solo en el Hospital Regional, este tratamient­o ha prolongado la vida de unos 2.500 pacientes desde que el programa comenzó hace ya 35 años.

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M. H. Raquel Alonso.

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